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20 de abril de 2019

La iglesia llamada a ser sensible con el hambre

La sociedad actual ha perdido el gran valor del perdón

Por: AFP

Francisco llamó a ver los males del mundo. Conmovedor Vía Crucis frente a la Catedral.

Desde la colina del Palatino, frente al Coliseo, junto a la 14° estación, la última del Calvario, el Papa presidió esta noche del Viernes Santo la tradicional vía Crucis que se realiza en el lugar donde muchos cristianos murieron martirizados durante el Imperio Romano. Miles de personas venidas de todo el mundo superaron minuciosas medidas de seguridad, que se extendieron en todo el centro de Roma.

Francisco habló al final de la ceremonia del Calvario. Dijo que la cruz de Cristo resumía todas las cruces del mundo”. Incluso citó “la cruz de la Iglesia, que se siente asediada por dentro y por fuera”.

El Papa enumeró una parte de esas cruces. Citó a los migrantes que son rechazados, a los niños explotados, los más pobres, las familias perseguidas por el egoismo social, los descartados, los perseguidos. Dijo que la Pascua era la esperanza cristiana para aliviar tantos dolores.

Las meditaciones de este año, leídas mientras se pasaban el crucifijo en grupos de tres fieles que llevaban el leño caminando en cada estación, fueron escitas por una monja extraordinaria: sor María Eugenia Bonetti, de 80 años, que ha dedicado su vida a muchos años de misión en Africa y a la defensa y ayuda de las prostitutas en Italia “que sufren la explotación sexual”.

Sus textos tienen un fuerte contenido social y humano, con especial referencia a la trágica experiencia de cientos de miles de migrantes que tratan de arribar a Europa. “El desierto y los mares se han convertido en los nuevos cementerios de hoy”, dijo. “Mientras los gobiernos discuten, encerrados en los palacios del poder, el Sahara se lleva el esqueleto de personas que no han resistido la fatiga, el hambre y la sed”.

Muy intensa la reflexión dedicada a las mujeres obligadas a prostituirse. “En una noche gélida de enero, en una calle de la periferia de Roma, tres africanas, poco más que bambinas (niñas)fueron gravemente quemadas por jóvenes que para divertirse les arrojaron material inflamable sobre el fuego con el que se protegían del frío. ¡Cuanto tiempo será necesario para que estas chicas se curen de las quemaduras sino también del dolor y la humillación de encontrarse con un cuerpo mutilado y desfigurado para siempre!”.

La primera estación fue dedicada a la figura de María. Sor Bonetti reflexionó sobre “cuantas mamás aún hoy viven la experiencia de la madre de Cristo y lloran por la suerte de sus hijas e hijos, los ven sufrir y morir por enfermedades, falta de comida, agua y curas médicas”.

Otro tema central fueron “los nuevos crucificados de hoy: los que no tienen casa, los jóvenes sin esperanza, sin trabajo y sin perspectivas, los inmigrados obligados a vivir en barracas a los márgenes de nuestra sociedad”.

“Cuantos niños son discriminados por su proveniencia, el color de su piel y su nivel social, cuantas madres sufren porque los ven maltratados y excluidos por sus compañeros de escuela”.

La meditación tuvo elogios por “los nuevos samaritanos del tercer milenio que aún hoy viven la experiencia de la calle inclinándose en ayuda con amor y compasión de los que sufren la soledad y la indiferencia, con tantas heridas físicas y morales”.

Algunos primeros planos mostraron al Papa que seguía las reflexiones. Se lo veía mover los labios en oraciones.

Mientras familias, enfermos, migrantes se pasaban la cruz, se escuchó también la sexta estación, dedicada a los niños del mundo, “que no pueden ir a escuela, que son explotados en los campos, las minas, vendidos y comprados por los traficantes de carne humana para transplantes de órganos”.

Desde Roma, el Papa argentino llamó a ver “todas las cruces del mundo”, en un mensaje movilizador. “Señor Jesús, ayúdanos a ver en Tu cruz todas las cruces del mundo: la cruz de la gente que tiene hambre de pan y de amor; la cruz de los solitarios y abandonados”, dijo el papa Francisco.

“La sociedad actual ha perdido el gran valor del perdón”.

La octava y novena estación fueron dedicadas a la situación de los migrantes citando la denuncia del Papa argentino contra “la trata de seres humanos como crimen contra la humanidad”.

La décima estación del Calvario fue dedicada a meditar sobre “el dinero, el bienestar, el poder”. “Hemos olvidado la centralidad del ser humano, mientras en el mundo se van alzando muros y barreras”.

En la duodécima estación, que evoca la muerte de Jesús en la cruz, pedía “no dejar solos a cuantos agonizan hoy en los demasiados calvarios esparcidos por el mundo, como los campos de concentración en los países de tránsito”.

En las dos últimas estaciones, se recordó a 26 jóvenes mujeres nigerianos que murieron ahogadas en el mar “en las puertas de la tierra prometida”, como creían.

En la 14 estación, en la colina del Palatino donde se encontraba el Papa sentado en un sillón rojo, la meditación recordó la historia “de la pequeña Favour, de 9 meses, que partió de Nigeria con sus jóvenes padres buscando un futuro mejor en Europa”. Sus padres murieron con otros cientos de personas ahogados en el Mediterráneo. “Solo Favour sobrevivió: ella también como Moises fue salvada de las aguas. Su vida sea luz e esperanza en el camino de una humanidad más fraterna”, concluyó la hermana Bonetti.



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