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22 de septiembre de 2016

Independiente no pudo sacar ventaja en su casa

El Rojo no quebró la resistencia de Chapecoense, dedicado a defenderse, y apenas igualó 0-0 en Avellaneda. El duelo de octavos se resolverá el miércoles en Brasil. Por ahora, el final es un misterio.

Milito dijo: “Hay que atacar todo el tiempo posible”. El Independiente atacó todo el tiempo posible. Milito dijo: “Ellos se cierran muy bien atrás”. Y Chapecoense se cerró muy bien atrás. Milito dijo: “Vamos a requerir de mucha paciencia”. Y el equipo –no tanto el público– mantuvo la paciencia hasta el final.

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Aunque demostró toda su capacidad de análisis del rival, el Mariscal no se salvó del opaco 0-0 entre el Rojo y Chapecoense en el estadio Libertadores de América. El dueño de casa intentó, buscó y atacó, pero el equipo brasileño no se desvió de su libreto: defender, defender y defender. Así, es un misterio el resultado de la serie de los octavos de final de la Copa Sudamericana.
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Tantas certezas y, sin embargo, la incertidumbre fue la ganadora del encuentro de ida. Los roles estuvieron claros desde el mismísimo inicio del partido: los jugadores de Rojo rodearon en semicírculo el área donde esperaban casi todos los de blanco y, con cuidados pases laterales y algún cambio de frente, movió la pelota de lado a lado. Pero las fuerzas en disputa fueron similares, y ninguno de los protagonistas logró imponerse. Eso sí, Independiente tuvo un puñado de ocasiones de gol, sobre todo con los ingresos de Barco y de Maxi Meza. Como para mantener la ilusión...

Un atajo: salte al párrafo siguiente. En el primer tiempo no pasó casi nada. Apenas una buena combinación entre el Cebolla Rodríguez, Rigoni y Tagliafico que llevó algo de peligro al arco de Danilo.

En el complemento se vio lo mejorcito. Independiente ajustó su juego y lastimó un poco más a la multitudinaria defensa de Chapecoense. A los 6 minutos, Rigoni se hizo cargo de un córner desde la derecha, tiró un pase bajo al primer palo y Benítez, de atropellada, remató desviado. Antes de los 20 de la segunda etapa, Milito ya había movido el banco. Metió a Barco y a Meza –con sólo un entrenamiento en su nuevo club, tras la salida de Gimnasia–, que le dieron un poco más de electricidad al partido.

El juvenil tuvo su oportunidad a los 18 minutos: Vera aguantó la pelota de espaldas en un rincón, giró y mandó un centro pasado, el pibe apareció por atrás de todos y mandó la pelota por arriba del travesaño. Por su parte, Meza coqueteó varias veces con el tanto. La primera, apenas ingresó: un saque potente de Campaña cayó en sus pies, se acomodó para quedar solo ante Danilo, se inclinó, miró de reojo y, al final, remató. Pero fue demasiado cruzado. Y a los 30 minutos, entró otra vez por la derecha del área para cabecear un centro cruzado. En esa ocasión, la pelota cayó mansa en las manos del arquero.

La danza se repitió hasta el final. Uno buscó y movió la pelota. El otro esperó y se satisfizo con un par de contras. En el medio, algunos murmullos de los hinchas del Rojo, que esperaban un poco más en la ida. Pero el equipo cumplió. O, al menos, le cumplió a Milito, que había pedido “paciencia” en la previa. Porque la historia será larga y el final recién se revelará el miércoles en Brasil.



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