El rubro ya cumple un año con indicadores negativos con datos que alarman: en mayo, la venta de leche fluida cayó 11% y la de yogures, 25,7 %. El agua mineral de las primeras marcas bajó 40% y las gaseosas, 20%. Según el Indec la capacidad instalada de alimentos y bebidas es una de las más bajas de la serie: fue 57 % en mayo.

Eso si, le va mejor que al resto de la industria cuya utilización de la capacidad se ubica en 46,4%, una caída que es de 15,6 puntos porcentuales y el valor más bajo para el mes de mayo desde el comienzo de la serie en 2002.

En el sector lácteo, los salarios, con un 65% de incidencia, es lo que más pesa en la mochila. Los trabajadores del rubro ganan en promedio $ 150.000 mensuales. “Son sueldos petroleros”, se quejó un CEO ante el ministro Claudio Moroni que prometió un llamado a la moderación de Atilra, el sindicato de los lecheros movilizado por un aumento del 46%. Otro ingrediente son los precios dolarizados que toman la referencia del paralelo, como sucede con los insumos del packaging (plásticos y cartón).

“Estamos frente a la crisis más severa de la historia”, señaló el Centro de la Industria Lechera (CIL), al afirmar que “muchas empresas se encuentran al borde del colapso por el quebranto de sus balances”.

No son la excepción. La actividad industrial se contrajo 26,1% en mayo en comparación con un año atrás. De acuerdo con el relevamiento de la UIA, la producción aún permanece un 21,5% debajo del nivel previo a la pandemia (febrero 2020) y 33,4% por debajo a mayo 2015, siendo el peor nivel desde noviembre de 2003.

Los sectores más castigados fueron el automotriz (-84,1%), la industria electrónica de consumo (-71%) y minerales no metálicos (-51%). Pero llama la atención la retracción de productos de primera necesidad, como los medicamentos que retrocedieron 3,3% y alimentos y bebidas, 3,6%.

Semejante desplome repercute en el mercado de trabajo donde, pese a las ayudas oficiales, se perdieron solo en abril 46 mil puestos industriales, que son empleos en blanco y de calidad.

Argentina no es la excepción. A nivel regional, la CEPAL espera el cierre de 2,7 millones de empresas y la pérdida de 8,5 millones de puestos de trabajo. En ese paisaje y pese a un mundo castigado por la pandemia, las exportaciones argentinas siguen en pie. Crecieron 8,3% en mayo empujadas por semillas y oleaginosas con un crecimiento de 31,5% y pescados y mariscos sin elaborar con una suba de 34%.

Como otros productos de consumo masivo, los alimentos y las bebidas tienen precios máximos que regirán mientras dure la pandemia, según comunicó la secretaria de Comercio, Paula Español. Ante esa desazón para muchos empresarios, comenzó una puja insólita con las cadenas de supermercados. Las grandes marcas de alimentos con presencia nacional les reclaman a las cadenas que compartan costos de logística y les retacean las ofertas.
Entre tanto, las multis que ya cantan rojo en sus balances piden auxilo a sus casas matrices. “Es demasiado”, dijeron en el exterior a los gerentes que acudieron en busca de ayuda. Les explicaron que Argentina compite con otros países por los fondos de socorro y les soltaron la mano. Distinta es la situación de la francesa Danone: París asistió con 140 millones de euros el año pasado y en 2020 harán otra inyección a la líder en yogures y postres que, devaluación mediante, será de menor envergadura.