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15 de octubre de 2017

Federer derrotó a Nadal y ganó el Masters 1000 de Shanghai

El suizo (6-4 y 6-3, en 1h 12m) logra su sexto título del año al firmar su quinto triunfo seguido ante el español, que jugó con una rodilla vendada. Basilea, París-Bercy y Londres decidirán el número uno
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La tormenta arreció desde la primera pelota en juego. Desde el inicio, Federer desatado, oprimiendo al resto, devolviendo larguísimo para hacerse con el mando y llevar la iniciativa. Comió pista desde el principio el suizo, maestro del bote pronto, poniéndolas en las líneas y planteando un ritmo vertiginoso. Una tortura, desasosiego constante para Nadal, prácticamente impoluto durante toda la semana, esta vez cometiendo bastantes más errores no forzados de lo habitual (18) porque los tiros de Federer portaban veneno todo el rato, sin excepción, y devolvía todo el rato desde posiciones forzadas.

Este curso, la dinámica emocional de los pulsos entre ambos se ha invertido por completo. El mallorquín manda en el historial (23-15), pero si antes era el suizo el que tenía pesadillas al mirar al otro lado de la red, hoy día es él el que sufre cuando ve la que se le avecina. Antes, era Nadal el que disfrutaba en los clásicos y ahora es Federer el que se frota las manos y domina. Portentoso lo de este último, con el mando teledirigido en la mano, ensanchando la pista hasta hacerla inabarcable, break arriba nada más abrir boca y después una demostración tras otra, pincelada aquí y allá, derechas y reveses con música celestial de fondo.

¡Pim! ¡Pam! ¡Pum! Cuatro aces consecutivos y un juego cerrado en 50 segundos. El Federer salvaje. Perfecto al saque y Nadal pasando las de Caín, con muy pocas posibilidades de respuesta. Al número uno (la renta ahora es de 1.960 puntos, por lo que habrá batalla hasta final de año) le faltó chispa a la hora del resto y si se sostuvo fue en buena medida gracias al saque. Esa era una de las pautas marcadas en la hoja estratégica por él y su equipo, en busca de variables para tratar de compensar el desequilibrio de los últimos choques, en Melbourne, Indian Wells y Miami, donde Federer demostró que ya no flaquea con el revés y que ha roto el corsé psicológico que le oprimía ante Nadal.

El número dos condujo el partido exactamente hasta donde él quería, a ese modo de piloto automático: puntos muy cortos, a menos de cinco golpes; todo muy rápido, velocidad, vértigo y nada de pausas, haciendo extremadamente fácil todo aquello que para el resto es extraordinario. A todo gas el de Basilea, un relámpago que cerró la manga inicial con 16 golpes ganadores y un 83% de eficacia tanto con primeros como con segundos servicios. Fuegos artificiales con el sello de RF en la pista de Qi Zhong, techada en esta ocasión debido a la lluvia, escenario que premia más que ninguno la celeridad y que, por lo tanto, se adapta como un guante a su juego.

Antes, era Nadal el que disfrutaba en los clásicos y ahora es Federer el que se frota las manos

En este sentido, lo que a uno le dio alas al otro le pasó factura. Nadal jugó con el tendón rotuliano derecho protegido, con una venda compresiva, lo que indica que a estas alturas de la temporada su rodilla derecha está sufriendo. El español ha disputado 10 partidos en 13 días y acusó el desgaste, sobre todo el de los pulsos contra Grigor Dimitrov y Marin Cilic, así que ofreció una resistencia menor de la prevista. Federer cerró la secuencia victoriosa que había firmado desde Nueva York, con 16 triunfos sucesivos. La temporada va asomándose al final y el índice de fuerza ya pica haca abajo. Mientras que él lo ha jugado casi todo (75 partidos), este genio a la carta se ha dosificado de tal forma (48) que encara la última recta más fresco.

Decidió el segundo parcial con la rotura del quinto juego y aterrizó felizmente en su segundo título en Shanghái, el 27º de un Masters 1000 (a tres de Nadal y Novak Djokovic) y el 94º de su carrera profesional, por lo que iguala a Ivan Lendl y limó la diferencia con el recordman Jimmy Connors (109). Y ahora, por delante, el regreso a Europa: una cita en su guarida, Basilea, y otro 1000 en París-Bercy antes del broche de oro, la Copa de Maestros (del 12 al 19 de noviembre). Federer, jugada maestra la suya este año, volando alto y Nadal, ojo con esa rodilla, intentando descifrar el enigma que supone en estos nuevos tiempos el suizo, el único bastión que se le resiste.

Todo ha cambiado: hoy, la quimera es Federer. La impotencia está al otro lado.



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