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CINE

8 de septiembre de 2016

Se estrena El ciudadano ilustre

El film que protagoniza y que fue aplaudido de pie en el Festival de Venecia, donde también se proyectó “Inseparables”. Las apuestas de los críticos lo favorecen, mientras él reconoce: “Relatos salvajes me volvió más visible”.

Daniel Mantovani es escritor y argentino. Nació en un pueblito llamado Salas pero desde hace 40 años vive en Europa.

Acaba de ganarse el Premio Nobel de Literatura. Jamás volvió a su pueblo pero toda su literatura se nutre de las historias de Salas. Escaparse de ahí es lo que le permitió construirse como persona y como escritor, por eso no quiere volver.

Pero a la vez necesita beber agua de ese aljibe porque si no, no puede escribir. Por eso acepta la invitación de viajar cuando es nombrado Ciudadano Ilustre. “Cuarenta años después todo sigue en el mismo lugar en el pueblo.

Salas para mí es una metáfora de la Argentina. La película es un espejo incómodo”, dice Oscar Martínez sobre el film de Gastón Duprat y Mariano Cohn (“El hombre de al lado”) que acaba de ser proyectado en el Festival de Venecia. Fue aplaudida de pie, durante varios minutos, por espectadores y personalidades del mundo del cine. Pese a la gran expectativa, el actor afirmó:“Igual, hay que esperar el momento de las premiaciones, que serán el sábado”. También fue muy bien recibida “Inseparables”, la película que actualmente aquí está en cartel y que fue escrita y dirigida por Marcos Carnevale.

“Estoy muy feliz, me cuesta creer esto que estoy viviendo. Un día me estaba duchando, cierro la canilla, suena el teléfono y era Luis Scalella para decirme que ‘Inseparables’ había quedado seleccionada para Venecia. Esto ya fue un subidón. Corto y a los cinco minutos me llama Gastón (Duprat) para avisarme que quedamos seleccionados con ‘El ciudadano...’ para la competencia oficial. Ese día tenía una sobredosis de adrenalina. Podemos ganar, la película está en el bolillero y corrés el riesgo de que te pase. Estoy muy orgulloso de las dos películas”, dice Oscar que hizo un alto para ir al festival desde Madrid, en donde se encuentra rodando “Toc Toc”.

¿Cómo fue ponerse en la piel de Daniel Mantovani? 
Fue bastante sencillo, los chicos dijeron que lo habían escrito pensando en mí, que era un traje a medida. A mí me fascina el universo del escritor, y me gusta escribir. Por otro lado, ciertas particularidades del carácter del personaje se emparentan conmigo, como la mirada que él tiene sobre lo que ocurre, sobre todo en el choque que significa venir de donde él viene a reencontrarse con esta Argentina. Y yo tengo bastante de eso, sin necesidad de irme. No me cuesta nada comprender a alguien como Mandovani. Pero nada, eh.

Daniel es fóbico, casi antisocial...
Lo comprendo profundamente. Yo no soy tan fóbico, obviamente sino no podría dedicarme a lo que me dedico ni caminar por la calle, pero tengo muchos parecidos. Me da vergüenza también y me incomoda lo que se ve en la película: la viveza criolla, la figura del intendente de Salas, la corrupción menor, el chauvinismo, el fanatismo, el fascismo, el resentimiento, la ignorancia, la docilidad de esa gente de miradas bovinas que aceptan todo... eso también es la Argentina.

Sos público y reconocido, ¿te suelen parar por la calle para hablarte, para pedirte selfies o algún otro favor como le pasa a tu personaje en el pueblo? 
Sí, pero en ese sentido yo no me puedo quejar. La gente que se me acerca lo hace con respeto y cuidado. A nadie se le ocurriría gritarme desde la otra cuadra: ‘¡Cheee, Oscar!’ Hay actores más populares que la gente los siente como si hubieran comido en su mesa, se sirvieron con el mismo sifón la soda la noche anterior. He caminado por la calle con Guillermo (Francella) o con Ricardo (Darín) y a mí no me pasa lo mismo que a ellos. Conmigo no hay tanta confianza. También me tratan con mucho afecto pero yo he puesto otra distancia. Jamás he hecho esos trabajo tan populares ni con ese tipo de humor.

Dice el actor que en cada trabajo “siempre tenés que demostrar que sos bueno, que servís para esto...”.

¿Todavía? 
Es que aunque haya testimonios, igual tenés que probar que estás a la altura de la circunstancias. Con cada trabajo la expectativa es más alta: es más difícil que la gente apruebe un penal que erró Messi que se lo perdone a un 4. ¡Justo vos, con las cosas geniales que hiciste! ¡Pero es un ser humano!... El mío también es un laburo de mucha exposición y que el éxito o el fracaso dependen del juicio ajeno. Siempre sentís que hay un modo de examen. Con el paso del tiempo estás más tranquilo en un punto, pero en otro, la exigencia sobre uno es más grande.

¿Por qué les llevó tanto tiempo avivarse a productores y directores que podías hacer buen cine? 
Es un mundo muy selecto. Yo hacía cine pero muy esporádicamente. De “El nido vacío” que fue premiada a “Relatos salvajes” pasaron varios años, más de seis. No es que me llovieron propuestas. “Relatos...” evidentemente me volvió más visible y ahí vinieron seis propuestas seguidas (“La patota”, “Kóblic”, “El espejo de los otros”, “Inseparables”, “El ciudadano ilustre”, “Toc Toc”), por suerte todas muy buenas. Para mí todo tuvo que ver con “Relatos...”. Yo quería que esto me sucediera, lo anhelaba, poder tener continuidad en cine y “Relatos salvajes” me abrió esa puerta.



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