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10 de diciembre de 2016

Trump:duro con China exprso que llegó la hora de que respeten las reglas del juego

Prometió que se ocupará de que lo hagan en cuanto asuma el gobierno. Acusó a Beijing de generar la mitad del déficit comercial de EE.UU., de practicar dumping y maniobras con el tipo de cambio.

Donald Trump ha venido demostrando los últimos días que la relación que plantea establecer con China no será cómoda ni que sus tweets y actitudes imprevisibles, como un diálogo con la presidente de Taiwan, no son meras casualidades. Forman , en cambio, parte de una estrategia concreta que ha acentuado desde que logró la victoria electoral el 8 de noviembre. Como prueba constatable de esa actitud acaba de prometer que se ocupará de que China “comience a respetar las reglas del juego” cuando él llegue a la Casa Blanca el próximo 20 de enero.

”China es responsable de casi la mitad de nuestro déficit comercial y China no es una economía de mercado, ellos no respetan las reglas del juego y ha llegado el momento de que lo empiecen a hacer. Lo tienen que hacer”, afirmó un acto en Des Moines.

Para el magnate inmobiliario el gigante asiático, la segunda potencia económica mundial, primera en comercio y principal acreedor de Estados Unidos, tiene “una deuda masiva a la propiedad intelectual... impone impuestos injustos a las empresas estadounidenses, no ayuda con Corea del Norte como debería y tampoco respetan las reglas del juego al devaluar su moneda y practicar el dumping (competencia desleal)”. ”Aparte de esto han sido maravillosos”, ironizó enseguida Trump en el mitin en el que festejó su primer mes como presidente electo de Estados Unidos.

Días atrás y en respuesta a una serie de tweet sinofobos del magnate, el diario estatal chino Global Times aludió también a las reglas del juego pero como advertencia a Washingtong. Posiblemente ese haya sidido el detonado de la bravata del norteamericano. ¿Qué dijeron los chinos? “Trump hace mucho ruido pero no puede abstraerse de las reglas de juego de las grandes potencias. No tiene los recursos suficientes para manipular a su antojo a China”. El editorial, de una dureza poco frecuente, advirtió en otro párrfo que “Beijing responderá si las acciones de Trump llegan a violar los intereses chinos”.

La relación con la potencia asiático vino descomponiendose a lo largo de la campaña electoral en la cual el entonces postulante republicano prometió imponer aranceles de 45 por ciento a los productos importados de ese país. Una sanción similar, pero un poco más baja, de 35% había asegurado, también, para las mercaderías mexicanas, el otro país con el cual se muestra obsesionado. Según la narrativa del presidente electo, las empresas norteamericanas radicadas en el gigante comunista por el proceso de relocalización en busca de bajas de costos, debe revertirse y regresar todas ellas a EE.UU. No hay un acuerdo entre esas corporaciones detrás de esa propuesta debido a la baja de costos salariales que ofrece Asia y previsibilidad. La iniciativa, además, es insustentable porque desde ese lado del mundo Norteamérica trae insumos claves que si son arancelados impactarían en los precios internos y en la inflación.

Sobre el escenario de Des Moines, Trump apareció junto al gobernador de Iowa, Terry Branstad, cuya fidelidad premió la semana pasada con la embajada estadounidense en China. Branstad, que no es un experto en China pero considera al presidente Xi Jinping, como un “viejo amigo”, tiene el encargo de Trump de mejorar las relaciones con base en el “respeto mutuo” y el “beneficio mutuo”.

”Cuando pensé en el embajador en China, mucha gente quería ese cargo. Ya sabén, no es un mal cargo, vives como un rey. Pero él no quiere vivir como un rey, quiere trabajar en esa relación”, dijo Trump sobre a Branstad. La misión no será sencilla.

La herida en la relación binacional se profundizó después de que el presidente electo mantuviese una conversación telefónica con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, en el primer contacto a ese nivel desde que Washington rompió sus relaciones diplomáticas con Taipei en 1979. Ese gesto puso en cuestión la doctrina de “una sola China”, diseñada por Henri Kissinger en 1992. Para empeorar el panorama, la jefa de Estado es una dirigente política de línea dura a favor de la independencia de ese territorio que Beijing reclama como de su total soberanía. Esa llamada forzó al saliente Barack Obama a recordar que el único gobierno chino al que reconoce EE.UU. es el de Beijing.

En aquella respuesta editorial a las críticas por las redes que ha venido descargando el impetuoso líder republicano, ese y otros diarios estatles, sostuvieron que Trump es un “novato incapaz de cerrar la boca que tiene que aprender que no puede manipular a su antojo a China”.

El vinculo entre estas potencia es esencial para la paz y la estabilidad mundial, como ha puntualizado el propio Kissinger: Pero este entredicho solo anticipa un clima que, para los expertos, se irá enrareciendo con Trump en la Cas a Blanca. 
DPA-EFE



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