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29 de enero de 2017

Roger Federer venció a Rafa Nadal en cinco sets y ganó su Grand Slam N°18

En un partido de alto vuelo, el suizo de 35 años batalló como un joven tenista y se llevó la victoria por 6-4, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-3; el español también jugó un partidazo

MELBOURNE.- Roger Federer es leyenda. Ya lo era, pero ahora es un poco más grande. O mucho más eterno. A los 35 años, y después de regresar de una inactividad de seis meses, el suizo (hoy N°17 del mundo) venció a Rafael Nadal (N°9) en una final asombrosa por 6-4, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-3 y se consagró campeón del Abierto de Australia por quinta vez en su carrera.

Así, el suizo se alzó con su Grand Slam N°18, ese que tanto se hizo esperar. Casi cinco años, más precisamente, ya que su última gran conquista había sido en Wimbledon 2012. Ya tenía el récord en esta categoría, pero lo extendió a uno más. E igualó otro de Pete Sampras: ser campeón de un grande arrancando como preclasificado N°17.


Y gritó, como si hubiese acumulado la euforia durante todo estos años. Y llorró, como si fueses el primero o como sabiendo que puede ser el último. Pero con él nunca se sabe. Llegó con el objetivo de alcanzar los octavos de final. Quizás, los cuartos. Se va como el campeón. Claro, con otra marca también: es el primer tenista en la historia que se alza con cinco ediciones de tres Grand Slam diferentes (Australia, Wimbledon -tiene siete títulos- y US Open).
El español buscaba su Grand Slam número 15 y acortar distancias con Federer en ese pulso eterno que mantienen por el lugar más alto del olimpo del tenis. Ahora quedó a cuatro coronas del suizo, ante el que no caía en un grande desde Wimbledon 2007.

"Hace unos pocos meses estábamos inaugurando la Academia de Rafa en Mallorca y hablamos de jugar un partido de caridad, una exhibición. Estábamos los dos lesionados, yo de la pierna y él de la muñeca. Recuerdo que estábamos jugando con unos júniors y diciendo: 'íEsto es lo más que podemos hacer!'", había recordado días atrás el suizo. Hoy, eso es parte del pasado. Porque jugaron (otra) final que quedará en la historia. La novena entre ambos, con seis triunfos para el español y tres para Federer.

La final soñada -y del todo inesperada- de Australia, ese "revival" entre los dos jugadores que marcaron a fuego el deporte en la primera década del siglo XX, tuvo emoción y puntos imposibles como los Federer-Nadal de épocas pasadas. Sin embargo, careció quizás del ritmo y de la intensidad de antaño.

Y lo conquistó espantando los fantasmas del pasado. Pasó de verse 2-1 arriba en sets a estar break abajo en el quinto. Enfrente estaba Nadal, un jugador que psicológicamente le había triturado en el pasado en duelos así. Hoy fue capaz de sobreponerse para celebrar su quinto título en Australia. A él hay que sumar siete Wimbledon, cinco US Open y un Roland Garros.

A sus 35 años y 174 días se convirtió en el segundo tenista de más edad en ganar un Grand Slam en la Era Abierta. El otro es Ken Rosewall, que ganó tres grandes después de cumplir 35 años.

 El partido

"Roger tiene que salir a atacar", había advertido en la previa su entrenador Severin Lüthi. En la agresividad del suizo residía una de las claves del encuentro. Y Federer entró a morder, a buscar puntos cortos que no le desgastaran.

Encontró premio en el séptimo juego del partido. Dos puntazos repletos de clase por parte del suizo le dieron el break. En esos momentos la pelota de Federer volaba a una velocidad sideral, mientras que Nadal no podía hacer frente al vendaval. Y eso le gustaba a la gente en el estadio Rod Laver, que estalló cuando Federer ató el primer set con un ace en 35 minutos. Un honor al "Federer-Express", uno de sus muchos apodos.


También le llaman "Maestro". Y también hizo honor a ello en Melbourne con golpes que provocaron caras de asombro y estupor entre los 15.000 espectadores que lo vieron en directo.

Estaba inspiradísimo el diestro suizo, así que Nadal intentó alargar los puntos, pasar una pelota más, forzar a Federer a colocar otra pelota a la línea si quería ganar. Y empezó a atacar más el revés de su rival. La derecha de Nadal contra el revés de Federer, una de las tácticas favoritas del español.

Y un revés a la red del suizo significó el break para Nadal en el segundo juego del segundo set. Ahí despertó el Nadal, que rompería de nuevo a Federer para colocarse 4-0 en el marcador. Cerró el set en 6-3 y con un "íVamos!" al que le siguió a coro su equipo desde el palco.

El partido discurría a una velocidad tremenda, porque Federer seguía ganando los puntos en tres o cuatro golpes. "Pim, pam, pum". Nadal no se siente cómodo a esos ritmos, pero ya había igualado a un set y encima en el inicio del tercero tuvo tres pelotas de break. Ahí salió el Federer más suizo, el Federer más preciso. Salvó cada una de esas bolas con un ace y de inmediato rompió a Nadal para sentarse en el descanso con un 3-0 a favor.

Nadal negaba con la cabeza. No encontraba la forma de parar al suizo. Estuvo a una pelota de conseguir el break en el primer juego, pero en pocos minutos estaba 5-1 abajo y saque para el rival. Federer no falló.

Como el partido era algo parecido a una montaña rusa, ahora le tocaba el turno a Nadal, que se llevó el cuarto set por 6-3 y envió el partido al definitivo quinto.

Federer había tenido un día más de descanso que Nadal y acumulaba además cinco horas menos en sus piernas. Y es que el español había jugado el viernes una batalla de cuatro horas y 56 minutos en semifinales y ahora Federer le exigía otro quinto set. La situación recordaba inevitablemente a Australia 2009: también cinco horas en semifinales, también cinco sets en la final, también ante Federer, también Nadal como ganador.

Empezaba el set definitivo con la Rod Laver elevando los decibelios. Por si faltaban ingredientes que animaran la final, Nadal rompió de inicio y después salvó una pelota de break con 1-0 y otra con 2-1, pero no pudo mantener su siguiente servicio y Federer igualó para 3-3.

Rompió después Federer y sacó para ganar el torneo con 5-3. Perdió su primer match point y ganó el segundo con una pelota que tocó la línea y se definió con la tecnología del "Ojo de Halcón". Saltó y lloró como un niño tras su décimo octavo título grande, una corona que agiganta aún más su leyenda.
DPA



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