Cuatro días después de las elecciones y tras un tenso conteo, la victoria en Pensilvania por más de 30.000 votos, una diferencia considerada irreversible, convierte al que fuera vicepresidente de Barack Obama en el próximo mandatario de los Estados Unidos.

El resultado, como se anticipó, se definió voto a voto, con diferencias de unos pocos miles a favor del demócrata en Estados clave.

Finalmente el mapa se tiñó de azul en territorios que el voto presencial había dado en principio al republicano (partido cuyo color es el rojo).

La clave estuvo en los votos por correo, que este año fueron récord debido a las restricciones de movimiento por la pandemia.

Se proyectaba que la mayoría de esos votos eran demócratas por ser los que mayoritariamente se cuidan de la pandemia en contraposición a los republicanos que seguían a Trump, quien desde el principio desestimó los peligros del COVID-19.

Esos votos demorados fueron en su mayor parte a Biden y terminaron por inclinar la balanza.

El triunfo del demócrata comenzó a dibujarse el miércoles, cuando ganó en Wisconsin y Míchigan, dos triunfos ajustados que le colocaron con 253 electores, por 214 de Donald Trump, de los 270 necesarios para ser presidente.

Trump se puso entonces a la defensiva.

En una rueda de prensa desde la Casa Blanca el jueves, acusó sin pruebas a Biden de intentar “robar” las elecciones con los que consideró “votos ilegales”.

La consagración definitiva de Biden llegó con el resultado en Pensilvania, que otorga 20 electores.

El líder demócrata está ahora a la espera de la resolución de los recursos presentados por su rival para suspender la suma de votos.

Sin embargo la Justicia ya desestimó la petición para Michigan.