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18 de diciembre de 2016

El Real Madrid se consagró campeón mundial en Yokohama

Un triplete de Cristiano termina con la resistencia del equipo japonés, que llegó a ponerse por delante y lo aleja con un 4 a 2.

No fue un paseíllo y el Real Madrid a punto estuvo de entrar en la historia del fútbol japonés. Lo evitó Cristiano con dos goles en la prórroga, periodo al que forzó el meritorio Kashima local al campeón de Europa.

 

El quinto título de los madridistas, en el actual formato del Mundial de Clubes y el precedente de la Intercontinental, permitió a los de Zidane cerrar 2016 con un triplete internacional. En los tres retos, Champions, Supercopa y la cita japonesa, el Madrid se vio apretado al límite. De todos los pulsos salió airoso y ya encadena 37 partidos invicto. En la final de Yokohama, ante el primer finalista asiático del torneo, el club que aupó el inolvidable Zico, el Real tuvo muchos grises. Pero, aferrado a sus estrellas, certificó la superioridad europea en un Mundial que desde su nuevo encuadre en 2000 solo ha visto cuatro triunfos ajenos, y todos brasileños.

El Real Madrid evita ante el Kashima la sorpresa del siglo

 El Real Madrid evita ante el Kashima la sorpresa del siglopulsa en la foto

Discontinuo como es, el Madrid apareció y se inhibió en muchas fases. Se tensa y se destensa con facilidad, lo que le lleva a jugar a tirones. Lo hizo frente al Kashima, equipo de constantes fijas que se resistió a ser un guiñapo a pies del imponente campeón europeo. Ni el madrugador gol de Benzema, en el primer remate del equipo español, les destempló. Es un equipo que va siempre a lo suyo, pase lo que pase. En ocasiones, una virtud, y en otras un defecto. En la sala de espera, fue el Madrid quien le dio vidilla por sus muchos sesteos.

Benzema recibe el saludo de sus compañeros tras marcar el primer gol de la final

El equipo de Zidane fijó los tiempos del partido, los buenos y los malos, dada su jerarquía absoluta, de él dependía la partitura. Arrancó mancomunado, con Kroos y Modric de gobernantes, con hilo permanente con los sobresalientes Benzema y Lucas Vázquez. Todos fuera del radar de los japoneses, sometidos sin remedio en el perímetro de su área. Para asombro general, hasta su explosión final, solo Cristiano suponía un revés para los madridistas. Al luso le dio por arabescos intrascendentes, mucha bicicleta sin cadena y espuelas irrelevantes, gestos cinematográficos en el país de Oliver y Benji pero poco efectivos. Nada que ver con el CR auténtico y contundente como nadie hasta que el portugués interiorizó que la jornada no era tan festiva como suponía.


Del buen peritaje inicial de Kroos y Modric llegó el tanto de Benzema, tan activo en el área como en su periferia. Un disparo del croata retrató al portero local, Sogahata, que despejó de forma frontal a pies del galo, una cita inevitable con el gol. No se amedrentó el Kashima, que no es conjunto deslumbrante, pero sí bien estructurado y de suela desgastada en el que nadie baja la guardia. Y estudioso. Sabedor de que Marcelo no tiene auxilios, lo contrario que Carvajal con Lucas, el cuadro nipón volcó su ataque por el costado del brasileño, por donde el Madrid se deja la casa abierta si no retroceden CR o Benzema. Al Kashima le faltan cañones, pero frente al solitario Marcelo encontró una ruta de evacuación.

No aprovechó el Madrid los minutos de apogeo de sus dos volantes –Kroos y Modric-, Lucas y Benzema, los que mejor sacudían la zaga japonesa con sus idas y venidas, con sus descuelgues al espacio. Pero bajó la marcha y se hizo más ambulante. A un paso del descanso, achatado el Madrid, Shibasaki cazó un bingo tras un mal despeje de Varane, con toda la retaguardia española sin diente de sierra.

Del aviso del Kashima no se dio por enterado el grupo de Zidane hasta que el propio Shibasaki dejó al mundo boquiabierto con su segundo gol. El “diez” local tuvo más hueso que ningún blanco para atrapar un patadón al cielo de Sergio Ramos. Cosida la pelota, Shibasaki se gestó por su cuenta una gran diana con un zurdazo imposible para Keylor Navas. El heroísmo de la debilidad: el Kashima por delante ya empezado el segundo acto.

En desventaja, con las alarmas en rojo mientras se frotaba las legañas, por fin espabiló el Madrid, ya sabedor de que no estaba en una verbena, que la final no era simple apeadero hacia la gloria. El equipo visitante se cuadró, ya sin fisuras hasta los últimos minutos, con Casemiro de escolta de los centrales y Carvajal y Marcelo como ventiladores. Benzema, animado como nunca, el jugador de la noche en Japón, cogió el partido por el pecho y entorno a él gravitó todo el Madrid. Una trenza del francés con Kroos derivó en el enésimo asalto de Lucas hacia la meta de Sogahata. Yamamoto le atropelló y Cristiano ejecutó con acierto el penalti.

Con el empate, durante un buen trecho el Madrid encapotó al Kashima, que ya apenas tuvo vías de escape hasta que el Madrid se deshilachó de nuevo en las últimas escenas, en las que el árbitro incluso indultó de la expulsión a Sergio Ramos. Hasta entonces, CR se olvidó de las caricaturas con los pies y el Madrid rozó la remontada en varias ocasiones.

CR7 celebra el triplete. Foto: AP

Pero de forma inopinada, de nuevo estuvo fuera de lugar cuando caía el telón. Tanto honor tuvo el Kashima que llegó a la prórroga con el Real enchironado cerca de Keylor. Zidane, que solo había hecho un cambio, y sorprendente –Isco por el punzante Lucas-, asistió acongojado a la mayor entereza física de su adversario, que rozó la épica con su intrépido final de encuentro, con oportunidades para Fabricio y Endo. Un espejismo para el meritorio conjunto japonés. En el tercer tiempo se impuso la lógica, y el madridista de la final (Benzema) asistió de maravilla al mayor icono madridista (Cristiano). Yuma, con un cabezazo al larguero, mantuvo el suspense, pero no le alcanzó. Emergió el CR reconocible con otro gol y se convirtió, tras el gallego Luis Suárez en 1964, en el primer jugador en conquistar en un curso la Copa de Europa, la Eurocopa y la Intercontinental-Mundial de Clubes. Un genio oportuno para evitar la sorpresa del siglo.

EFE

 

 

 



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