REFLEXIONES
2 de julio de 2017
La importancia del marketing político
la política en definitiva es la que se manifiesta a favor o en contra, en la vida cotidiana de la gente.
En tiempos electorales como los que ya estamos viviendo, los partidos y sus candidatos apelan a las más variadas estrategias para captar la atención, y por supuesto los votos, de los ciudadanos.
Es lógico que así sea –son las reglas del juego de la política-, pero en ocasiones el marketing añade elementos distorsivos de la política, lo cual es preocupante. Pero más preocupante aún es cuando el marketing se convierte en una obsesión de tal magnitud que avanza sobre la política y a veces, incluso, termina reemplazándola.
El marketing político no solo busca convencer al electorado de las bondades de determinado dirigente o candidato, sino también saber qué quiere o espera el ciudadano común de la política.
Indagar estas inquietudes del electorado es, en principio, una decisión correcta, pero cuando la campaña electoral se basa fundamentalmente en transmitirle a la gente lo que la gente desea escuchar, sea ese mensaje congruente o no con el proyecto o la ideología política del candidato que se ofrece casi como un producto, el marketing incursiona por territorios escabrosos que terminan encubriendo, a veces deliberadamente, el futuro y real plan de acción político.
Y esto porque en demasiadas ocasiones lo que se dice guarda escasa relación con lo que finalmente se hace. El marketing, entonces, opera durante la campaña y en determinados momentos de la gestión a través de puestas en escena con nada de espontaneidad, pero la política en definitiva es la que se manifiesta en el despliegue de acciones que son las que impactan en última instancia, a favor o en contra, en la vida cotidiana de la gente.
Se han observado en los últimos tiempos, además, esfuerzos desmedidos por colocar a los principales dirigentes políticos en contacto con personas comunes, a los efectos de transmitir una imagen de cercanía entre los ciudadanos del llano y los que representan el poder político.
Son muy comunes las puestas en escena del presidente de la Nación dialogando con personas comunes, estrategia del más elemental manual de marketing político concebido por Jaime Durán Barba, pero son episodios carentes de cualquier espontaneidad, verdaderas puestas en escena que evitan cualquier reacción que no pueda ser controlada por los especialistas, que registran todo con cámaras de baja calidad o teléfonos celulares para después difundir como un encuentro casual.
La ex presidenta ha recurrido también a tácticas de similar tenor, como la comunicación que tuvo con un panadero que le cantaba una declaración de "amor” político a través de un video que se viralizó en esta semana.
El problema es que esas puestas en escena se notan demasiado, y si bien logran mostrar al dirigente poderoso en una situación de cercanía con el pueblo, la eficacia del plan debe por lo menos ponerse en duda.
Nadie puede desmerecer la importancia del marketing político, pero de nada sirve cuando es puro cartón pintado, una escenografía sin relieves, un mensaje colorido y atractivo para los sentidos pero vacío de contenido. Abusar de ello suele pagarse más temprano que tarde.
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