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4 de junio de 2017

San Lorenzo le ganó a River

El Ciclón venció por 2-1. Primero se había adelantado 1-0 por un gol de Nicolás Blandi a los 13 minutos de juego, pero el Millonario lo igualó a los 19 por intermedio de Sebastián Driussi, con un tiro penal. En el segundo tiempo, a los 10, Paulo Díaz volvió a desnivelar el marcador.


Si a River se le pudo haber escapado un porcentaje del campeonato porque su libreto no contó con los debidos ejecutantes. Con un agravante añadido: esa carencia fue en las dos áreas. River hizo agua en los dos extremos del campo, donde se definen los partidos.


En ataque no contó con el suspendido Alario y Driussi se fue con una lesión que preocupa a los 26 minutos del primer tiempo en el Nuevo Gasómetro. Entre los dos convirtieron 29 de los 48 goles en el torneo. Un vagón de efectividad para este River que descarriló ante un San Lorenzo que hizo negocio, primero, con las desatenciones de su rival y, en el cierre, con su desesperación.

La diferencia de Alario y Driussi a Auzqui, Alonso y Larrondo es abismal. El ex Estudiantes fue titular, chocó mucho (se llevó un corte en el cuero cabelludo), nunca encontró su lugar, ni cuando arrancó centrado ni cuando se tiró sobre la derecha, y se perdió un gol que Alario o Driussi hubieran hecho con los ojos cerrados. Alonso es un atacante inteligente, de buena lectura táctica, pero a los 39 años se le nota la discontinuidad. Tuvo la igualdad en el final y le faltó potencia. River dependió de una mano de Angeleri para marcar de penal. Toda una muestra de lo que le costó gol.


Estéril en ataque, River también hizo concesiones atrás. Sufrió dos tantos de jugada con la pelota detenida. Más allá de la estupenda definición de Blandi, la defensa estuvo paralizada cuando el Ciclón jugó un lateral en ataque. Y en el segundo gol, Paulo Díaz se lleva por delante una pelota que no supo despejar Batalla, cuya lista de errores sigue engrosándose.

Demasiado solo quedaron la gambeta y desequilibrio de Pity Martínez. No encontró socios, con Rojas impreciso y Nacho Fernández desenfocado. Por faltarle, River también extrañó el turbo del paraguayo Moreira. Reapareció Casco, demasiado descontrolado en algunos en algunos cruces.


River terminó con un dibujo extraño, un 4-2 (Ponzio-Nacho Fernández)-3 (Auzqui, Larrondo y Martínez)-1 (Alonso). Ahí ya ni se lo notaba su reconocida idea de juego. Fue empuje sin profundidad, apuntar con pólvora mojada. Cansado e impotente. Tuvo nostalgia por figuras que faltaron y desazón por hombres clave que fallaron en un momento en el que el costo puede ser que el título se lo lleve otro.



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