REFLEXIONES
22 de marzo de 2017
El objetivo de la escuela deben ser los alumnos
En educación, ese cambio se producirá en que los alumnos estén en el centro del hecho educativo.
Para poder avanzar hay protagonistas esenciales, los docentes y los directivos. Sin ellos nada será posible.
Son ellos los que requieren de toda la atención, de la capacitación adecuada, para que puedan desempeñarse.
Quizá uno de los mayores desafíos ofrecidos por la educaciòn, no suficientemente destacado por los análisis, es que el Estado vuelva a ser el garante del derecho ciudadano a tener buenos servicios estatales. Por ejemplo a educarse bien o a recibir salud de calidad. Para esto se hizo necesario poner en primer plano al destinatario e insistir en que los agentes estatales deben estar a su servicio.
En educación, ese cambio se producirá en que los alumnos estén en el centro del hecho educativo. Para que esto suceda sus padres pagan impuestos que sostienen el sistema. Es necesario comprobar que cada acción realmente pone al alumno en ese lugar deseado. No basta con declamarlo, hay que lograrlo.
Esta visión explica muchas de las acciones del gobierno escolar ya tomadas y es la que guía las que vendrán. Por ejemplo, cuando se evalúa el sistema no se lo hace para castigar a alguien o para apuntar a fines espurios, como algunos aisladamente pretendieron, sino para saber qué problemas tienen nuestros chicos, con el objetivo de diseñar las estrategias pedagógicas adecuadas para vencerlos.
Al proponer una medida; por ejemplo en la ùltima evaluaciòn de calidad nacional; como el Ítem Aula se apuntó a destacar a quienes cumplen en relación con quienes no lo hacen, pero no por un afán estadístico sino pensando que debemos alentar a quienes cumplen con los chicos con su presencia.
Cuando se aplicó una nueva normativa de presentismo de alumnos se quiso transmitirles que no es lo mismo estar que faltar y que las laxas y demagógicas normativas de los últimos años sólo favorecieron el ausentismo. Los resultados inmediatos de estas acciones en 2016 fueron tan contundentes que eximen de más comentarios y nos muestran el buen camino.
En breve, hay que comunicar nuevos criterios para la convivencia escolar, alentados por la necesidad de decirles a nuestros jóvenes que no es igual portarse bien que no hacerlo, diferencia que, nuevamente con inexplicable demagogia, se desdibujó durante mucho tiempo.
Un hecho anecdótico reciente puede ser muy ilustrativo de este cambio cultural de enfoque con el alumno en el centro, algo que se declama mucho, pero que no siempre se verifica en las acciones y sus consecuencias.
El programa Educativo de la Naciòn dispone de un mecanismo para que llegara dinero a todos los docentes de la Naciòn, como el FONIT (que equipara los sueldos en todas las provincia), luego estaba el proyecto de calidad, que tambien otorgaba dinero a las escuelas de gestiòn pùblica, a fin de que pudieran, luego de elaborar un proyecto que tenía muchas posibilidades de acciones y que debía ser aprobado, contar con financiamiento para desarrollar sus estrategias. ¿Quién mejor que la propia escuela para saber cuáles son sus necesidades? Pues bien, hubo directores que no presentaron proyecto. Hace unos días reflexionaba con algunas supervisoras y supervisores que quienes permitieron esto, directivos escolares y de supervisión, pensando en que con su actitud iban en contra de una determinada gestión, en realidad le estaban haciendo un daño a sus alumnos. ¿No hacer lo necesario para obtener fondos es una rebelión contra un circunstancial gobierno con el que no se está de acuerdo o es claramente hacerle un daño a sus alumnos? La respuesta es tan obvia que nos lleva a redoblar el esfuerzo y explicitar esta visión para evitar que vuelva a suceder.
En este contexto, una protagonista central de lo que se viene es la familia. Porque sin los padres, sin los abuelos, sin los que se ocupan de los chicos alineados con la escuela, nuestras instituciones y nuestros docentes se quedan muy solos. Por un lado, es necesario que haya padres presentes en la educación de sus chicos para que no se pretenda que la escuela haga lo que debería hacer el hogar. Pero además, la familia debe ser el primer sostén para que el docente trabaje con apoyo y con el respeto de su alumno.
Sarmiento escribió en el discurso de inauguración del colegio Santa Rosa en San Juan, que dirigió cuando tenía apenas 29 años: “He invitado a los padres de familia, y han respondido con entusiasmo a este llamamiento, más bien llevados del ardiente deseo de dar a sus hijas una instrucción cuya necesidad sienten, que satisfechos por mis aptitudes para proporcionarla”. Eso es lo que debemos recrear hoy en este cambio cultural que requiere nuestra educación.
Las medidas de un gobierno sólo ayudan a ese deseo de instruir a los chicos, que debe estar por encima, tanto en la familia como en los docentes.
El año que se inicia nos encuentra con un clima distinto, rodeados de problemas, pero con cambios en marcha; además con la experiencia de haber evaluado el sistema y con acciones para mejorar la educación inicial en su imprescindible articulación con la primaria, donde estamos poniendo en marcha estrategias para mejorar el proceso de alfabetización, además de realizar el abordaje de quienes ya están transitando su educación con dificultades. Y luego, en el paso a la secundaria, hay que trabajar fuerte para que los chicos no se nos vayan del sistema y encuentren en su educación obligatoria un camino de realización como personas y en el mundo laboral.
Para poder avanzar hay protagonistas esenciales, los docentes y los directivos. Sin ellos nada será posible y son ellos los que requieren de toda la atención, de la capacitación adecuada, para que puedan desempeñarse. Se suele poner el foco en los fracasos del sistema. Debemos acreditarles a los docentes los éxitos, que son más numerosos que esos fracasos. Cualquier método de enseñanza, cualquier cambio, no será efectivo si no tiene la comprensión y el apoyo de quien sobrelleva el peso en el aula.
Todos, familia, docentes, gobierno escolar, nos debemos enfocar en una tarea conjunta, sin perder de vista el objetivo, que son los alumnos. En eso estamos, en esa dirección debemos seguir. Quizá si nos comunicamos todos mejor nos daremos cuenta de que no es tan complicado enfocarnos en una dirección común, con objetivos compartidos, con estrategias para ir dando solución a las dificultades y reparando las deficiencias de todo tipo que nuestro sistema educativo arrastra hace años. Ningún cambio que mejore los resultados educativos significativamente será posible sin una acción de conjunto, y tampoco sucederá en un plazo breve.
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