ECONOMIA Y POLITICA
13 de mayo de 2016
Macri con los sindicalistas entre cruces y acusaciones mutuas
El Presidente en el encuentro con la cúpula sindical en un diálogo crudo, pobre y decepcionante.Donde las palabras fuertes y enojos se mantuvo durante la reunión.
El sonoro fracaso político del Frente para la Victoria ayer, por la ley antidespidos tuvo un “primer round” en la Casa Rosada.
Ocurrió con la desopilante reunión que tuvo Mauricio Macri con los caciques sindicales, en donde hubo cruces y acusaciones mutuas.
El Presidente de la Nación se fue ofuscado y con las manos vacías del encuentro que se programó por sugerencia de uno de sus principales consejeros: el ex intendente de la Capital Federal, y que fuera destituido de su cargo, Carlos Grosso. Grosso fue el fogonero y principal artífice de la convocatoria a los principales líderes sindicales y empresarios.
El Presidente Mauricio Macri abrió el encuentro con las siguientes palabras: “Tengo doscientos empresarios ahí sentados que van a firmar esta acta y los invito a ustedes a sumarse para archivar definitivamente la ley antiempleo.” El conjunto de los diez sindicalistas se quejó por el apuro y las desprolijidades del Gobierno.
Gerardo Martínez fue el vocero : “Mauricio, es imposible frenar la aprobación parlamentaria.” Luego le siguió José Lingeri. Y fue brutal en su exposición: “Vos nos corrés con esos hijos de p ... que tenés juntando orina, pero esos hasta ayer venían a pedir y cobrar subsidios con Cristina.” La amnesia de la cúpula sindical resultó absoluta. Ese mismo grupo, que ahora cultiva un perfil combativo, formaba parte de los “aplaudidores” del cristinismo.
Malhumorado, el Presidente les respondió: “No les quepa duda que si insisten voy a vetar la ley. Me importa poco el costo político.” Omar Maturana acompañó el rechazo de sus pares y generó una dura respuesta de parte de Mauricio Macri: “De qué te quejás Maturana, que un peón de limpieza en un tren gana 20.000 pesos, mucho más que un obrero metalúrgico calificado.” Luego la atención se dirigió al líder metalúrgico Antonio Caló. Y ahí el Presidente Macri lo cruzó. Indignado, le dijo: “Tenés solo tres mil desocupados en el gremio, con la crisis de Brasil. ¿Y eso para vos es desocupación?” Luis Barrionuevo habló por lo bajo con quien tenía al lado: “El Gobierno no puede reaccionar como un chico contrariado.” El Presidente estaba decepcionado. Se percibió este desánimo en su rostro, cuando enfrentó, minutos después, a los empresarios que le dieron un fuerte apoyo.
Pero al fracasar el aval sindical, la operación política que sugirió Carlos Grosso quedo trunca.
El compromiso de los líderes fabriles no alcanzó para frenar la ley antidespidos. “Yo me voy, si quieren venir vengan”, les dijo Macri a los gremialistas antes de terminar abruptamente la reunión.
Los sindicalistas no se movieron, pero dos veces apareció al viceministro de Trabajo, antes de que Macri hablara en el acto público. Ezequiel Sabor los quiso convencer: “Tienen las sillas listas, ¿no quieren venir al acto?” Pero no obtuvo la respuesta esperada. La jugada del lunes frustró lo que políticamente tejieron Emilio Monzó y Rogelio Frigerio con Sergio Massa durante el fin de semana.
Macri considera que existe un intento claro de la oposición para poner palos en la rueda y trabar la mejora económica que la Casa Rosada espera para el segundo semestre. También que el conjunto del peronismo pretende instalar la imagen de “falta de gobernabilidad” para afectar el interés del eventual inversor.
Por eso –antes– hubo quejas de los funcionarios frente a la pasividad empresaria y eso motivó la convocatoria del lunes. El sábado, el ministro Francisco Cabrera denunció: “Estamos molestos con la falta de compromiso de los empresarios.” El lunes, en un exclusivo almuerzo del Círculo Político que maneja German Neuss, el ministro Guillermo Dietrich fue despectivo con los hombres de negocios: “Ustedes lo único que hacen es pedir.” Dietrich y otros manifiestan el malestar de la Casa Rosada por la falta de activismo y de apoyo empresario.
La semana próxima habrá otro test en el Parlamento. Pero nadie plantea la cuestión de fondo: para evitar el desempleo Argentina tiene que volver a crecer.
Es obvio que no existe aún un plan de desarrollo convocante y que hay decisiones políticas que generan desconcierto.
Por otro lado, los jueces Claudio Bonadio y Sergio Torres están avanzando en la investigación sobre pagos de sobornos que involucran a Julio De Vido y Axel Kicillof. Las causan apuntan a los fabulosos negocios realizados durante el gobierno de Cristina fabulosos negocios con la importación de 510 barcos de gas.
Ambos jueces trabajan con varios informes de la Auditoría General de la Nación, en donde se denuncian sobreprecios del 20 al 25%. El expediente 315/2010 de la AGN señala que, entre 2008 y 2009, el ex ministro de Planificación compró a Repsol barcos con sobreprecios del 20%. La Auditoría también confirmó sobreprecios del 25%, en las compras que controló Kicillof entre 2013 y 2015. En su momento, este caliente informe fue frenado por el kirchnerismo pero hoy sus lapidarias conclusiones son rescatadas por los tribunales.
Ahora la Auditoría está paralizada. La situación de Ricardo Echegaray es insostenible. En el juzgado de Sebastián Casanello hay un testimonio inquietante. Habría pruebas de filtraciones de datos ocurridas en la AFIP en los últimos tres meses del gobierno de Cristina. La víctima principal de esa ilegal acción amparada por Echegaray tiene alto voltaje: se capturaron ilegalmente informes tributarios de Mauricio Macri y su círculo íntimo de amigos, empresarios y familiares.
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