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20 de septiembre de 2017

A diferencia de su padre, Kim Jong Un sí utilizaría la bomba nuclear

El objetivo del hijo, en cambio, es conseguir la bomba nuclear. Por eso no se ha sentado ni una vez a negociar con otros países.

“Kim Jong Un es muy distinto a su padre y mucho más peligroso”, advierte Cheong Seong Chang, analista del think tank surcoreano Instituto Sejong y uno de los máximos expertos en los entresijos del poder en Pyongyang. “Kim Jong Il veía la carrera nuclear como un instrumento en las relaciones internacionales de su país y para blindar el liderazgo de su familia. Incluso dijo a los estadounidenses que estaba dispuesto a abandonarla.

El objetivo del hijo, en cambio, es conseguir la bomba nuclear. Por eso no se ha sentado ni una vez a negociar con otros países. Es un hombre muy peligroso que puede provocar la guerra y, si obtiene la bomba, sí podría utilizarla”.

Cheong, que participó ayer en un coloquio en Casa Àsia, es una de las voces que, con creciente insistencia y en contra de la posición oficial del Gobierno de Seúl, reclaman que su país no puede seguir a merced de los intereses de Estados Unidos y China y debe dotarse de armas nucleares para protegerse del enemigo norcoreano. “Si Pyongyang llega a desarrollar misiles balísticos intercontinentales, seremos nosotros los más amenazados”, argumenta Cheong, cuya opinión es escuchada con atención en Seúl: ejerce como asesor en el Ministerio de Unificación surcoreano.

“Todo depende de China. Si Pekín sigue bloqueando el embargo total de petróleo al régimen de Kim Jong Un, Corea del Sur no tendrá más remedio que reforzar sus capacidades militares”, añade. Los expertos surcoreanos estiman que Pyongyang conseguirá los misiles intercontinentales en un plazo de entre uno y dos años.

Cheong agradeció ayer a España, en nombre de su Gobierno, que haya expulsado al embajador norcoreano de Madrid. El analista está convencido de que la única forma de detener la escalada armamentística de Kim es la presión de la comunidad internacional y descarta una revuelta interna que le haga caer. “Tras la muerte de Kim Jong Il muchos expertos extranjeros dijeron que el régimen no duraría. Fue un análisis del todo equivocado. Kim Jong Un supo tomar el control del ejército y de los servicios de seguridad y desde el 2009 no ha parado de consolidar su poder. También cuenta con un fuerte apoyo popular”, señala.

Así, sólo queda la estrategia de las sanciones económicas, con el objetivo de erosionar el apoyo de los cuadros y de la población. Cheong sostiene que la única medida que puede golpear al ejército norcoreano, principal sostén de Kim, es el embargo total de petróleo. China, aliado de Pyongyang, se ha negado de momento a avalarlo. Tras el último ensayo nuclear, Pekín apoyó nuevas sanciones–un recorte del 29% del suministro de crudo al régimen y la prohibición de las importaciones textiles–, aunque más suaves de lo que EE.UU. quería.

Pese al aumento de la tensión, Cheong afirma que la posibilidad de una guerra en la península “es todavía muy baja”. Ni un lado ni el otro lo quieren, sostiene. Pyongyang podría tomar la delantera en un principio, pero el régimen no tiene capacidad para hacer frente a una guerra de larga duración. También EE.UU. sabe que si lanzase una operación para asesinar a Kim Jong Un, la venganza norcoreana sería fatídica para sus aliados surcoreanos y japoneses.



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