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SALUD EMOCIONAL

19 de octubre de 2019

Miedo a equivocarse: ¿qué hacer para gestionarlo?

Cuando tomamos una decisión, es cierto que existe el riesgo de equivocarnos, pero esa posibilidad no debe paralizarnos.

Equivocarnos puede producirnos angustia. Pero el miedo a cometer errores no debe paralizarnos. Además, errar es una de las mejores herramientas para crecer.

Tener miedo a equivocarnos es muy humano. De hecho, conservar un cierto estrés puede ayudar a aumentar el rendimiento. Sin embargo cuando el miedo es excesivo puede ser perjudicial.

La obsesión por no equivocarse puede provocar varios comportamientos: el perfeccionismo, parálisis o evitación. Todos ellos condicionarán negativamente la vida y restarán libertad. Por ello, es necesario entender las equivocaciones como un paso más de crecimiento y sacar el máximo partido de ellas.


Cómo erradicar el perfeccionismo

El excesivo miedo a equivocarse es una conducta aprendida y a veces difícil de erradicar. Los propios padres, sin quererlo, transmiten a sus hijos un mal manejo de estas emociones. También puede derivarse de una situación traumatizante: un error que haya desencadenado unas consecuencias negativas.

Para enfrentarse a él hay que tener claro que los grandes y pequeños avances de la historia y de la ciencia no han sido otra cosa que el resultado de la prueba y del error. Y para equivocarse, hay que dejar de lado el perfeccionismo.

En primer lugar, será necesario identificar el pensamiento perfeccionista y listar una serie de reflexiones alternativas. Es importante coger un papel y lápiz y analizar los pros y contras de cada pensamiento. Según el resultado, intentar ver otro modo de afrontar la situación. Pongamos un ejemplo:

Una persona se encuentra en una tertulia y se muere de ganas por participar. Pero de pronto, su pensamiento perfeccionista la paraliza y comienza a dudar si formulará la pregunta adecuada o si enriquecerá el debate. Ese perfeccionismo le lleva a perderse la mayor parte de las intervenciones de sus compañeros.

Si esto vuelve a suceder, es importante encarar la situación de otro modo, identificar esa idea perfeccionista y pensar que no importa si nuestra participación será válida para todos o no. Quizá no le valga a todos los presentes, pero a uno de ellos sí. Aunque seamos nosotros mismos. Probablemente, muchos de los otros también sufran el mismo miedo. Lo que es seguro es que no se pararán a juzgarnos. Y si lo hacen, ¿qué más da?

En general, para conseguir una mejor exposición al error sin consecuencias psicológicas demasiado graves, hay que tener en cuenta algunas claves.

1. Aceptar que el error es ubicuo y diario
Tomamos miles de decisiones al día, la mayoría decididas por el sistema 1, que nos ahorra un montón de trabajo farragoso. Así que nos equivocaremos decenas o quizá cientos de veces. Cuanto más habituado esté a la posibilidad del error, menos sufriré cuando se produzca.

2. Aprender a valorar los costes reales
El coste del error no siempre es elevado, ni es una tragedia. De hecho, de las decenas de errores cometidos a diario, no somos conscientes de la mayoría al no tener consecuencias. Incluso hay errores que nos previenen de otros más importantes, como por ejemplo las “ilusiones positivas” que sobreestiman nuestra capacidad o habilidad para afrontar algunas situaciones y que nos pueden llevar a solucionarlas en muchas ocasiones.

3. Valorar nuestros sesgos en su justa medida
Muchas de las decisiones sesgadas que tomamos son adaptativas, paradójicamente; por ejemplo, mirar a ambos lados de la carretera, aunque no pasen coches es un sesgo de comportamiento y su coste es mínimo. El famoso sesgo de negatividad es evolutivo porque favorece la supervivencia, aunque no siempre acierte. Los sesgos minimizan el coste de los errores.

La cuestión es que, si percibimos que un mal resultado se repite, es posible que haya un sesgo propio que no nos sirve – “desconfía de todo el mundo”, “los hombres solo quieren sexo”, etcétera -. Es importante una valoración reflexiva sobre cómo decidimos.

4. Adecuada gestión emocional
Nos enfadaremos, rabiaremos y es posible que hiperventilemos si se nos pasa el plazo de entrega, elegimos una carrera que luego no nos gusta o entremos en una relación con una persona tóxica. Pero cuidado con “hacer durar” esta sensación desagradable más de lo recomendable. Las emociones negativas nos sirven para indicar dónde hay un problema, ni más ni menos. Después nuestra tarea es identificarlo bien y ponerle soluciones.

5. Integrar la información nueva.
Se trata de buscar la adaptabilidad en nuestros esquemas mentales, incorporando nuevas conductas y ajustando nuestros patrones una vez hemos localizado qué estaba interfiriendo en nuestras predicciones. Los humanos modificamos con frecuencia nuestras maneras de hacer, aunque no lo hagamos conscientemente en muchos casos.

No siempre buscamos el máximo beneficio, sino el mejor ajuste. Para esto, necesitamos examinar el error cuidadosamente. Para evitar la influencia de nuestro propio sesgo, siempre podemos buscar ayuda, ya sea profesional o “amateur”; la visión de otra persona de confianza puede resultar muy útil.



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