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EDUCACION

24 de junio de 2019

Cómo enseñar a los hijos a gestionar el fracaso

Por: Redacciòn FM Fleming"Magazine"

Si cada vez que se equivocan les hacemos sentir mal, no querrán salir de su zona de confort ni hacer nada”

Lo primero que tenemos que enseñar es a no hablarnos mal cuando comentemos un error. Porque sabemos que el cerebro se bloquea cuando nos hablamos mal. Y si cometemos un error y te hablas mal y te tratas mal, lo normal es que el cerebro no tenga capacidad para orientarse hacia lo nuevo o hacia las soluciones porque está bloqueado. 

Machacarse no es una conducta responsable. Lo responsable es analizar qué ha ocurrido, aceptar si no tiene solución, o proponer soluciones en el caso de que sí las tenga. Y si el error implica a otra persona, como haber faltado al respecto, por supuesto pedir perdón y reparar el daño. Pero en ningún caso tratarse mal. Tienes que gestionar el error como cuando un amigo te dice que se ha equivocado, tratando de motivarle, porque sabemos que motivados somos mucho más fuertes para poder hacer cambios. Así que con el error lo que tenemos que tratar es de ser compasivos.

Lo de ser compasivos está bien, pero hoy se acusa a muchos padres de serlo excesivamente, de educar a sus hijos de forma muy laxa.

El problema es que en el siglo XXI se sigue educando a los niños con las mismas normas que se educaba en el siglo XX, y no funciona. Los padres están confundidos porque quieren hacer las cosas bien, seguir una disciplina positiva, respetar al niño, respetar su dignidad… Pero luego, en plena vorágine de estrés, unos acaban repitiendo modelos antiguos de gritar y castigar, y otros confunden la idea de respetar al niño con no poner límites. Y no es así, porque los límites son necesarios.

Y ¿cómo se ponen los límites “con serenidad y respeto”?

Con los niños pequeños, de dos o tres años, el límite es decirle “tenemos que hacer esto ahora”. Y si trata de resistirse o negociar, decirle que hay cosas en casa que son innegociables. Han de aprender la palabra innegociable desde que son pequeños, fijando límites en aquello que para ti es importantísimo. Y en eso no ceder. Repetirlo las veces que haga falta, pero en un tono de voz normal,sin gritar. Luego, cuando van creciendo, hay límites que hay que sentarse y negociarlos en un código de conducta que fije las horas en que vamos a usar el móvil, el ordenador, cuántas series se van a ver, qué tipo de series, con qué nivel de violencia, cuándo van a salir, qué dinero van a gastar, los límites a la hora de vestir... Si permites que participen al fijar este código es más fácil que se comprometan con ello.



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