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1 de septiembre de 2016

Francia:Macron, un Kennedy para reformar la República

Estudiante brillante, dejó su trabajo de banquero para trabajar como asesor de Hollande. No ha dudado en desmarcarse de su propio equipo.

Hasta este martes, Emmanuel Macron fue el niño mimado de François Hollande. Ser el más joven del Gobierno nunca ha supuesto un problema para él. "Que yo tenga 38 años no es un argumento, ¿estás más calificado para entender el mundo actual con 70 años? Estoy mucho más dispuesto a correr riesgos". Una frase que le define por su carácter determinado, valiente pero mucho más concienzudo de lo que muchos podrían pensar. Macron sabe muy bien lo que hace.

Nacido en 1977 en Amiens, fue un estudiante brillante en su juventud y uno de los primeros de su clase en la prestigiosa École Nationale d'Administration. También estudio Filosofía y preparó su disertación sobre la idea del "bien común" en Machiavello y Hegel. Tan solo con 21 años impresionó a uno de los filósofos más reputados del país, Paul Ricoeur, que le convirtió en su asistente.Pianista, amante de la música y del deporte, el ex ministro es un personaje carismático cuya llegada a la política fue más bien accidental.

Cuando Hollande le llamó para convertirle en su asesor durante la campaña electoral de 2012 y posteriormente siendo ya Presidente, Macron aceptó el reto dejando su fructífero trabajo de banquero, justificación que no ha dudado en utilizar más adelante cuando muchos le han criticado de estar en la política por ambición personal.

Aunque no sea así -confiando en su palabra- el ex ministro ha mantenido un perfil bastante individualista en estos dos años en el Gobierno en los que ha ocupado la cartera de Economía, y no ha dudado en desbancarse de la política de su equipo cuando ha sido necesario, siempre en una aparente lealtad a Hollande que vino a romperse recientemente cuando aseguraba en una entrevista que "no estaba en deuda" con el Presidente.

Desde 2014, sus continuas apariciones en la prensa -también en las revistas de papel cuché, donde suelen retratarle sonriente de la mano de su esposa y antigua profesora de francés, 20 años mayor que él-, le han señalado como la estrella del Gobierno. Esto, junto a las numerosas contradicciones al Ejecutivo que ha realizado ante los medios, le han valido el rechazo de Manuel Valls con quien se sabe que la relación no es nada buena. Tampoco Hollande estaba contento con sus últimas apariciones pero no quiso retirarle del Ministerio de Economía, crucial en la recuperación del país.

Macron despierta pasiones pero no gusta a todos. "El problema con Macron (...) es que los grandes poderes de París le han dicho que es el futuro Kennedy y él ha acabado creyéndoselo", comentó un diputado socialista al periódico Libération.

Más allá de la imagen que proyecta, Macron es un excelente orador y ha hecho gala de su agilidad intelectual en varias ocasiones, entre ellas un programa de televisión en el que, después de tres horas, salió victorioso de un interrogatorio político y económico bastante duro. En cualquier caso, sin mantener esa imagen rígida que caracteriza a Manuel Valls, Macron se ha ganado el respeto de la mayoría manteniendo un perfil mucho más natural y cercano que el Primer Ministro.

"Es popular entre el mismo segmento del electorado que Juppé [alcalde de Burdeos, candidato a las primarias de Los Republicanos y favorito de la derecha en las encuestas]: votantes ancianos, retirados y los que normalmente votan por la derecha", apuntaba el encuestador del IFOP Esteban Pratviel en Politico.

Macron no tiene un pelo de tonto: el PS no iba a aclamarle como candidato a las primarias y él no se hubiera atrevido a plantarle cara a Hollande dentro del partido. Y sí, Macron apunta maneras, pero de momento es mejor poner "en marcha" una alternativa racional y, por qué no, con algo de encanto en el gris panorama político galo, que decepciona y obliga a sus ciudadanos a votar por lo menos malo.

Él mismo lo reconoce: "El FN triunfa por la mediocridad que impera en el debate político de los principales partidos". Con su dimisión reniega de esa mediocridad y lucha por perfilarse, ahora sí sin dar rodeos, como una vía de cambio.

Agencias



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