SOCIEDAD
13 de diciembre de 2016
Año Nuevo y costrumbres
Año nuevo vida nueva, esta frase se escucha todos los fines de año para expresar aquello que deseamos lograr y que aún no hemos podido realizar.
Encierra el deseo de dejar de lado los problemas y fracasos del año que termina, para dejar paso a un nuevo año, donde nos proponemos que “todo sea mejor”.
Cada año que comienza es una suerte de canto a la esperanza, que se renueva cada 365 días con expectativas e ilusiones. Por ello, se lo espera con una actitud entusiasta, aunque las costumbres varíen según el país donde se celebre.
Adonde fueres…
Hasta el siglo XVI, la mayor parte de Europa se rigió por el calendario juliano, por lo que el día de Año Nuevo se celebraba el 25 de marzo. A partir de 1582, con la adopción del calendario gregoriano, este día pasó a ser el 1º de enero, y se tomó el nacimiento de Jesús como punto de partida para el cómputo de nuestra era. La cena de Nochevieja, el 31 de diciembre, empezó a convertirse en una festividad de moda desde principios del siglo XX. A diferencia de la cena de Nochebuena, se trata de un rito de carácter público que se celebra entre amigos, en casa de alguno o en algún restaurante.
En diferentes culturas y en todos los tiempos los cambios de ciclo acarrearon ritos que atraían salud, amor y dinero. Hace miles de años ya, los babilonios se percataron de la repetición de las estaciones, consideradas motivo de celebración, e instauraron un ciclo festivo de once días. También los egipcios recibían con alegría las señales previas al nuevo año, cuando llegaba el ansiado momento en que el río Nilo empezaba a crecer y el caudal se hacía propicio para la siembra.
En algunos países, el comienzo de cada nuevo año se debe festejar con la tradición de las doce uvas. Según ésta, se coloca en la mesa un recipiente con doce uvas en el sitio que ocupa cada comensal y, de acuerdo con el ritual, se debe comer una por cada campanada del reloj. Se relaciona con los anhelos de cada participante y el deseo de que se hagan realidad. En España, por ejemplo, es costumbre salir a la plaza mayor de la localidad y comerse las 12 uvas de la suerte al son de las campanadas de medianoche, mientras se pide un deseo. Tras la cena, la fiesta continúa en la calle hasta entrada la mañana siguiente.
En Venezuela, antes que den las 12 las familias se reúnen en sus hogares y preparan la hallaca, una especie de humita muy condimentada que se regala a los amigos durante la víspera de Año Nuevo, para desear buena suerte para el próximo año. En Alemania, desafían al destino mediante la ceremonia del bleiglessen, que consiste en develar los misterios del futuro con una barra de plomo. El plomo se funde y las gotas plateadas se vierten en un vaso cuando el alba empieza a despuntar. Cuando se vuelve sólido nuevamente alcanza formas extrañas, que predicen lo que depara el mañana.
Los escoceses festejan el hogmanay: se busca barril de madera, se le prende fuego y se lo pone a rodar por las calles, para permitir el paso del nuevo año. Después de medianoche, llega el momento de presentar su “primer pie”: a esa hora visitan a sus amigos para desearles feliz año nuevo y ofrecerles un trago de whisky y pastel de avena. Los más viejos esperan que el “primer pie” que entre en su casa sea el de una persona bella, alta y de cabello negro, que trae suerte.
En Rumania, las mujeres solteras caminan hacia un pozo, encienden una vela y miran hacia abajo: el reflejo de la llama dibuja en las profundidades del agua el rostro de su futuro esposo. Otras se quedan en casa, toman una rama de albahaca y la colocan bajo la almohada: el sueño de esa noche tendrá como protagonista al hombre que las espera.
En Brasil, las playas se llenan de gente y los cantos religiosos inician la ceremonia en honor a la santa Iemanjá. Se realizan ofrendas al mar, que muchas veces son flores en pequeños barcos de madera, y los participantes bailan, cantan, le rezan a la santa y piden deseos.
En Chile, para las fiestas se consume el “pan de pascua” y se bebe un ponche de pisco y café llamado “cola de mono” o el rompón, una bebida fría que se hace con ron, leche, yemas de huevo, vainilla y azúcar.
En familia
En nuestro país, además de un momento para la diversión, el fin de año es una de las oportunidades más elegidas para reencontrarse con la familia y los amigos. Muchos eligen una casa, otros deciden salir a comer afuera o preparar un buen asado en el club.
Los más jóvenes sobre todo, eligen el 31 para quedarse brindando en familia hasta las 12, y luego salir a festejar a boliches o fiestas privadas. La tradición señala también que se debe ir a saludar a la casa de los parientes que no cenaron con nosotros esa noche. La “ronda de visitas” puede durar varias horas, si la familia es grande y los amigos son muchos.
En nuestro país, como en toda América Latina, las fiestas vienen acompañadas de mucho sabor, y la comida juega un gran papel en el disfrute de la época. En este sentido, a pesar de que el hemisferio norte nos exportó muchas tradiciones –entre ellas comidas abundantes y ricas en calorías- los médicos aconsejan no comer en exceso ni alimentos muy elaborados, no beber demasiado alcohol, optar por comidas frías basadas en vegetales, carnes asadas y frutas, y tomar más precauciones con la preparación y cocción de los alimentos durante las fiestas.
Otra costumbre, más marcada que en la Navidad, es tirar cohetes y fuegos artificiales a las 12, convirtiendo los cielos en verdaderos espectáculos de luz. En algunas ciudades argentinas también es tradicional realizar en cada barrio, grandes muñecos que son quemados para recibir el año nuevo. Muchos de ellos contienen cohetes, e incluso, fuegos artificiales.
A medianoche, todos esperan expectantes el comienzo del nuevo año siguiendo el conteo hacia atrás junto a la radio hasta llegar al minuto cero, momento en que comienzan los brindis, los abrazos y los buenos deseos. Sea cual sea la opción, el objetivo es empezar un esta nueva etapa juntos, y mirar hacia delante con renovadas fuerzas.
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