MUNDO
25 de agosto de 2019
El miedo a la recesión obliga a pensar ya en activar planes de choque
Grúas de carga en el puerto de Hamburgo; la guerra comercial golpea a la locomotora europea .
El fantasma de la recesión vuelve a sobrevolar la economía mundial. Ahora focalizado en algunos países, el impacto amenaza con ser global.
La apatía ya se nota en el sector industrial y en las exportaciones. El gran temor es que de ahí puede expandirse al resto de sectores. De momento se transitan curvas y una desaceleración, coinciden los expertos, pero la caída en el abismo se puede evitar.
Dependerá en gran parte de la respuesta de los bancos centrales y la apuesta decidida de los gobiernos por reformas fiscales y planes de choque.
Toda Europa mira a Alemania, muy dependiente de las exportaciones y con un abultado, y vilipendiado, superávit comercial. La locomotora europea es la que más sufre en la actualidad –la exportación cayó un 8% en el último mes registrado– y por efecto arrastre puede ir el resto detrás. De ahí que su plan para atajar la desaceleración sea tan importante.
PIB
Alemania, el Reino Unido e Italia, claves en Europa, se asoman a una recesión
Entre nubarrones, reina la incertidumbre. El frente comercial es la principal amenaza, se coincide, al tener un impacto global. Lo mismo dijo el viernes Jerome Powell, al frente de la Reserva Federal. Y es que la globalización se contrae y las fábricas de todo el mundo tienen que medir la producción en función de los aranceles, tanto a un lado como otro del Atlántico. “La guerra comercial agrava el fin de ciclo en Estados Unidos, después de años de crecimiento. Hay que ver si vamos al debilitamiento o a una recesión”, apunta Raymond Torres, director de coyuntura de Funcas. “La contracción del comercio mundial es un hecho. Y si cae el comercio, caerá el PIB”, lanza con algo más de pesimismo Robert Tornabell, economista y exdecano de Esade.
La Organización Mundial del Comercio (OMC) alertó hace apenas una semana de que el comercio seguirá “débil” este trimestre.
El fantasma de la recesión vuelve a sobrevolar la economía.
Tras unos años de paz, la guerra comercial, la desaceleración industrial y las dudas políticas –véanse Brexit e Italia– amagan con hacer descarrilar el crecimiento. Por ahora focalizado en algunos países, el impacto amenaza con ser global. Algunas alarmas ya están sonando: Alemania bordea la recesión, China es una incógnita, Estados Unidos sigue la pugna comercial sin importarle un coste autoinfligido.
Los países confían el futuro a los bancos centrales y los planes de choque, en una era en la que aún están vigentes los tipos ultrabajos que tenían que animar la salida de la última crisis.
FRENTES
La guerra comercial, por su impacto global, es el frente que más preocupación genera
La apatía ya se nota en el sector industrial y en las exportaciones. El gran temor es que de ahí puede expandirse al resto de sectores. De momento se transitan curvas y una desaceleración, coinciden los expertos, pero la caída en el abismo se puede evitar. Dependerá en gran parte de la respuesta de los bancos centrales y la apuesta decidida de los gobiernos por reformas fiscales y planes de choque. Toda Europa mira a Alemania, muy dependiente de las exportaciones y con un abultado, y vilipendiado, superávit comercial. La locomotora europea es la que más sufre en la actualidad –la exportación cayó un 8% en el último mes registrado– y por efecto arrastre puede ir el resto detrás. De ahí que su plan para atajar la desaceleración sea tan importante.
PIB
Alemania, el Reino Unido e Italia, claves en Europa, se asoman a una recesión
Entre nubarrones, reina la incertidumbre. El frente comercial es la principal amenaza, se coincide, al tener un impacto global. Lo mismo dijo el viernes Jerome Powell, al frente de la Reserva Federal. Y es que la globalización se contrae y las fábricas de todo el mundo tienen que medir la producción en función de los aranceles, tanto a un lado como otro del Atlántico.
“La guerra comercial agrava el fin de ciclo en Estados Unidos, después de años de crecimiento. Hay que ver si vamos al debilitamiento o a una recesión”, apunta Raymond Torres, director de coyuntura de Funcas. “La contracción del comercio mundial es un hecho. Y si cae el comercio, caerá el PIB”, lanza con algo más de pesimismo Robert Tornabell, economista y exdecano de Esade. La Organización Mundial del Comercio (OMC) alertó hace apenas una semana de que el comercio seguirá “débil” este trimestre.
RESPUESTAS
Los economistas rechazan la austeridad como respuesta a la llegada de una crisis
Con todo, en plena guerra comercial Estados Unidos aún crece con cierto vigor, el doble que Europa, y puede aguantar más. Pero en China y el Viejo Continente los ataques a la globalización, y con un acuerdo cada vez más imposible para solucionar las cosas, todo son malas noticias. Por el lado asiático, el PIB avanza con fuerza, siempre y cuando se crea en las cifras oficiales. Pero las continuas reformas y programas de subvenciones para impulsar la economía, la caída del comercio con el resto de Asia y el desplome de sus intercambios con Estados Unidos, uno de sus grandes clientes –el 10% en julio, último dato publicado– no arroja tan buenas perspectivas. Por el lado europeo, el resurgir de la Gran Recesión se hizo copiando el modelo exportador alemán a nivel continental. Entre tanto, “la demanda interna ha crecido débilmente y se depende de las exportaciones, sería ideal crecer con un mix de ambas”, analiza Torres. Así, el futuro de la economía está en gran parte en las manos de Donald Trump y su escalada comercial. Si la cosa va a más, “Europa podría ser uno de los grandes perdedores, ya que al estar más envejecida depende más de las exportaciones para mantener el nivel de vida, puesto que el mercado interior es menor”, abunda Gregorio Izquierdo, director de Economía de la CEOE. La puntilla puede venir con el anuncio de aranceles americanos contra el automóvil europeo, algo que se definirá hacia finales de año. No es descartable: “Trump es un presidente errático, con una visión mercantil de la economía”, critica Tornabell.
Siguiendo en Europa, desde el norte asoma otra de las amenazas que menoscaban el crecimiento, la más que posible salida desordenada de Reino Unido de la UE. Su economía se contrajo el 0,2% en el último trimestre, cuando ya no entran en juego las compras para hacer acopio para la fecha del Brexit, el 31 de octubre. Tras el 1 de noviembre, en una nueva era en las relaciones comerciales con socios europeos, con trabas y controles que hacen temblar a todos los países, muy especialmente a Alemania o España, se teme escasez de alimentos, medicinas y un caos en la gestión de la pesca o los permisos de trabajo, según un informe oficial que se ha filtrado. Así, se abren las puertas de la recesión. En Italia el panorama no es mejor. Ya viene de una crisis en el final de 2018 y su crecimiento es raquítico. La ruptura de su gobierno puede llevar a arrojar dudas sobre el futuro en el euro y una recesión.
El cuadro resulta complicado. ¿Es hora de tomar medidas? Algo se mueve. Trump se plantea una rebaja en los impuestos para fomentar el consumo; China –de cuyas cifras de crecimiento siempre se duda– ha dejado caer al yuan y ha modificado la forma de cálculo de los tipos para abaratar el crédito; y en Europa la traca final puede llegar en septiembre con una nueva rebaja en los tipos y el rescate del programa de compra de bonos desde el Banco Central Europeo (BCE). En todo caso, Mario Draghi, su presidente, no se ha cansado de repetir que la política monetaria tiene que ir acompañada de medidas fiscales desde los países. “Lo más eficaz suelen ser medidas sobre el poder adquisitivo”, apunta Torres, con reducciones del IVA como gran ejemplo. En Alemania el fin del impuesto de solidaridad que rige desde la reunificación dejará 11.000 millones más en los bolsillos de los alemanes. Asimismo, se plantea un plan de choque de unos 50.000 millones de euros, sorpresivo en un país tan apegado al déficit cero. Aunque el Bundesbank rechaza aplicar ya medidas, “es un error si no se actúa con una política fiscal anticíclica”, advierte Torres. Porque entre aprobar y aplicar existe el peligro de ir tarde. Olli Rehn, miembro del Consejo del BCE, apuntaba en una reciente entrevista que mejor pasarse de frenada que quedarse corto. En cualquier caso, los economistas coinciden en que la respuesta no es la austeridad. Alivio para el sur, donde los nombres de Wolfgang Schäuble, ex mano derecha de Angela Merkel, o Jeroen Dijsselbloem, exjefe del Eurogrupo, traen pésimos recuerdos. Esta vez toca gastar.
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