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26 de septiembre de 2014

La agricultura de precisión se metió en una bolsa con harina de trigo

Un productor de Casilda usa los datos georreferenciados para elaborar un derivado trazable, con un código QR.

En Argentina, la agricultura de precisión sigue sumando adeptos. Uno forma de dimensionar su nivel de adopción es poniéndole números a la cantidad de equipos que usan su tecnología. Hoy existen más 19 mil sembradoras equipadas monitores de siembra, 15 mil pulverizadoras con banderilleros satelitales y casi 10 mil cosechadoras que mapean los rendimientos, de acuerdo con la última actualización que Mario Bragachini, referente nacional del Inta, realizó esta semana en la experimental de Manfredi, en el marco del 13° Curso Internacional de Agricultura de Precisión y Expo de Máquinas Precisas.

Otra forma de medir el grado de protagonismo alcanzado por esta tecnología es a través de sus resultados a campo. Casi nueve millones hectáreas son sembradas y manejadas en el país con agricultura de precisión. Según Juan Pablo Vélez, técnico del Inta Manfredi, de los 33 millones de hectáreas implantadas con agricultura en Argentina, 23,6 por ciento recibe aplicaciones de dosis variables de insumos.

El desafío que tiene ahora la herramienta es permitir la producción de materias primas diferenciadas. Lograr que los datos recolectados por el productor en las sucesivas campañas agrícolas se puedan aplicar en la obtención de valor agregado en origen. Y aquí también ya hay un adepto.

Gustavo Torresi es la cuarta generación de una familia de contratistas rurales de Casilda, en Santa Fe. Su tatarabuelo comenzó en 1930 con máquinas de arrastre, hasta llegar a la actualidad, en la que cuatro cosechadoras, una de ellas equipada con piloto automático, se encargan de hacer una agricultura que no sólo produce granos sino también datos agronómicos.

Código QR

La incorporación de un molino harinero generó la idea en el seno de la empresa familiar de darle valor agregado en origen a los cereales, a partir de la agricultura de precisión.

El producto elegido fue la harina de trigo trazable. Un código QR impreso en el envase será el encargado de almacenar toda la historia vinculada al producto. Sólo bastará con escanear esa imagen, a través de un celular, para saber cuándo fue sembrada esa variedad, qué estrategia de fertilización recibió, cuántos tratamientos contra plagas demandó, el día de su cosecha y la fecha de su molienda.

“Nos preguntamos por qué no utilizar esa información obtenida con la agricultura de precisión, que primero estaban en una planilla Excel, subirla a una nube de datos y procesarla. Y ahí surgió la idea de hacer un producto trazable”, explicó Gustavo Torresi a La Voz del Campo , durante la realización del Curso en Manfredi.

Con el asesoramiento del Inta y la incorporación de un software específico, que permite a través del celular incorporar en tiempo real los datos de cada una de las labores que se realizan sobre el trigo, el proceso de trazabilidad ya está en marcha. Las 550 hectáreas de trigo que los Torresi comenzarán a cosechar en noviembre serán las primeras en escribir su historia. Va a estar disponible para la lectura de los consumidores en las bolsas de cinco, 10, 25 y 50 kilos, en los que se va a comercializar la harina de trigo.

El método
El costo que insume dar el salto a la trazabilidad es bajo. Según Torresi se trató de un cambio más de método que de trabajo. “Fue cambiarle de nombre a la auditoría interna que veníamos haciendo desde 2005 con los datos de agricultura de precisión y sistematizarla con la trazabilidad”, aseguró.

Con una capacidad teórica de molienda de 40 toneladas por día, el molino de Agrotorresi está trabajando con 28 toneladas diarias “Necesitaríamos unas cuatro mil hectáreas para trabajar a pleno los 360 días del año”, sostiene Gustavo.

Ante la necesidad de disponer de más trigo, la empresa no descarta sumar la producción de terceros. Para ello, los proveedores tendrían que trabajar con un protocolo (incluye la utilización del software específico) que les permita seguir con los pasos de la trazabilidad.

“No utilizamos una sola variedad. Cuando probamos con moler cereal de una sola variedad la harina fue muy tenaz. Los especialistas nos recomiendan mezclar variedades para una mejor calidad panificable de la harina. Por eso se va a informar en el proceso de molienda cuáles son los cultivares que se utilizaron en esa harina”, observó el productor.

Tres sembradoras con monitores de siembra, dos pulverizadoras autopropulsadas con banderillero satelital y cuatro cosechadoras axiales geoposicionadas, integran el plantel de máquinas precisas de la empresa santafesina. “Tenemos una cosechadora con piloto automático que nos permite trabaja con alta eficiencia. Se pueden hacer hasta 10 hectáreas más por día con esta tecnología”, admite Torresi. Si bien no están haciendo siembra con dosis variable (identificando ambientes), la idea de extender la producción a Entre Ríos, donde los lotes son más variados que en la zona de Casilda, hará que incorporen el manejo por sitio específico.

Una forma de trabajo
Andrés Méndez, especialista del Inta en Agricultura de Precisión, sostiene que el futuro el comercio de granos va a ser semejante a un mercado libre.

“La demanda va a buscar a través de Internet, por medio de portales como Google Earth, una determinada materia prima y con sólo apretar un tecla va a poder localizar el lugar del mundo donde se produce”, vaticina el técnico. La trazabilidad será indispensable para ello.

Un paso posterior será hacer la denominación de origen, una certificación que asocia a un producto con el ambiente ideal para su desarrollo, por su latitud y longitud. Al igual que en Francia con el trigo, el ambiente de Casilda ofrece las condiciones de denominación para el cereal.

Tendencia en máquinas precisas
El grano se va a lona. El avance en su diseño y fabricación, que le han proporcionado gran eficiencia de trabajo, hacen que las plataformas de lona (“draper”) comiencen a copar el mercado de cosechadoras. Según lo adelantó Mario Bragachini, referente del Inta en maquinaria agrícola, la estadounidense John Deere va a producir en Argentina drapers de 30, 35, 40 y 45 pies. La centenaria marca del ciervo tiene previsto para 2015 que todas las cosechadoras clase seis en adelante salgan de fábrica con cabezal draper, piloto automático y monitor de rendimiento de serie. Dejarán de ser equipamiento opcional.

Velocidad de siembra. Una cinta transportadora de grano dentro del tubo de bajada de las sembradoras es el elemento que les está permitiendo a las fábricas de sembradoras en Estados Unidos incrementar su velocidad de avance, sin perder eficiencia. Ya hay sembradoras capaces de trabajar a una velocidad de 15 kilómetros por hora con buena dispersión. En Argentina, este equipamiento permitiría mejorar también la velocidad de avance, aunque a menor ritmo. 

Pulverizadoras más livianas y limpias. El uso de la fibra de carbono en la construcción de los botalones de las pulverizadoras es una tendencia creciente. La empresa Caimán, por ejemplo, equipa a su modelo SP HC 3240 con un botalón de 40 metros fabricado por la empresa King Agro. La fibra de carbono es cinco veces más liviana que el acero y ofrece más resistencia. John Deere, por su parte, lanzó una pulverizadora con sistema de inyección independiente de hasta tres productos distintos. Este sistema permite siempre tener el agua limpia en el tanque. En la última edición del Farm Progress 2014, la empresa Hagie presentó una pulverizadora de 40 metros de ancho de labor equipada con orugas de caucho de 50 centímetros de ancho o bien con neumáticos radiales rodado 50.
Fuente:Alejandro Rollán



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