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OPINIÒN

19 de enero de 2018

La tolerancia social como amalgama de la sociedad

La tolerancia social es el derecho a la alteridad, la apertura hacia el otro.

En sociedades como Argentina, España, México y otras más en el mundo, atraviesan en estos momentos una profunda crisis estructural, las razones son varias, van desde la falta de producción de bienes y servicios, la inflación, corrupción generalizada,   exceso de ideologización o el más sagrado deseo de libertad, de autodeterminación de su propios destinos, son algunos de los factores que mantiene a la sociedad al borde de una ruptura social.

Es necesario tener Tolerancia Social

El esfuerzo de cada uno de los habitantes de un país o miembros de organizaciones en particular, en busca de un nuevo modelo, una nueva forma de convivir o de producir es lo que hace exitosa a ese conglomerado de humanos

Si bien es cierto que el hombre,  en su búsqueda de asegurar la cohesión de todo aquello que considera que forma parte del yo, de lo idéntico a sí mismo, en su búsqueda de servir a ciertos intereses que supone amenazados, es intolerable; luego aprende a ser tolerante primero por necesidad y luego por una decisión racional basada en el pacto del consenso motivada por el conflicto de vivir juntos.

Si,  así es, la necesidad de convivir con su pares hace que el hombre acepte una situación indeseada ante un mal que solo se podría erradicar al precio de uno  mucho mayor. Es por ello, que a partir del siglo XX la tolerancia se ha establecido como un principio fundamental de coexistencia pacífica y de la convivencia en medio de la diversidad, del pluralismo y la interdependencia.

La tolerancia social nos exigirá encontrar un compromiso que nos permita vivir en una coexistencia fraterna con nuestros coterráneos, respetando su forma de vida, su forma de pensar y sobre todo su forma de concebir la conducción de nuestra sociedad. Somos víctimas de una siembra de odio, resentimientos y de antagonismos  transmitidos desde la propia superestructura del Estado que ha ido penetrando todos los niveles de nuestra sociedad.

¿Cómo podemos liberarnos de este círculo vicioso? No cavilando sobre eventos padecidos de intolerancia, no pensando en la revancha ni en la imposición de nuestras ideas.

Según mi criterio “La tolerancia social es el derecho a la alteridad, la apertura hacia el otro”. El extremista se aprovecha  de la dificultad que esto implica. Se presenta como el intento por seguir siendo uno mismo, contra supuestos complots mundiales o de sectores políticos internacionales. Incluso los dirigentes extremista se presentan como los únicos “políticamente correctos”, y se comportan como si su ideología, identidad y permanencia hay que preservar a toda costa contra las influencias externa y presiones internas.

Es fácil organizar la lucha política en torno al odio, pero es difícil estructurar la política sobre la base de la solidaridad.

En estos momentos la sociedad mundial debe de recordar las sabias palabras de Elie Wiesel:

“El deber del superviviente es dar testimonio de lo que ocurrió, (…) hay que advertir a la gente de que estas cosas pueden suceder, que el mal puede desencadenarse. El odio racial, la violencia y las idolatrías todavía proliferan”.

 

Que los últimos brotes de intolerancia social que han sucedido en las diferentes sociedades del mundo sea una alerta para todos los hombres y mujeres de buena voluntad para que nunca más se repitan los errores del pasado.



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