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15 de enero de 2019

May tiene cita con la histórica votación

La primera ministra británica, Theresa May, ayer ante los Comunes, junto al ministro de Economía, Philip Hammond.Foto Rafael Ramos/Londres

Por: AFP

La premier implora a los diputados que respalden su acuerdo con Bruselas.

El bebé de la diputada laborista por Hampstead Tulip Siddiq llegará al mundo con dos días de retraso, porque su madre se ha empeñado en pronunciarse en contra del acuerdo con Bruselas de Theresa May en la histórica votación de hoy en los Comunes, considerada por muchos comentaristas como la más importante desde la entrada del país en la Segunda Guerra Mundial. Es un poco como echar sal encima de una herida abierta. O como si el Barça, ganando al Madrid, recibe un penalti a favor, y en vez de lanzarlo Messi lo hace Piqué, para que la humillación sea máxima.

Si May gana hoy la votación, será como la remuntada del Barça al PSG. Una sorpresa en la línea de la derrota de Inglaterra frente a Islandia en la Eurocopa del 2016, “el milagro de Berna” en que Alemania ganó la final del Mundial del 54 a la Hungría de Kubala y Kocsis, el “maracanazo” del 50, o el triunfo por 5-1 de Corea del Norte sobre Italia en 1966. Una gesta que pasaría a los anales de la historia política.

Pero, según lo que se dice y se oye en Westminster, es improbable que ocurra ese milagro, incluso después del intercambio de cartas entre Londres y Bruselas, en el que la UE insiste por activa y por pasiva en que hará todo lo posible por concluir un acuerdo comercial antes de que expire el periodo de transición, y que, incluso en el caso de que entrasen en efecto las medidas especiales conocidas como la “salvaguarda irlandesa” para evitar controles fronterizos en el Ulster, se esforzaría en que fuesen de corta duración. Los euroescépticos temen que el Reino Unido quede atrapado indefinidamente en la unión aduanera, como un Estado vasallo.

Si la premier pierde por menos de 50 votos, lo considerará un éxito y pedirá segunda vuelta

La primera ministra quemó sus últimos cartuchos a favor del acuerdo que ha estado negociando más de dos años con Bruselas, primero en una comparecencia en la ciudad de Stoke (que votó por la salida de Europa), y luego en una declaración en el Parlamento, vestida con un traje de chaqueta que parecía una bandera blanca, ya sea pidiendo paz o claudicando. Sólo le faltaba una cruz roja. “Si mi plan es rechazado, el escenario más posible dado el equilibrio de las fuerzas parlamentarias es que no haya Brexit en absoluto, se produzca una subversión de la democracia, y los 17,4 millones de ciudadanos que votaron contra la permanencia en el referéndum se sientan engañados. Las consecuencias para la fibra social del país serían catastróficas”.

May, que lo que en realidad necesita es una intervención divina, descartó una ampliación del periodo de transición hasta finales de junio (algo que en secreto llevan tiempo negociando Londres y Bruselas) y un segundo referéndum. Pero en realidad ella, si pierde hoy la votación, dejará de llevar las riendas del Brexit. En los Comunes ha tomado fuerza una coalición de remainers, (incluida una docena de conservadores) que están dispuestos a cuestionar las tradiciones, alterar el equilibrio de poderes entre el legislativo y el ejecutivo, y dar prioridad a las enmiendas presentadas por los diputados sobre las del propio Gobierno. Si lo consiguieran, el escenario daría un vuelco.

“Os pido a todos los diputados que echéis un segundo vistazo a mi acuerdo con Bruselas, que no defraudéis a los votantes, que respetéis el resultado del referéndum –imploró May–. Mi plan no es perfecto, como no lo es ningún compromiso, pero tampoco para la UE. Y si votáis a favor, mañana os levantaréis tranquilos, en la certeza de haber hecho lo que es mejor para la economía, la defensa y la seguridad del Reino Unido”.

Último cartucho de May
“Os pido que echéis un segundo vistazo al plan y no defraudéis a los votantes”

La premier seguramente ha arañado una o dos decenas de votos de conservadores y laboristas euroescépticos, que pueden matizar un poco el resultado. Pero Nigel Dodds, número dos del Partido Democrático Unionista del Ulster, no tardó en echar un jarro de agua helada sobre las “aclaraciones de Bruselas” diciendo que son “papel mojado”, y que su partido votará contra May. Por si fuera poco, uno de los encargados de mantener la disciplina de partido en el grupo parlamentario tory, Gareth Johnson, dimitió para sumarse personalmente a las filas de la oposición. Si la habitante del 10 de Downing Steet fuera masoquista se lo estaría pasando pipa, porque cada día da un nuevo sentido a la palabra humillación.

Antes de Navidad, se retiró en el último segundo antes de sufrir una derrota que prometía ser monumental, y hoy se enfrenta de nuevo a su destino. Esta vez no tendrá más remedio que tirarse a la piscina, a no ser que alguien la empuje antes, lo cual podría ocurrir en la forma de una enmienda del diputado laborista Hilary Benn, con apoyo generalizado, que pondría a los Comunes en contra tanto del plan de May como de una salida desordenada, matando dos pájaros de un tiro, y haciendo innecesaria una ulterior votación.

Corbyn prepara una moción de censura, pero sus posibilidades de ganarla son remotas

La líder tory lleva meses gritando que viene el lobo, para asustar a los partidarios de la permanencia con una salida a las bravas, y a los euroescépticos con el peligro de que no haya Brexit. Pero no parece que haya tenido mucho efecto. Sobre todo los segundos (como sugiere la columna de ayer de Boris Johnson en el Telegraph) prefieren jugarse el todo por el todo a un Brexit “puro”, y que sea lo que Dios quiera. Si pierden, podrían seguir dando guerra, mientras que si aceptan el plan de May, ahí se acaba su sueño.

Pintan bastos hoy para May, pero todo depende del volumen de la derrota. Por menos de veinte votos lo consideraría una victoria, y por unos cincuenta, un empate, con la posibilidad de pedir una segunda vuelta. Si es por más de 200, se evaporaría la poca autoridad que le queda.El bebé de Tulip Siddiq, por venir tarde al mundo, se perderá algunas cosas. Por ejemplo, no está claro que llegue a tiempo de ver la moción de censura que prepara el líder laborista, Jeremy Corbyn, una moción que tiene remotas posibilidades de ganar.



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