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11 de abril de 2018

Las claves del desastre del Barca ante el Roma

El conjunto azulgrana, irreconocible ante los italianos, volvió a quedarse en los cuartos de final de la Champions

Un FC Barcelona irreconocible se hundió en el Olímpico de Roma para quedarse nuevamente en los cuartos de final de la Champions League. Una hecatombe que se fraguó poco a poco y que, por inesperada, significó un golpe durísimo. Después de pasar el partido por la lupa, esta es mi visión sobre las que fueron las claves tácticas del encuentro. 

1. Di Francesco gana la eliminatoria (superioridad + presión)

Mientras Ernesto Valverde repitió el mismo equipo de la ida, Eusebio Di Francesco retocó su habitual 4-3-3 y diseñó un entramado en forma de 3-6-1 enfocado a la presión y a la superioridad de efectivos en la zona del medio campo. Dzeko fue la única referencia y se encargó de dividir los dos centrales. Justo detrás una línea con seis jugadores que servían a los italianos para tapar todas las opciones cortas y contar con un futbolista más (Nainggolan o De Rossi) para lanzar presión definitiva a banda.

Roma Barcelona

Roma Barcelona (AD)

Esta organización fue la criptonita que aniquiló por completo un equipo azulgrana que nunca acabó de enlazar, ni salir para sacarse de encima un dominio claro posicional. Apenas algunas salidas largas sobre Luis Suárez supusieron segundos de aire para el Barça. Esta supremacía en el posicionamiento llevó a los transalpinos a robar muchísimos balones y una zona muy alta. Una fórmula basada en la presión coordinada y la superioridad permitió a la Roma ahogar y caricaturizar al Barça.

 

 

 

2. Busquets y la banda opuesta como método anti Messi

Si en la ida el equipo italiano ya consiguió minimizar el juego azulgrana y, en especial, el de Leo Messi, más contundente aún fue ayer esta reducción. Y lo hizo maniatando al Barça justo en la estación previa a sus descuelgues. No se limitó a taponar las líneas de pase del medio del campo con el diez azulgrana sino que tapó los enlaces de la defensa con la media. Subiendo un escalón, esta práctica imposibilitó cualquier tipo de grieta para que Messi apareciera al medio con éxito.

Existieron dos premisas sagradas para ello. La primera, el marcaje férreo a un Busquets que apenas incidió. La segunda, la vigilancia constante a Jordi Alba con Schick o Florenzi. Los romanos dejaron abierta la puerta derecha para iniciar la presión pero nunca hicieron lo propio con la izquierda. Prueba de ello fueron las intervenciones de los jugadores azulgranas. Iniesta y Jordi Alba acabaron, con 19 intervenciones, siendo los penúltimos jugadores de campo con menos participación en el primer tiempo. Todo lo contrario que Piqué y Nelson Semedo que, con 85 y 71 respectivamente, fueron el primero y el tercero.

3. La posición de Nainggolan

La posición del jugador belga destrozó al Barça en las dos fases del juego. Situado está vez más adelantado que de costumbre fue el encargado de hacer los saltos a presión al sector derecho del Barça (Piqué y Semedo). Al final del partido, los transalpinos echaron el resto con la entrada de El Sharawy pero el trabajo más duro y más decisivo fue acercar al equipo italiano a un solo gol de la épica y él tuvo gran parte de responsabilidad en ello.

También en ataque desestabilizó con su posicionamiento intermedio. Jugando entre líneas en dicho sector tuvo piernas para llegar, acompañar y ganar multitud de rechaces. La hazaña romanista no se entendería sin la contribución total del mediocampista.

Roma Barcelona

Roma Barcelona (AD)

4. La localización

Todos estos componentes acabaron resumiéndose en un dato futbolísticamente estremecedor. Aunque el Barça acabó el partido superando en posesión (57% frente a 43%) así como en pases a los italianos, tuvo el balón en la zona más peligrosa y donde el rival te domina. El juego se localizó un 35,2% en el último tercio propio y la franja entre los minutos 45 y 50 minutos se encerró un 44,6% en el área del Barça. Unos registros inimaginables y exageradamente reveladores.Y ahí, simplemente, el equipo no sabe jugar. Cada pase fue un riesgo y tener a un equipo del potencial de la Roma tan cerca del área propia fue vivir en exceso en una frontera que resultó ser un castillo de naipes para el Barça.

5. Verticalidad de banda ante ataque precipitado

La manera de atacar de la Roma fue tan poco elaborada como sí efectiva. Situados en la zona próxima al último tercio, tuvo muchas facilidades para sacar centros laterales en los que superó a los azulgranas. Ya fuera por medio de remates directos o a través de segundas jugadas, los romanistas rondaron el área de Ter Stegen con demasiada facilidad y excesiva comodidad. Juego simple pero imparable para un Barça sin la tensión adecuada como para sujetar los dañinos centros lejanos.

Roma Barcelona

Roma Barcelona (AD)

Si ya fueron pocas las veces que los azulgranas consiguieron pisar terreno rival, atacó rápido y mal cuando sucedió, con la sensación de tener que hacer muchas cosas en muy poco tiempo. Los azulgranas no encontraron ni el ritmo ni el tono para asociarse. Tanto es así que prácticamente no realizaron ninguna posesión larga a lo largo de los noventa minutos.

6. La jerarquía de Dzeko y los duelos cortos

El planteamiento llevó a que se dieran multitud de duelos individuales, en los cuales, el Barcelona fue inferior a casi todos. Las situaciones de uno contra tuvieron claro color local y, con ello, la balanza del partido fue cayendo poco a poco del lado romanista. Y aquí es donde resaltó la figura de un hombre, Edin Dzeko. El delantero jerarquizó el área haciendo una auténtica demostración de utilización del cuerpo. Precisamente en una de estas maniobras, nació el 2-0.

7. Inmovilismo y falta de mentalidad

El Barcelona fue excesivamente inmóvil. Se vio superado desde el inicio y fue incapaz de dar la vuelta a tal situación. Valverde no encontró la tecla que lograra desactivar un planteamiento que dejó fuera de combate al equipo. Pero más allá de no conseguirlo, tampoco experimentó alternativas en busca de ello. El Barça no se matizó tácticamente ni varió el esquema con el paso de los minutos. El primer cambio azulgrana llegó en el minuto 80 y no hizo referencia a ningún cambio de sistema o ajuste táctico. Un Valverde que, hasta el partido de ayer había dado con los retoques correctos casi siempre, se vio superado.

La Champions es una competición que premia la jerarquía de la emocionalidad y ayer el Barcelona se convirtió en un equipo débil que se fue empequeñeciendo a un ritmo paulatinamente inesperado. No mostró señales de rebelión. Ni individuales ni colectivas.



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