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9 de diciembre de 2019

Macron busca apaciguar a los sindicatos y frenar la huelga

Protesta climática ayer en París contra el presidente Macrcon.Foto:Thomas Samson

El pulso por la reforma de las pensiones entra en una semana decisiva. Para hoy se anuncia otra jornada de caos en los transportes, sobre todo en la región de París.

Macron y el Gobierno tratan de buscar vías para apaciguar a los sindicatos y desactivar la huelga. Están dispuestos a realizar modificaciones en la reforma, a retrasar la aplicación, a introducir correcciones para contentar a los colectivos que temen ser los perdedores en los cambios, como los maestros o algunas profesiones liberales.

“No creo en anuncios mágicos”, avisó Philippe, rebajando las expectativas ante las explicaciones que debe dar el miércoles al país sobre los detalles de la reforma. Eso será un día después de la nueva jornada de movilizaciones convocada por los sindicatos. Ese timing es bastante absurdo. Algunos se preguntan por qué Philippe no avanza su comparecencia y evita que los huelguistas hagan otra demostración de fuerza.

La expresión “en même temps ” (al mismo tiempo), típica de Emmanuel Macron, causa cierta mofa pero refleja también toda una filosofía de gobierno. El primer ministro francés, Édouard Philippe, no dudó en emplearla ayer, en una entrevista con Le Journal du Dimanche. Fue unguiño al lector y sirvió, a la vez, para insistir en que el Gobierno se mantiene firme en llevar adelante la controvertida reforma de las pensiones pero, en même temps , es flexible sobre los detalles de la aplicación de la misma.

Presionados por una huelga que volverá a provocar hoy un caos en los transportes, sobre todo en el área parisina, Macron, Philippe y los ministros más afectados mantuvieron ayer varias reuniones. La situación es seria porque se acerca la Navidad, el periodo más importante del año para los comercios. Las dificultades en los desplazamientos tendrán un impacto económico muy negativo.

Según el premier, si el actual Ejecutivo renuncia al proyecto, que quiere ser progresivo y lo más indoloro posible, “mañana otro gobierno hará una reforma brutal, verdaderamente brutal”. Los sindicatos que llevan la iniciativa, como la Confederación General del Trabajo (CGT), de raíces comunistas, están decididos a ir hasta el final. Sueñan con derrotar al Gobierno, como ya hicieron ante una reforma similar, en 1995. Entonces fue el principio del fin de Alain Juppé y allanó el camino para la victoria de los socialistas en las legislativas siguientes. El entonces presidente Jacques Chirac hubo de cohabitar con la izquierda durante cinco años.

 

Las consecuencias políticas actuales son difíciles de prever, tanto si Macron retirara la reforma como si trata de imponerla contra viento y marea. Los socialistas son hoy mucho más débiles de lo que eran a finales del siglo pasado. Lo paradójico de la presente situación es que, de momento, nadie parece capitalizar con claridad las dificultades de Macron. Ni los socialistas ni tampoco la derecha tradicional –que mantiene una posición ambigua–, ni la extrema derecha. El presidente ha logrado fagocitar una parte importante de los votos conservadores y también del centroizquierda. Su giro a la derecha puede obedecer a sus convicciones íntimas aunque es a la vez estratégico. Su cálculo de cara a las presidenciales del 2022 podría ser que, aunque desgastado, volverá a ganar porque una parte de la derecha lo votará en la primera vuelta y, en la segunda, muchos electores de izquierda lo respaldarán de nuevo para evitar el mal mayor, para frenar a la más que probable rival, la ultraderechista Marine Le Pen.

Estas consideraciones no están exentas de riesgos. Si la conflictividad social y las huelgas prosiguen con virulencia, Macron puede ver peligrar su reelección. Las municipales del próximo marzo serán un barómetro. Si renuncia a la reforma de las pensiones, la madre de las reformas , su aureola de líder transformador quedará definitivamente dañada. La única salida, pues, sería la táctica del en même temps, una solución intermedia que salve la cara a todos. No es fácil porque el país está inflamado, hay mucha rabia acumulada y se toca un elemento sagrado del sistema de proyección social desde 1945. Los sindicatos tienen cuentas pendientes con Macron y quieren someterlo a una cura de humildad.



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