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SALTA

CULTO

15 de septiembre de 2016

Mas de 900 fieles en la Virgen del Milagro en Salta

Una marea humana participó de la manifestación de fe, una de las más importantes de Sudamérica. El arzobispo Mario Cargnello pidió a los políticos “sacrificar sus vidas en el servicio del bien común”.

La procesión retorna a la Catedral y, tras la emotiva despedida de las imágenes con campanadas, lluvias de pétalos y miles de pañuelos blancos, las actividades cerrarán  A las 20.30, con la celebraciòn de la Misa del Peregrino. 

Momentos de mucha emoción se vivieron estos días, por la constante llegada de peregrinos a la Catedral que caminaron desde distintos puntos de la provincia y de otras provincias, para participar de la festividad religiosa.

imagen:Carlos José Ñañez  Arzobispado de Córdoba 

Homilía en la Fiesta del Señor del Milagro

Queridos hermanos y hermanas:

Agradezco al Señor Arzobispo, Mons. Mario Cargnello, la invitación para presidir esta solemne Eucaristía. Hoy estoy aquí como peregrino para pedirle al Señor del Milagro una gracia especial para la Iglesia que está en Córdoba. Al venir a Salta, quiero también asociarme a la experiencia del pueblo santo de Dios que peregrina en esta Iglesia local y que renueva el pacto de fidelidad con "su" Señor.

 

La renovación del pacto es semejante a la renovación de la alianza con Dios, de la que nos hablaban el profeta Jeremías en la primera lectura y el salmista en el salmo que hemos recitado. La renovación del pacto es también semejante a la experiencia de atravesar la puerta de la misericordia en la Catedral, experiencia de gracia a la que nos invita la Iglesia de la mano del Papa Francisco en el ámbito del jubileo extraordinario de la misericordia que estamos transitando.

 

El atravesar la puerta de la misericordia no debe ser un simple gesto exterior, sin implicancias ni consecuencias, sino que es algo que debe tocar y expresar el corazón e inspirarse en un sincero deseo de conversión y de autenticidad. Como el hijo menor de la parábola del Padre misericordioso, estamos invitados a decir desde el corazón: "ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti" (Lc 15, 18) y a dejarnos estrechar por su abrazo que reconcilia y dignifica (cf. Lc 15, 20).

 

Al atravesar la puerta de la misericordia de esta Catedral Basílica y al contemplar la imagen del Señor del Milagro, pueden ayudarnos las palabras que leemos en el evangelio de san Juan, en seguida del acontecimiento de la muerte de Jesús y de que su costado fuera traspasado por la alianza del soldado romano:"verán al que al ellos mismos traspasaron" (Jn 19, 37). El Beato Cura Brochero invitaba a sus paisanos en los Ejercicios espirituales a mirar al Cristo crucificado que había hecho tallar y que estaba en la capilla para suscitar en ellos los sentimientos y las determinaciones de una auténtica conversión.

 

La mirada al traspasado debe ser, entre otras cosas, una mirada de fe, una mirada humilde, una mirada confiada y una mirada comprometida.

 

Una mirada de fe que sabe reconocer al Señor como el salvador de todos los hombres. De la misma manera que San Pablo hemos de ser capaces de repetir con el corazón lo que el apóstol le escribía a su discípulo y amigo Timoteo: "es doctrina cierta y digna de fe que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores", y agregaba: "y yo soy el peor de ellos" (1 Tim 1, 15). Junto a esta humilde confesión, reconocía admirado y agradecido: "pero fui tratado con misericordia" (1 Tim 1,13)

 

Una mirada de fe que sabe reconocer al Señor traspasado como la luz que ilumina nuestro peregrinar: "yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas" (Jn 8, 12). "Caminen mientras tengan la luz", nos acaba de decir el Señor (Jn 12, 35)

 

Una mirada humilde que sabe reconocer y confesar sus pecados y sus extravíos: "He pecado contra el Señor" reconoce con el corazón dolido el rey David ante la visita y la reprimenda del profeta Natán por su pecado de adulterio (2 Sam 12, 13). "He pecado contra el cielo y contra ti", dice compungido el hijo prodigo al volver a la casa del Padre (Lc 15, 21).

 

Una mirada confiada que espera la misericordia del Señor que resplandece en sus enseñanzas y sobre todo en sus gestos de acogida y de perdón a los pecadores. "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos", señalaban escandalizados los detractores del Señor (Lc. 15, 2). Los pecadores, en cambio, se sentían felices de ser tratados con misericordia (cf. Mt 9, 9-13). Una misericordia que no conoce límites y que extiende a las situaciones extremas como las vividas por el bien ladrón en su crucifixión a junto a Jesús (cf. Lc 23, 39-43).

 

Una mirada, por fin, comprometida, deseosa de un verdadero cambio y firmemente decidida a un nuevo estilo de vida guiado y animado por el doble mandamiento del amor. Una mirada deseosa y decidida a vivir la misericordia para consolar a los tristes, para socorrer a los necesitados, para sostener a los que son frágiles.

 

Una mirada comprometida para sentir la urgencia de caminar juntos, ayudándonos solidaria y generosamente, sin murmurar unos de otros y sin provocar enfrentamientos estériles, que muchas veces han herido e incluso enlutado a nuestra Argentina, a fin de poder construir juntos una patria grande y verdaderamente solidaria y fraternal, tal como la soñaron nuestros próceres hace doscientos años en Tucumán.

 

Al mirar al traspasado, dejémonos acoger por su corazón misericordioso y redescubramos que Él siempre nos ama primero -nos "primerea" diría el Papa Francisco- y amándonos primero nos purifica capacitándonos para seguirlo con fidelidad a fin de que donde Él esté, estemos también nosotros (cf. Jn 12, 26).

 

Al Cristo crucificado para la Iglesia Matriz de Salta lo acompaña la imagen de la Virgen del Rosario para el convento de los dominicos de Córdoba. Ambas imágenes aparecieron flotando en el puerto del Callao. Quizás en esta circunstancia que podríamos llamar "providencial" Dios nuestro Señor nos estaba recomendando ese camino que la piedad del pueblo de Dios reconoce y transita confiado: "a Cristo por María".

 

Que María Santísima Reina y Madre de misericordia nos muestre el rostro de su Hijo en el que se manifiesta la misericordia del Padre de los cielos; nos ayude a abrirnos a esa misericordia salvadora y nos ayude a ser, a nuestra vez, misericordiosos como el Padre. Que así sea.

Carlos José Ñañez
Arzobispado de Córdoba.


Por este evento religioso se registró un nivel de ocupación del 80% debido a la llegada de más de 80.000 peregrinos de todo el país.

Monseñor Mario Cargnello instó a trabajar entre prójimos, en contra de los males que atentan contra el camino de la misericordia. Señaló la importancia del Bicentenario de la Independencia y llamó a los salteños a comprometerse como pueblo unido.

 Monseñor exhortó a cada ciudadano a comprometerse y construir cada día, la “Casa en común”, desde la Misericordia.

Por último Cargnello, se refirió a los docentes y la importancia de la educación, en niños y jóvenes.



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