DEPORTES
2 de julio de 2017
Brian Castaño retuvo el título mundial y su entorno evitó lo que pudo haber sido un engaño en las tarjetas
El boxeador de La Matanza conservó por primera vez el cetro interino superwelter AMB; los jueces intentaron una maniobra con las tarjetas descubierta por la TV francesa y el manager de Castaño
Le dio de lleno una derecha a la formalidad de los pronósticos. La izquierda se metió como un martillazo en el rostro del sistema que intentó despojarlo de un triunfo logrado en buena ley. Su vieja vida, la del mote de esperanza, quedó bamboleándose en una soga y el futuro se trasformó en presente. Con los puños caliente de la furia y la frialdad oportuna de un estratega, Brian Carlos Castaño se recibió de campeón. Ajeno la belleza que regalaban de fondo el lago Lemán y los Alpes franceses, en la pequeña localidad de Évian, el bonaerense derrotó por puntos al marfileño nacionalizado francés Michel Soro y retuvo por primera vez el cetro mundial interino superwelter AMB.
A los 27 años, Castaño se erigió en el nuevo héroe del pugilismo nacional. A falta de nombres importantes que combatan en el primer nivel mundial, hizo lo que debía hacer para ratificar sus enormes condiciones boxísticas ante el desafío más duro de su promisoria carrera. Con frialdad e inteligencia, siendo muy fiel a su estilo, el argentino logró en el ring un inobjetable triunfo más allá de lo que expresaron las tarjetas de los jurados: las dos primeras a favor del argentino (115-113 y 115-113) y la tercera para Soro (116-112); los hombres de saco y corbata fueron quienes dilataron la lectura del fallo por querer modificarlo a favor de Soro. Sin embargo fue una burda maniobra, de la que formaba parte el promotor del púgil local, Michel Acaries, y el fiscal del combate. Así, el engaño quedó en evidencia gracias al accionar de la televisión francesa y fue abortada por la rápida intervención de Sebastian Contursi, manager de Castaño.
Consciente de que se exponía a un examen excluyente, sin importarle los riesgos de ser víctima de un fallo localista, Castaño (14-0, 10 KO) aceptó el reto de defender la corona que ganó en 2016, ante el puertorriqueño Emmanuel De Jesús, movido por dos razones lógicas: una buena bolsa y su hambre de gloria. El trámite del combate fue parejo en los primero seis rounds. Sin embargo, la potencia y la justeza de los directos del argentino comenzaron a prevalecer ante la merma física de Soro, quien en las últimas tres vueltas evidenció un pronunciado quedo. Con un excelente estado físico y con mucha determinación para dominar el centro del ring, Castaño salvó su reinando y la vigencia del alicaído boxeo nacional en el primer nivel mundial.
Castaño nació y se crió en Isidro Casanova, en el barrio La Chaca, bajo el techo de un hogar humilde pero lleno de amor. Rebelde, pendenciero y poco afecto al estudio, a los 11 años, incentivado por su papá Carlos, encontró en el boxeo la puerta de salida a las trampas de la calle. "Si no fuera por mi viejo y el boxeo, no sé dónde estaría.", reconoció, hace un tiempo, Brian. Su historia, también, esconde un grave problema de salud. En 2014, después de sufrir una descompensación y ataques de pánico reiterados, se le detectó una pequeña afección cardíaca que amenazó con evaporar su promisoria carrera. Sin embargo, la decisión de emigrar a Estados Unidos en 2015 le trajo rápidas gratificaciones: la fortaleza de su boxeo y la astucia de Sebastián Contursi, su nuevo manejador, lo posicionaron entre los mejores exponentes de la categoría superwelter.
El Brian, como lo llaman los amigos, o Sugar Ray, como lo bautizó un periodista -por su estilo similar a Leonard-, hoy se recibió como un campeón mundial de condiciones probadas, capaz de dar la talla en peleas contra rivales de fuste. El trascendental triunfo logrado ante el marfileño Michel Soro (30-2-1, 20 KO), lo obliga a redoblar la apuesta y a enfocarse en una posible unificación con el cubano Erislandy Lara (20-2-2, 12 KO), supercampeón AMB, o con el norteamericano Demetrius Andrade (24-0, 16 KO), campeón regular. Después de todo, esos son los compromisos que gravitan cualitativamente. Los que valen doble.
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