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29 de noviembre de 2017

El Rojo ganó y se clasificó para la final de la Copa Sudamericana

Tras el 0-1 en Paraguay, los de Avellaneda lo dieron vuelta ante su gente con una victoria por 3-1, con goles de Gigliotti (2) y Barco; enfrentará al vencedor de Junior-Flamengo.

Estalló el Libertadores de América. Se derritieron los hinchas en las tribunas. Sintieron que el infierno estaba encantador. Se enjuagaron varios la cara sin ocultar la emoción.

Independiente es Independiente y no es poco. A los Rojos le hierve la sangre y les explota el pecho. Pero no se trata sólo de creer que es por estar nuevamente en una final internacional después de 7 años. No tiene que ver con sentir que es posible poder quedarse nuevamente con el cetro sudamericano como sucedió en 2010 ante Goias.

Los Rojos sienten que están en ese lugar de privilegio con una identidad definida. Y alguno puede pensar que eso de los estilos a esta altura de la historia es un pequeño detalle, pero eso sería desconocer buena parte del asunto. Este equipo exuda sentido de pertenencia y se aferró a una idea de la mano de Ariel Holan, un entrenador que conoce cuál es el ADN de este lado de Avellaneda. Y la victoria ante Libertad por 3-1, en definitiva, no fue más que una confirmación de que hay un grupo convencido de cómo debe expresarse en el campo de juego.


La tensión invadió la cancha desde que comenzó el juego, pero los Rojos se encargaron de dejar en claro que no iban a renunciar a su bandera: poner la pelota a ras de piso. Les costó por momentos, en especial en la segunda etapa, pero lo intentó. Nadie pensó que no era la forma de hacerlo, aún cuando se trataba de una semifinal de la Copa Sudamericana y que debía marcar dos goles para poder acceder a la definición de la competencia. Y allí está el secreto de todo. Es que los jugadores se desarrollan en la cancha con la tranquilidad de saber que eso en lo que creen es lo mismo que sienten desde la tribuna. Y bajo esa idea espera ahora a su rival en la final que saldrá del cruce entre Junior de Barranquilla y Flamengo, que se miden en Colombia por el partido de vuelta este jueves, a las 21.30.

Y la sintonía en este ciclo de Holan está tan ajustada que hasta un alcanzapelotas resultó determinante para abrir el marcador. Porque le dio rápido el balón a Meza para que saque el lateral que le permitió a Bustos entrar solo dentro del área donde fue derribado por Alcaraz. Allí comenzó a escribirse este capítulo de ensueño para Independiente. Ezequiel Barco cambió el penal por gol y el estadio latió furioso.


No sabe de renuncias a una idea este equipo de Holan y fue por más, porque siempre siente el juego de una forma especial. Y la consecuencia de la claridad en el mensaje que llega desde el banco de los suplentes se advirtió en que 60 segundo después de la apertura del marcador, volvió a estirar la ventaja con las mismas armas: inteligencia colectiva para advertir que las debilidades estaban por la izquierda de la defensa de Libertad. Por eso Meza insistió por ese costado y encontró por el centro a Gigliotti para empezar a poner un pie en la final de la Copa.

Es cierto, la pasó mal y justamente por no dejar de intentar. Cortó el aire cuando descontó Cardozo Lucena, pero lejos de sentir apuro porque se complicaba nuevamente el asunto, Independiente mantuvo la calma. Y supo leer nuevamente que el equipo paraguayo comenzaba a ofrecerle ventajas pero por el otro costado y hacia allí lanzó su batería de recursos. Fue el uruguayo Silva el que tomó la determinación de llegar hasta el fondo y desde allí, lejos de tirar un centro y ver qué pasaba, se tomó un segundo, levantó la cabeza y vio que Gigliotti iba nuevamente por el corazón del área. Allí fue la pelota y el Puma se encargó del resto.


Jugaron los nervios también. Se respiró ansiedad y hasta una alta dosis de temor por la llegada de un gol de Libertad que aniquilase el sueño. Se arrugó en su campo el equipo de Holan, no por quererlo o planearlo de esa forma, sino porque se le entumecieron las ideas por la presión de la cita. Las fuerzas áreas paraguayas congelaron la sangre en el Libertadores de América. El entrenador local lo advirtió y terminó por darle lugar a Amorebieta para armar una línea de cinco jugadores en el fondo. Claro, cómo pensar que eso habla de un equipo osado, pero este equipo no sólo es osado cuando debe sino que es inteligente cuando el partido lo pide.

Es verdad que armó un bloque defensivo para sostener la ventaja, pero también fue evidente que se sintió más seguro y desde allí tuvo alguna situación más, por ejemplo, en los pies de Barco. Pero también es real que sufrió hasta el final. Tuvo el corazón en la mano, sintió angustia también, sin embargo, en la esencia de este equipo hay algo que a la gente le da satisfacción y la anima a augurar que de la mano de Holan van por el título de la Sudamericana. Es que aquí, en una parte de Avellaneda está instalada la sensación de que se recuperó parte de la historia, que este equipo es una buena porción de la identidad de Independiente.



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