Llegan los meses de calor, y las personas se desesperan por bajar esos kilos de más que ganaron en el invierno. Comienzan a mirar en Internet las dietas que hacen los famosos, los mejores ejercicios, y los implementan todos juntos, sin previa consulta a un profesional.

El problema es que no todas las dietas, ni todos los ejercicios, dan los mismos resultados en todas las personas. La genética, el estilo de vida y determinadas causas medioambientales influyen descaradamente en los procesos de pérdida de peso, por lo que nunca queda todo en manos del régimen de turno que decidas seguir.

Es por eso, que los científicos intervinieron para aclarar algunos términos y dar explicaciones lógicas, previamente testadas, sobre la eficacia de los planes para adelgazar que acatamos al pie de la letra, sin pensar si realmente son efectivos para nosotros.

Estos resultados fueron publicados en la última edición de octubre en la revista The Lancet Diabetes y Endocrinología.

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Los investigadores del Hospital Brigham y de Mujeres y el TH Chan Escuela de Harvard de Salud Pública llevaron a cabo el estudio y, luego de la revisión exhaustiva de los datos generados, encontraron  la forma más eficaz de perder peso sin recuperarlo. La pregunta que se respondieron fue, ¿hay que incluir grasas en la dieta o eliminarlas?

¿GRASA SÍ O NO?

La mayoría de las dietas hablan de eliminar las grasas por completo de nuestra alimentación. Aunque hay profesionales que hablan de incorporar “grasas buenas”, porque son necesarias para nuestras funciones vitales.

Los investigadores, analizaron 53 ensayos clínicos realizados hasta la fecha, observando que las dietas bajas en grasas ayudan a adelgazar, pero la pérdida de peso apenas se mantiene durante más de un año. No así en aquellas que defienden la ingesta de alimentos grasos en cantidades relativamente elevadas.

“Durante décadas la mayoría de la gente ha seguido las dietas bajas en grasas y todavía nos encontramos ante una epidemia global de obesidad. Sabíamos que algo no estaba bien en el mensaje que se promovía entre los consumidores”, aseguró Deidre Tobias, una de las investigadoras.

Los científicos detectaron que la pérdida de peso se mantenía mejor en el tiempo al seguir una dieta alta en grasas y carbohidratos, que con las que promueven lo contrario. “Sorprendentemente, los regímenes bajos en grasas eran ineficaces en el largo plazo”,  sostuvo Tobias.

La epidemióloga, explicó que no todas las grasas son efectivas y es por eso que el estudio recomienda limitar la cantidad de grasas saturadas y grasas trans que se consumen, ya que son perjudiciales para la salud.

Un hecho que contemplaron los científicos fue la falta de fuerza de voluntad,¿te suena?: “Cumplir con una dieta, ya sea alta o baja en grasas, a largo plazo parece ser la cuestión más difícil de realizar para la mayoría de las personas”, contaba la investigadora.

Tobias encontró que, también, hay un problema potencial con lo que la gente suele consumir para reemplazar a los alimentos ricos en grasas. “Las personas intercambiaron fuentes de grasas saludables como el aceite de oliva o los frutos secos por azúcares y carbohidratos refinados. Incluso aunque sean capaces de seguir este tipo de dietas a largo plazo, cambiar determinados alimentos por otros no conduce a ningún resultado positivo, ni para el peso ni para la salud”, asegura la experta.

¿CUÁLES SON LAS GRASAS "BUENAS" QUE SE PUEDEN CONSUMIR?

- Omega 9: Aceite de oliva, aceite de canola, palta, nueces, almendras, castañas de cajú y avellanas. Cantidad recomendada: No hay un valor determinado.

- Omega 3: Aceite de pescado, aceite de linaza, nueces, semillas de sésamo, palta, verduras de hoja verde oscuro (repollo, espinacas, hojas de mostaza), aceite de canola (primera prensión en frío), salmón, arenque y Huevos enteros. Cantidad recomendada: Hombres: 3-3,5g al día y Mujeres: 2-3g al día.

- Omega 6: Aceite de lino, aceite de semilla de uva, pistachos, semillas de girasol, aceite de borraja y aceite de onagra. Cantidad recomendada:Hombres: 9-14g al día y Mujeres: 7,5-12g al día .

El hecho es que los alimentos ricos en grasas tardan más en digerirse, por lo que nos ayudan a mantenernos saciados durante más tiempo, ergo, comemos menos. Una excusa razonable, ¿no?