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5 de septiembre de 2015

Inmigrantes se rebelan contra la UE

BUDAPEST.-Miles de personas marchan hacia la frontera austríaca en busca de solución; anoche los gobiernos de Viena y Berlín los autorizaron a cruzar

"¡Levántense, levántense, vayamos a Alemania a pie!" La arenga, repetida mil veces, que un joven sirio lanzó con la ayuda de un megáfono surtió efecto y puso ayer en camino a cientos de migrantes varados en la estación de tren de Budapest y dispuestos a tomar el destino en sus manos. El éxodo arrancó en abierto desafío a las autoridades europeas, que en los últimos días emitieron señales vacilantes sobre la posibilidad de flexibilizar su política migratoria.

La frontera con Austria, a 171 kilómetros de Budapest, era la primera escala prevista de una larga marcha, mientras tenían lugar dos reuniones de ministros y jefes de gobierno europeos. Movilizados por el impacto global de la foto del cuerpo de Aylan Kurdi en una playa turca, el miércoles pasado, los mandatarios abordaron la cuestión migratoria luego de una semana de terror en la que la crisis estalló a niveles inhumanos.

Horas después de la partida, Hungría se resignó al escape consumado de Budapest y puso a disposición de los refugiados que permanecían en la estación, y a los cerca de 1200 que avanzaban a buen tranco por la autopista M1, alrededor de cien micros para llevarlos a la frontera.

Anoche, Austria y Alemania anunciaron que permitirían que esos ómnibus cruzaran las fronteras para darle asilo a los refugiados.

La marcha de Budapest no fue un movimiento aislado. Al mismo tiempo otros 300 migrantes escapaban de un centro que las autoridades húngaras montaron en la frontera con Serbia, en la ciudad de Roszke, y otros 500 permanecían por segundo día a bordo de un tren en la estación de Bicske, en rechazo a las demandas de la policía de que fueran a un centro de recepción.

Los tres casos -Budapest, Roszke y Bicske- configuraron una rebelión simultánea, masiva y desesperada de los recién llegados de Medio Oriente, África y Asia, ante el temor de que la Unión Europea les cierre sus puertas y los mande de vuelta al caos de la guerra, la violencia y la miseria de sus países de origen.

Pero el temor más inmediato, y más probable, es que deban quedarse en Hungría, que no es precisamente el destino más próspero, con más futuro, ni mucho menos el más hospitalario para los extranjeros no occidentales. La prueba la dio ayer mismo el Parlamento húngaro, que aprobó en la primera votación un paquete de leyes que criminaliza la migración.

La legislación prevé hasta cinco años de cárcel por el cruce ilegal de sus fronteras, con el objetivo declarado de "aliviar la presión migratoria". En lo que va del año, más de 160.000 personas entraron en Hungría a través de la frontera con Serbia, en general con la intención de seguir camino hacia Austria y Alemania, la meca de los caminantes.

La batería de leyes incluye la creación de zonas de tránsito para refugiados en las fronteras húngaras. Sin embargo, esas zonas, pensadas como espacios donde los refugiados puedan esperar el fin de la tramitación de su solicitud de asilo, estarán abiertas hacia el lado serbio, pero cerradas en el húngaro. Una invitación a dar la vuelta. "Si no protegemos nuestras fronteras vendrán a Europa diez millones" de migrantes, dijo el primer ministro húngaro, el conservador Viktor Orban. Y reiteró sus críticas a la política de refugiados de Alemania -que a su juicio le dio falsas esperanzas de asilo a los migrantes-, luego de haber afirmado anteayer que la crisis de los sin papeles era "un problema alemán".

Orban, además, se declaró contra la bienvenida a migrantes musulmanes, es decir, casi todos los que llegan a las puertas de Europa en esta ola inaudita de refugiados árabes y africanos. En declaraciones a la radio húngara, dijo respetar la decisión de otros países europeos de convivir con exiliados musulmanes. Pero, aclaró, "nosotros también tenemos el derecho de decidir si queremos seguir ese ejemplo".

Los miles de refugiados que se lanzaron en peregrinación de Budapest a la frontera austríaca formaron una columna a la vera de la ruta, que avanzaba detrás de un joven con una bandera de la UE. A su lado iba un hombre con muletas, probable resabio de una guerra, que llevaba en el pecho una imagen de la canciller alemana, Angela Merkel, su mayor esperanza de convencer a los demás líderes europeos de hacer lugar con grandeza y generosidad a este desesperado flujo de extranjeros.

"¿Qué otra cosa podría hacer?", dijo antes de salir de la estación una joven siria de 22 años, Shesud Jodeiralawi, embarazada de nueve meses, que caminaba de la mano con dos hijos chicos. "No nos dejan viajar a Austria en tren y el que sube al tren es llevado por los húngaros a un campo y no sale de ahí."

Lisiados y embarazadas, grandes y chicos. Una variada muestra de tenacidad con una idea dominante: llegar a Alemania. ¿Por qué Alemania? Shesud oyó decir a otros refugiados que lograron llegar "que ahí te tratan mejor, te dan un techo y suficiente dinero para vivir".

A esa hora la marcha recién comenzaba y el clima en la estación era de tensión absoluta. Un hombre mayor, exiliado de la guerra siria y que vivió dos años en un campo de refugiados en Jordania, de pronto escuchó gritos y miró nervioso a su alrededor. Pero sólo eran fans de fútbol húngaros.

En Luxemburgo, los cancilleres de la UE abordaban la crisis en el comienzo de una reunión de dos días. "Europa tiene, de una vez por todas, que hacer una política de migración y asilo común que haga frente a este problema", declaró el español José Manuel García-Margallo.

Está previsto que la Comisión Europea proponga a los países miembros el reparto de 120.000 refugiados. Pero otra reunión entre los líderes de República Checa, Eslovaquia, Hungría y Polonia, donde asistió Orban, dejó en claro que ninguno de estos gobiernos centroeuropeos aceptará la imposición de cuotas obligatorias.

Agencias EFE, AFP, DPA y Reuters



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