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EDITORIAL

13 de febrero de 2017

La enseñanza tomada de rehén. Cinco trampas para la Educación

La escuela, sola para enfrentar el desafío de la promoción social, está desacreditada poco a poco y está sometida a las exigencias del mercado laboral.

En la "sociedad del conocimiento" - donde la promoción de las nuevas tecnologías reemplaza el pensamiento - la educación sólo es el instrumento de legitimación de una división social desigualitaria. Esta visión achicada olvida que la escuela es antes que todo, el lugar donde se construye el vínculo social, donde debe elaborarse la " democracia de la vida.

La esfera educativa se enfrenta con cinco trampas mayores, resultado de las mutaciones políticas, sociales y económicas de estos últimos 30 años, que han visto al modo de vida centrarse en el desmedido consumo y el mercado generalizado de los bienes y servicios, la explosión de nuevas tecnologías y la mundialización neoliberal.

La primera trampa es hacer de la educación un instrumento creciente al servicio de la formación del "recurso humano". Esta función toma el paso sobre la educación para y por la persona. Encuentra su origen en la reducción del trabajo a un "recurso" organizado, desclasado, reciclado y en unos casos, abandonado en función de su utilidad para la empresa. Como cualquier recurso material e inmaterial, el "recurso humano" está considerado como una mercancía económica que debe estar disponible en todo lugar.(1) No conoce derecho cívico ni tampoco otros derechos, sean políticos, sociales o culturales, los únicos límites para su explotación son de naturaleza financiera (los costos). Su derecho a existir y al beneficio depende de su capacidad de trabajo, de su rentabilidad. Tiene que demostrar que se lo puede emplear, se produce así una substitución del "derecho al trabajo" por una nueva obligación: demostrar su "capacidad para estar empleado". Es lo que unos dirigentes llaman "una política social activa del trabajo". Para ellos, si la educación tiene que tener un papel mayor, es principalmente con relación a esta obligación de "capacidad para estar empleado". Y eso a lo largo de la vida, gracias a la formación permanente cuya función es mantener utilizables y rentables los recursos humanos del país, es así que el trabajo ha cesado de ser un sujeto social.

La segunda trampa es el paso de la educación al campo del mercado. Si se le asigna como tarea principal formar los recursos humanos al servicio de la empresa, no hay que asombrarse que la lógica del mercado y la lógica financiera del capital privado pretendan imponerle la definición de sus finalidades y de sus prioridades. La educación más y más es tratada como un mercado. En América del Norte, se habla permanentemente del "mercado de la educación", del "business de la educación", del "mercado de los productos y de los servicios pedagógicos" de "empresas educativas" de "mercado de profesores y alumnos". Al respecto se puede notar que el primer Mercado mundial de la educación (World Educacion Market) tuvo lugar del 23 al 27 de mayo 2000 en Vancouver, Canadá. Para la gran mayoría de los actores, públicos y privados, presentes en este evento (3), el mercado de la educación ya es un hecho, la cuestión principal es saber quién va a vender, qué se va a vender y según cuáles reglas. El "quién" empieza a dibujarse: se trata de los editores de productos multimedia, de los conceptores y alimentadores de servicios en línea o de tele enseñanza, de los operadores de telecomunicación, de las empresas informáticas, todos sectores donde fusiones, absorciones y alianzas se han sucedido con un ritmo frenético estos últimos años. Muchas empresas ya han invertido en el "qué": muchas de ellas tiene un catálogo de programas de formación en línea listos para proponer y entregar. Las "universidades virtuales" se multiplican como hongos a través de las fronteras "nacionales". Según las proyecciones del banco americano Meryll Lynch (4), el número de jóvenes que seguirán estudios superiores en el mundo, llegará a más o menos 160 millones alrededor del año 2025. Actualmente son 85 millones de los cuales 40 millones estarían ya siguiendo una enseñanza en línea. Se imagina lo que podría representar este último mercado dentro de un cuarto de siglo. La tendencia en todos los países "desarrollados", empuja hacia un sistema de educación organizado sobre una base individual, a distancia (vía Internet), variable en el tiempo, a lo largo de la vida, y personalizada (5). En cuanto a las reglas, el fracaso de las negociaciones del Ciclo del Milenario de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle, en diciembre de 1999, ha impedido de manera provisoria, que los principios del libre comercio se apliquen también a la educación. Lo cual figuraba en el menú del Acuerdo General sobre el Comercio de los Servicios (AGCS). Sin embargo, las negociaciones sobre los servicios se han reiniciado en la sede de la OMC en Ginebra, de esta manera nada garantiza que la liberalización y la desregulación del sector educativo no estarán de nuevo inscritos en el orden del día. Más y más numerosos son los responsables políticos de los países desarrollados listos para aceptar que el mercado decida sobre las finalidades y la organización de la educación. Las organizaciones sindicales (particularmente la Internacional de la educación), las organizaciones no gubernamentales y los movimientos ciudadanos tendrían que duplicar sus esfuerzos para contrarrestar este escenario (6).

Una cultura de guerra.

Tercera trampa: la educación está presentada como el instrumento clave de la supervivencia de cada individuo, al mismo tiempo que la supervivencia de cada país en la era de la competitividad mundial. Así, la esfera educativa tiende a transformarse en un "lugar" donde se aprende una cultura de guerra (cada uno para sí mismo, tener mejor éxito que los demás y tomar el lugar de los demás) en vez de una cultura de vida (vivir en conjunto con los demás, en el interés general). Las universidades, los poderes públicos, los estudiantes, los padres de familia y también muchos sindicatos, en general, han aceptado tal cultura. Pese a los esfuerzos de una mayoría de educadores, el sistema así, llega a privilegiar la función de selección de los mejores, en vez de la función de valorización de las capacidades específicas de todos los alumnos.

Cuarta trampa: la subordinación de la educación frente a la tecnología. Se cree, desde los años 70, que la tecnología es el principal motor para los cambios de la sociedad. Así, los dirigentes han impuesto la tesis de su primacía y de la emergencia que hay a adaptarse a esta. En cualquier campo de aplicación (la energía, la comunicación, la salud, el trabajo), los dirigentes tienen la tendencia a considerar como inevitable e irresistible todo cambio económico y social por el hecho de la vinculación a las nuevas tecnologías, y se piensa que las innovaciones que van arrastrando contribuyen al progreso del hombre y de la sociedad. Para la gran mayoría de los dirigentes, la mundialización actual es hija del progreso tecnológico. Oponerse no tiene sentido. El papel principal de la educación sería pues el de dar a las nuevas generaciones la capacidad de comprender los cambios en marcha y las herramientas para adaptarse a estos.

Quinta trampa: la utilización del sistema educativo como medio de legitimación de nuevas formas de división social. Si creemos en el discurso dominante, las economías y las sociedades de los países desarrollados estarían pasando de la era industrial, fundada sobre resortes materiales y capitales físicos (la tierra, la energía, el acero, el concreto, el ferrocarril), a la era del conocimiento, fundada principalmente sobre recursos y capitales inmateriales (los saberes, la información, la comunicación, la logística). El conocimiento se habría vuelto el recurso fundamental de la nueva economía nacida de la revolución del multimedia, de las redes numéricas, de sus derivados: el "e-comercio", el "e-transporte", la "e-educación", la "e-empresa", el "e-trabajador" (7). En esta óptica, la empresa está vista como el sujeto y el lugar principal de la promoción, de la organización, de la producción, de la valorización y de la difusión del "conocimiento que vale". Promover la difusión de un espíritu empresarial y de creación de empresas en medio científico y dentro de los establecimientos secundarios y superiores, y re-dinamizar el sistema educativo para transformarlo en el terreno privilegiado de la formación de las jóvenes generaciones para la construcción de la "sociedad del conocimiento", constituye una de las mayores prescripciones de las políticas públicas de la investigación y de la enseñanza. Esta prescripción está puesta en marcha en el momento donde, en todo el mundo, una nueva división social se instaura entre los "calificados" (los que tienen acceso al "conocimiento que vale") y los "no-calificados" (los que están excluidos al acceso del "conocimiento que vale" o que no logran preservarlo). Esta división agrava las que proceden de las desigualdades de acceso a la alfabetización básica. El conocimiento se vuelve el principal material de construcción de un nuevo muro (el "muro del conocimiento") entre los recursos humanos nobles (organizados en las nuevas guildas profesionales planetarias) y los recursos humanos del pueblo, nuevo proletariado del capital mundial".

Fuentes:*Tomado de "Mundo diplomático" edición francesa de octubre 2000. Traducción de Mauricio Cusin. 
**Consejero para la Comisión Europea, profesor a la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica).
(1) Ha llegado el tiempo de elaborar una crítica apretada del concepto y de las prácticas de los "recursos humanos" y de abandonar la utilización de este término en las sociedades que se dicen fundadas sobre los derechos humanos. 
(2) Para una crítica de esta evolución, leer Gérard de Sélys, "La escuela, gran mercado del siglo XXI", "Le Monde diplomatique", junio 1998.



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