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EDITORIAL

3 de febrero de 2017

Ser dueños de nuestro presente

Ser dueños de nuestro presente es buscar incansablemente nuestro ser, jamás sacrificar nuestra vocación por complacer a alguien y estar dispuesto a todo para realizarnos.

“El hombre no es víctima de las circunstancias, el hombre crea su propia circunstancia” – Telhar de Chardin

La ignorancia de creer que ya se sabe todo o de negar la posibilidad de poder experimentar un cambio profundo en la manera de ser y de percibir la realidad. Algunos justifican esta actitud denominándose "escépticos", pero en el fondo tan sólo muestran una falta de conocimiento y comprensión de sí mismos.

Todos tenemos un potencial por desarrollar, que no sólo está relacionado con el descubrimiento y la profesionalización de nuestras virtudes y talentos, sino con nuestra propia paz y felicidad interiores. Sucede que somos dueños de nuestro presente pero no de nuestro Destino, que hay una Inteligencia superior a la razón simple, que estar presente no significa ser invencible, pues somos seres extremadamente vulnerables y sensibles, que hacemos de este mundo nuestro hogar cuando en verdad es nuestro navío, surcamos olas de cambio porque todo es movimiento y no moverse significa estancarse y envejecer prematuramente.

Hay almas jóvenes que se fugan con la rapidez del viento pero dejan raíces profundas de las semillas que esparcieron...Si supieras que arriesgarse a vivir es arriesgarse a morir en cualquier momento, ¿qué cambiaría en ti? ¿Quizá amarías más intensamente y dejarías de lado tus miedos? ¿Encontrarías la paz que buscabas? ¿Tomaríamos más consciencia del regalo de la vida? ¿Agradeceríamos cada momento que se nos brinda como una ocasión única? ¿Qué aprendimos de aquellos que dejaron tras ellos la huella de su paso y su fragancia impregnada en nuestro recuerdo?

A esta realidad es a lo que se llama determinantes circunstanciales, es la circunstancia que ustedes y yo hallamos al llegar a este mundo, no nacimos en el siglo XIX, ni vamos a nacer en el siglo XXI, ya nacimos y nos encontramos aquí y ahora, entonces, ¿qué tenemos que hacer una vez que estamos conscientes de ello? 
 
Lo que tenemos que entender es que nuestra circunstancia personal nos fue dada y ya, no la podemos cambiar, no podemos estar toda la vida quejándonos de la vida. Reflexionen: esto te tocó a ti, esto le tocó a él y esto me tocó a mí, y ya no podemos modificarlo. ¿Qué cuerpo les gustaría tener?, pero sean bien pensados, qué cuerpo les gustaría tener, quieren la respuesta más acertada, bueno, pues el que tienen, no hay remedio, no tenemos opción, por más cirugía y por más implantes o desplantes que se hagan es el mismo cuerpo el que tienen; hay gente que yo conozco, que tres o cuatro veces se restiró por todos lados, es más, cuando  se ríen levantan las rodillas, ya no saben qué hacer para verse mejor, para modificar el hardware que traen, ese hardware, jóvenes amigos, nadie lo puede modificar, qué tenemos que hacer con nuestra realidad: ¡Aceptarla! Lo primero es darse cuenta de que la vida es un misterio: en vez de verse como un problema a resolver, puede disfrutarse como una oportunidad para aprender a mantener la serenidad y el equilibrio, sean cuales sean nuestras circunstancias externas.

 

Reaccionar negativamente frente a la adversidad es muy fácil; tan sólo implica dejarse llevar por la inercia y la inconsciencia"


Una vez que entendemos nuestro destino y aceptamos nuestra circunstancia, lo siguiente es forjar nuestro porvenir, lanzarnos a construir nuestro presente, lanzarnos a conquistar nuestro futuro, eso sí nosotros lo podemos decidir. Teilhard de Chardin, uno de los grandes pensadores de todos los tiempos, que precisamente por pensar así casi le valió la excomunión en su tiempo, se atrevió a decir en pleno seno de la Iglesia que "el hombre no es víctima de las circunstancias, el hombre crea su propia circunstancia", como aquel al que le preguntan: " ¿Por qué eres un borracho?" y contesta: "Pues cómo no voy a ser un borracho, si todos mis hijos son borrachos", o: "Es que entré a trabajar en una embotelladora de ron y agarro la jarra todos los días en la línea de producción". 

En un momento dado hay gente que se siente víctima del medio ambiente, se siente víctima de sus padres, se siente víctima de su cuerpo, se siente víctima de todos, es más, se siente víctima hasta de Dios. En verdad, cuántas veces han comentado con algún compañero: "Oye, ¿por qué te aplazaron en matemáticas?" y él le responde: "Ya estaba de Dios", imaginen a nuestro Señor estudiando matemáticas.  

Tenemos que aprender que la circunstancia del presente y del futuro no está dada ni por la buena ni por la mala suerte ni por mis padres, ni por mi cuerpo, ni por el vecino, ni porque le caí bien o mal a la maestra de matemáticas me va a acreditar o a reprobar; en cambio, sí tiene que ver mucho la circunstancia que yo cree en mi vida.  
 
El ser humano, los jóvenes de edad o de espíritu, todos los jóvenes, todas las personas, deseamos y podemos tener las circunstancias que queramos, ¿no les gusta su grupo de amigos?, cambien la circunstancia; ¿no les gustan sus ingresos económicos?, cambien su nivel socioeconómico y busquen otro trabajo; ¿no les gusta su vida espiritual?, busquen una superior, busquen qué es lo que quieren modificar y modifiquen su porvenir.

Ya que no podemos cambiar lo que nos pasa, pues los hechos externos no dependen de nosotros, lo que sí podemos modificar es la interpretación que hacemos de lo que nos ocurre. En eso consiste madurar, en dejar de creernos víctimas de nuestras circunstancias para empezar a hacernos responsables de lo que experimentamos en nuestro interior.

Aceptar es comprender que las cosas no siempre suceden como a nosotros nos gustaría. En vez de pretender que la realidad se adapte a nuestras rígidas expectativas, hemos de aprender a vivir conscientemente, dándonos cuenta de que la sabiduría consiste en fluir flexiblemente, adaptándonos y sacando lo positivo de cada situación. Para lograrlo, se debe contar con la energía suficiente para poner en práctica todos estos principios. Y gracias a los nuevos resultados obtenidos, podemos experimentar un cambio de paradigma: no cambiarás cuando cambien tus circunstancias, sino que éstas cambiarán cuando cambies tú.

Decía Winston Churchill sobre la autodeterminación del hombre: "Lo que yo decida hacer con mi vida, lo voy a hacer", nada más que decídete a hacerlo, lánzate a hacerlo. Esto es verdaderamente lo más importante, lanzamos a hacer las cosas por nosotros mismos



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