Mauricio Macri acusó recibo de esa realidad operativa que afecta al Gobierno y que este diario anticipó el jueves pasado: un país político dividido entre Buenos Aires y Washington, gracias a la migración de legisladores, intendentes y funcionarios para chusmear de cerca si hoy gana la presidencia Hillary Clinton o Donald Trump. El Presidente, entonces, apareció ayer enojado, como relatan sus cercanos, aunque la realidad indicó que en EE.UU. están por estos días 7 diputados y 3 senadores que por otra parte revistan entre los más laboriosos. 

No es menester ya enumerar la lista de los viajeros que llegaron a EE.UU. en estos días y se desperdigaron entre Nueva York y la capital estadounidense, invitados por fundaciones, organismos y algunos hasta pagos por el propio Estado. Mas didáctico resulta reparar en quienes se quedaron en Argentina y siguen activando política.

El Presidente aprovechó la situación y mientras en privado se dedica a protestar contra sus propios diputados y senadores que le dejaron sin quórum las comisiones para someterse al maratón de cócteles e inspecciones electorales varias en EE.UU, (y con eso le demoraron a Cambiemos debates clave como la ley del tecno-voto que, mas allá de las disidencias, está a punto de no poder aplicarse en 2017 simplemente por no llegar a tiempo), también le aplica castigo a los peronistas que volaron hacia al norte.

"No entendemos por qué putean tanto por la boleta electrónica y después van a todos a EE.UU. a ver una elección que se hace con urna electrónica", bramaban los pasillos de la Rosada

Los ausentes, además de no escuchar las protestas, se perdieron algunas delicias políticas de estos días. 

Macri está convencido de que la reforma electoral que le planteó al Congreso es demasiado importante como para que no vaya al hueso. Es decir, no está dispuesto ahora a aceptar la ley con chip o sin chip, como pretende podarla el PJ. 

El Presidente promete pelea en el Congreso al regreso de su tropa de Washington y mientras tanto despliega gestos. Miguel Pichetto no viajó a EE.UU. El jefe peronista suele no subirse a viajes oficiales; tampoco lo hacía con Cristina de Kirchner. Por estos días dejó su rol de garante de la gobernabilidad en el Senado, ayudando a aprobarle leyes a Macri, y se dedicó a cuestionar a Cambiemos, sobre todo con la reforma electoral y con la pasión presidencial de depender demasiado de los juicios de Elisa Carrió.

Macri le regaló un guiño: Pichetto lo metió en un debate sobre los inmigrantes que sin control alguno en materia penal ingresaron al país en los últimos años. En Europa nadie lo hubiera ejecutado por esas palabras, en medio del pánico por el ingreso de refugiados sirios que provoca pánico sobre sus verdaderas intenciones. En la Argentina a Pichetto lo demolieron en medios. Macri le ordenó el fin de semana a Claudio Avruj, secretario de Derechos Humanos, que saliera a apoyar a Pichetto y además proclamar que el Gobierno hace suyo el diagnóstico que lanzó el peronista. Dos realidades: Macri sabe que un alto porcentaje de la población apoya lo que denunció Pichetto. El jefe del bloque PJ, además, sabe que el Presidente no lo hace sólo por eso.

Fuente:Rubèn Rabanal