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EDUCACION

25 de marzo de 2019

Los chicos no quieren ir a la escuela, que hacer

En primer lugar, hay que encontrar el momento para abrir el diálogo entre padres e hijos

Por: Redacciòn FM Fleming"Magazine"

Si su hijo o hija está en la negativa a asistir cada mañana puede estar ocultando un pedido.

Todos los chicos disfrutan de las vacaciones y a todos les gusta dormir un rato más los fines de semana, pero eso no debería significar que en época de clases, llevarlos a la escuela sea una misión imposible.


Cuando el “no quiero ir a la escuela” se transforma en la primera frase que escuchan los padres de lunes a viernes, hay una serie de cuestiones en las que hay que pensar:  

 

En primer lugar, hay que encontrar el momento para abrir el diálogo entre padres e hijos: muchas veces con sólo generar este espacio alcanza para descubrir el problema y actuar en consecuencia. Por ejemplo, el niño puede estar teniendo problemas para relacionarse con sus compañeros y, por vergüenza o temor, no se lo dice a la maestra. De ser así, pedir una entrevista y solicitar a la docente una mirada atenta sobre esta situación puede ser suficiente para devolverle al niño las ganas de ir a la escuela. 


Una visita al pediatra puede servir para evaluar si el chiquito está durmiendo lo suficiente, si se está alimentando bien, si está haciendo actividad física y si su estado de salud general es bueno. Chequear la “agenda” del pequeño y preguntarse si no estará con demasiadas actividades que lo dejen muy cansado es otro punto a revisar. 


Un encuentro con la maestra para comentarle la situación puede darles a los padres un panorama de lo que pasa en ese ámbito del cual ellos “quedan afuera”. Por ejemplo, si la maestra comenta que el nene que ellos traen a la rastra se queda lo más bien una vez que sus padres se van, que juega, que aprende, que participa en clase y que se entusiasma con las propuestas, habrá que pensar que el niño está queriendo decirles algo exclusivamente a sus papás. Ahora, si durante las horas de clase se nota el desgano, habrá que analizar en profundidad, conversando con el chico y con la maestra, qué puede estar “haciendo ruido” en ese espacio, para pensar estrategias en conjunto.   


Una charla de ambos padres, en la que evalúen la situación familiar en ese momento, también puede ser esclarecedora: el nacimiento de un hermanito, la muerte de un abuelo, padres que trabajan demasiado y no tienen tiempo para estar con ellos, pueden ser factores que influyan en la insistencia para quedarse en casa. 


Por lo general, en alguno de estos momentos del diagnóstico casi casero, el problema se resuelve. De no ser así, es útil consultar con una psicopedagoga, ya que el “síntoma” aparece en relación a lo escolar y, en algunas ocasiones, la solución llega recién con el cambio de escuela.

Si la escuela de jornada completa lo agota –o la de jornada simple lo aburre-, si el estilo de enseñanza muy tradicional no lo estimula lo suficiente, si desde la escuela no se escuchan los reclamos de los padres o si la escuela no logra –o ni siquiera intenta- resolver los problemas que el niño tiene con sus compañeros, la negativa a asistir cada mañana puede estar ocultando un pedido.

No todas las escuelas son para todos los niños, y aunque para los padres el cambio sea una complicación, barajar y dar de nuevo puede ser una oportunidad para que ese chico encuentre la institución adecuada y para que aprender en grupo vuelva a ser una experiencia positiva.



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