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17 de mayo de 2016

Francisco: Muchos destruyen al prójimo por sus ansias de poder y de ser más que el prójimo

Vaticano.- La tentación de la mundanidad es una de las principales que sufre todo cristiano y contra la que debe luchar. Así lo dijo el Papa Francisco en la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta.

Al comentar las lecturas del día, el Santo Padre explicó que Jesús enseña a sus discípulos el camino del servicio cuando se preguntan quién es el más grande entre ellos. “Jesús habla un lenguaje de humillación, de muerte de redención y ellos hablan un lenguaje carrerista: ¿quién estará más alto en el poder?”.

Esta es “una tentación que tenían ellos”, eran “tentados por el modo de pensar del mundo mundano”. “En el camino que Jesús nos enseña para ir adelante, el servicio es la regla”.

“El más grande es el que más sirve, aquél que está más al servicio de los otros, no el que cuenta, el que busca el poder, el dinero… la vanidad, el orgullo… No, estos no son los grandes”, afirmó el Papa.

“Esto es lo que sucedió con los apóstoles, también con la madre de Juan y Jacob, es una historia que sucede cada día en la Iglesia, en cada comunidad. ‘De nosotros, ¿quien es el más grande?, ¿quién manda?’. Las ambiciones. En toda comunidad –en las parroquias o en las instituciones– siempre hay esta querencia de ‘escalar’, de tener el poder”.

Francisco manifestó entonces que “la vanidad, el poder… es como y cuando tengo esta querencia mundana de ‘ser con el poder’, no de servir, sino de ser servido, no se ahorra nunca cómo llegar: los chismes, ensuciar a los otros… la envidia y los celos llevan a este camino y destruye. Y esto nosotros lo sabemos todos”, aseguró.

El Obispo de Roma expresó que ocurre “en cada institución de la Iglesia: parroquias, colegios, otras instituciones, también en los obispados… todos. La querencia del Espíritu del mundo, che es espíritu de riqueza, vanidad y orgullo”.

"Cuando los grandes santos decían sentirse muy pecadores es porque habían entendido este espíritu del mundo que estaba dentro de ellos y tenían muchas tentaciones mundanas”.

“Ninguno de nosotros –prosiguió– puede decir: no, yo soy una persona santa, limpia”, pero “todos nosotros somos tentados por estas cosas, somos tentados de destruir al otro para subir”, afirmó.

“Es una tentación mundana, que divide y destruye la Iglesia, no es el Espíritu de Jesús”, recordó antes de pedir imaginar la escena: ‘Jesús que dice estas palabras y los discípulos que dicen ‘no, mejor no preguntar demasiado, vamos adelante’, y los discípulos que prefieren discutir entre ellos sobre quien será el más grande”.

Francisco terminó diciendo: “Nos hará bien pensar en las veces que hemos visto esto en la Iglesia en las veces que nosotros hemos hecho esto, y pedir al Señor que nos ilumine para entender que el amor por el mundo, es decir, este espíritu mundano, es enemigo de Dios”.

 

Lecturas comentadas por el Papa:

Primera lectura

Santiago 4:1-10
1 ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones que luchan en vuestros miembros?
2 ¿Codiciáis y no poseéis? Matáis. ¿Envidiáis y no podéis conseguir? Combatís y hacéis la guerra. No tenéis porque no pedís.
3 Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones.
4 ¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desee ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios.
5 ¿Pensáis que la Escritura dice en vano: Tiene deseos ardientes el espíritu que él ha hecho habitar en nosotros?
6 Más aún, da una gracia mayor; por eso dice: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.
7 Someteos, pues, a Dios; resistid al Diablo y él huirá de vosotros.
8 Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Purificaos, pecadores, las manos; limpiad los corazones, hombres irresolutos.
9 Lamentad vuestra miseria, entristeceos y llorad. Que vuestra risa se cambie en llanto y vuestra alegría en tristeza.
10 Humillaos ante el Señor y él os ensalzará.

Marcos 9:30-37
30 Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera,
31 porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.»
32 Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.
33 Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?»
34 Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor.
35 Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.»
36 Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo:
37 «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado».



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