DEPORTES
3 de marzo de 2017
La difícil sucesión de Luis Enrique
El próximo entrenador del Barca deberá manejarse en un vestuario complejo
Ser entrenador del FC Barcelona supone un reto irresistible y millonariamente remunerado, pero empieza a tener un reverso oscuro en absoluto idílico que se manifiesta en abandonos no forzados de tipos tan capaces como Pep Guardiola o Luis Enrique. El patrón se ha repetido en ambos: deterioro físico repentino, aparición de canas cuando no de calvicie y pérdida progresiva de energía hasta decir basta. El próximo técnico deberá saberlo antes de dar el sí sin reflexionar llevado por el entusiasmo.
Más allá de la crítica mediática, siempre mal llevada por entrenadores perfeccionistas y con grandes egos, el denominador común del desgaste ha sido la convivencia diaria con un vestuario cada vez más complejo, repleto de estrellas y veterano en su nucleo duro. Aquel famoso “al final prendrem mal” (“al final nos haremos daño”) de Guardiola no verbalizado por Luis Enrique pero intuido por todos. El club tiene claro que el nuevo inquilino del banquillo del Camp Nou deberá estar preparado para manejarse en un equipo cuyo chasis (titulares indiscutibles) no ha cambiado, aunque sí ha envejecido. En el tercer año de Luis Enrique algunos futbolistas han emitido señales de estancamiento y sólo a Umtiti y Denis Suárez (André Gomes es una incógnita), entre los jóvenes, se les adivina verdadero potencial para la consolidación en el primer equipo. El paulatino relevo generacional que exige la situación provoca que el candidato elegido lo sea de un proyecto largo, de al menos tres años, ajustándose al mandato de Josep Maria Bartomeu, al que le quedan cuatro. Junto al presidente decidirán el trascendental relevo Albert Soler, director de deportes profesionales, y Robert Fernández, secretario técnico. El perfil demandado, de mano firme, atrevida y duradera según reza la oferta de trabajo, alcanzará la perfección si además concilia esas características con las del gusto por el fútbol atractivo en sintonía con el estilo.
A la espera de conocer el nombre de este entrenador prácticamente irreal, empiezan a conocerse más detalles del anuncio del adiós de Luis Enrique. La cara con la que llegó de sus últimas vacaciones veraniegas sirvió de anticipo de una profunda charla allá por el mes de agosto. “No creo que siga después de esta temporada”, les dijo a Albert Soler y Robert Fernández. Posteriores encuentros a lo largo de la temporada fueron en la misma dirección y la derrota de París no fue más que el empujón definitivo. Los cuatro implicados consensuaron que lo mejor sería hacer pública la decisión o contra el Sporting o contra el Celta este sábado (los dos partidos se disputaban en el Camp Nou), pero los resultados en el Calderón (1-2) y contra los asturianos (6-1) convirtieron en propicia la jornada del miércoles, adornada después por el empate del Real Madrid contra el Las Palmas, que facilitó el liderato.
La relación entre Luis Enrique y el club ha sido muy buena profesionalmente. El asturiano, áspero en las salas de prensa, es muy directo en el trato personal de puertas adentro, en este caso con Robert Fernández y Albert Soler, sus interlocutores, que han apreciado esa transparencia hasta el final. Lógicamente ha habido momentos de tensión, como cuando el club no le trajo a Nolito hace poco más de un año pese a su insistencia, pero el vínculo nunca se rompió. En este sentido, la poca persistencia del asturiano en su demanda de un lateral derecho tras la lesión de Aleix Vidal reforzó la sensación de huida definitiva. Se entendió que era mejor esperar al nuevo entrenador para acometer ese fichaje y no parchearlo con un saldo de futuro incierto en un mercado tan limitado. Esa demarcación será efectivamente reforzada el verano que viene, también se fichará a un centrocampista y, lo más importante, habrá ventas.
Existía temor en el club acerca de la repercusión del anuncio del adiós de Luis Enrique, pero la coyuntura ha ayudado mucho a suavizarlo. La reacción del entorno ha sido amable, incluso entre quienes consideran a Luis Enrique poco menos que un demonio. El doblete aparece como posible, el asturiano ha quedado liberado para darlo todo estos tres meses y los jugadores, precisamente por su experiencia, han aceptado el reto de competir como se vio en su respuesta en el Calderón y contra el Sporting. Mayor desafío supondrá el trabajo para el nuevo en-
trenador. No es fácil sortear a la trituradora. El reconocimiento del vestuario en el día de ayer al descomunal esfuerzo de Luis Enrique sirve de pista. Ni un triste tuit.
Fuente: Joan Josep Pallàs corresponsal en Barcelonas
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