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10 de febrero de 2017

Sub 20 otra camada de juveniles expuesta y que padece la falta de proyectos

La clasificación para el Mundial depende de varios resultados; detrás, una confirmación de la decadencia organizativa argentina del semillero

Se sostiene de un delgado hilo. El agónico gol de Lautaro Martínez a Brasil (2-2) posibilitó que las matemáticas todavía le respondan a la Argentina. Una última carta le queda al seleccionado en el hexagonal final del Sudamericano Sub 20 , una jugada que puede ser de propia mano o también combinada es la apuesta a la que se aferra un equipo que llegó a la cita con limitaciones y al que el recorrido le fue aumentando las dificultades. Jugarse un pleno, coronar otros números, la doble vía para acceder a una de las cuatro plazas para el Mundial de Corea del Sur, ese objetivo que nunca estuvo cerca y que hasta llegó a ser un imposible a falta de un minuto para el final del juego con los brasileños. La triple jornada final será una ruleta que señalará al campeón, a los mundialista -Uruguay es el único que tiene pasaje asegurado- y también a los grandes perdedores, donde Colombia ya asoma como el único país sin chances.

Con el encuentro con Brasil terminado, llegó el momento de las cuentas. Las propias y también las ajenas, porque todo pasó a ser parte de la historia en este desesperado intento por ser mundialista. Hay un resultado que es contundente y que no reviste análisis posteriores: si la Argentina supera por una diferencia de cinco o más goles a Venezuela, estará en Corea del Sur. Dos veces en todo el historial del campeonato la selección logró hacerle esa abultada diferencia a la Vinotinto: en 1958, con un 6-1, en Chile, cuando fue subcampeón; en 2007, con un 6-0, en Paraguay, donde también fue segunda. El presente es muy distinto al de aquellos años y el rival mucho más: en la etapa de grupos, Venezuela apenas recibió sólo un gol en contra; en el hexagonal final, cuatro. Es la defensa más sólida del certamen. La Argentina, por su parte, en la actual instancia anotó cuatro veces y únicamente Bolivia (5-1) sintió el poder de fuego criollo. Quizás en la mente de la delegación ahora pese la oportunidad desperdiciada de haber eliminado a Venezuela en Ibarra (debía ganar por diferencia de un gol), lo que hubiera provocado la clasificación de Bolivia al hexagonal final.

 

Si la Argentina gana por una diferencia menor a cinco goles, empieza el juego de la calculadora y a depender de otros. Los rivales, en ese caso, serían Brasil (5 puntos; 0) y el local Ecuador (7 puntos; +4). Para dejar e la verdeamarelha en el camino, necesitará que Colombia -marcha último, con una unidad- le quite puntos; para superar a Ecuador habría que analizar por cuántos goles de diferencia la selección le gana a Venezuela y ahí ajustar la cantidad de tantos con los que Uruguay debería superar a los locales. Escenarios complejos, teniendo en cuenta la actualidad de los equipos.

"Mientras las chances estén para una vida más, así sea complicado el tema de los resultados que necesitamos, vamos a pelearla hasta el final como lo ha hecho este equipo en varios partidos", dijo Úbeda, que no baja los brazos, aunque entiende las dificultades y que el conjunto comete errores que le impiden diseñar un desarrollo menos enrevesado. "Lamentablemente, la jugada del penal te golpea. Creo que hay una secuencia de dos o tres errores juntos, que nosotros debemos evitar: el pelotazo a la espalda del lateral [Valenzuela]; una falta innecesaria sobre la línea de fondo [Romero].". El agarrón de Belmonte, delante del árbitro chileno Roberto Tobar, fue el eslabón final de esa cadena de desatenciones de las que reniega el entrenador.

 

Brasil fue el último rival, pero lo sigue siendo en la programación. El sorteo original indica que la Argentina debería jugar en el primer turno de la triple jornada de mañana en el estadio Atahualpa; Brasil frente a Colombia en el siguiente y Ecuador vs. Uruguay cerrando el certamen. Pero la última fecha puede tener modificaciones en la programación, de acuerdo con quiénes pelean por el título o las plazas mundialistas. Lo cierto es que en todos los juegos hay motivos por ser considerados.

"Los tres partidos son determinantes. Hablamos con gente de la Conmebol para ver si se podían jugar los tres partidos al mismo horario, pero nos dicen que es poco probable. Seguro que Uruguay vs. Ecuador se juega como cierre", advirtió Úbeda. Desde la delegación argentina, con José Miadosqui, secretario de selecciones nacionales, que anteayer arribó a Quito, como brazo ejecutor, se pide jugar en el mismo horario que Brasil. El Comité Organizador Local (COL) tiene al estadio de Liga Universitaria de Quito como alternativa, pero desde la Conmebol le informaron a la nacion que sólo para casos excepcionales, como por ejemplo que la lluvia complique el estado del campo del estadio Atahualpa y que se desdoble una jornada. También hay otro dato que no debe pasar por alto: Full Play, con los derechos de televisión del campeonato, no tiene previsto traer otro camión de transmisión, lo que descartaría la posibilidad de dos juegos a la misma hora.

 

Ocho años atrás, en Venezuela 2009, la Argentina empezó a desandar un camino espinoso. Aquel equipo que dirigía Sergio Batista, conformado por el Toto Salvio, Fernando Tobio, Emiliano Insúa., llegó a la última jornada con mínimas posibilidades de clasificarse a la Copa del Mundo de Egipto. Marchaba último, con dos puntos, y se medía con Colombia; debía ganar y esperar que Venezuela no venciera a Uruguay. Nada de eso pasó: los juveniles cayeron 1-0 y la Vinotinto superó 3-1 a los charrúas.

Desde entonces, los ciclos se sucedieron y el recorrido fue imperfecto, cargado de altibajos que demuestran la ausencia de proyectos que inviten a la refundación de los seleccionados juveniles. Castigar a quienes tomaron las riendas es observar muy por encima la situación de crisis. Los juveniles estuvieron diez meses acéfalos, desde que se decidió no renovarle a Humberto Grondona hasta la designación de Úbeda, y ahí la culpabilidad es de la AFA, de sus dirigentes, que defienden con fiereza y hasta con malas artes los colores de sus clubes, pero que desprotegen a la selección. Cuando reaccionan y se rasgan las vestiduras, ya es demasiado tarde. Entonces, asoman los discursos incendiarios y las palabras endulzantes, mensajes que se esfuman con la primera brisa y todo vuelve a ser descontrol y desorden.

"Mientras hay vida, hay esperanza", dijo Úbeda, que intentará rescatar desde los resultados a la Argentina en la última función del campeonato. El resto, por qué se llegó a esta situación, debería ser tema de un debate, ése que muchos piden y nunca se animan a llevar adelante.



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