INTERNACIONALES
7 de junio de 2017
El presidente de EE UU nombra a un nuevo director del FBI en plena tensión
Christopher Wray fue fiscal general adjunto con Bush y se le considera próximo a los republicanos
El presidente de Estados Unidos ha anunciado hoy por Twitter el nombramiento de Christopher Wray como director del FBI. La decisión llega justo el día antes de la declaración de su antecesor en el cargo, James Comey, ante el Comité de Inteligencia del Senado por su despido. Un momento altamente delicado para Trump y donde se espera que Comey haga públicas las presiones que sufrió por parte del presidente para cerrar la investigación de la trama rusa.
I will be nominating Christopher A. Wray, a man of impeccable credentials, to be the new Director of the FBI. Details to follow.
Wray, de 50 años, es un graduado en Yale que fue nombrado por George W. Bush fiscal general adjunto al mando de la división criminal. Ocupó el cargo entre 2003 y 2005 y se especializó en la persecución de escándalos corporativos como el caso Enron. De perfil plano y poco polémico, se le considera próximo a los republicanos, pero también respetado entre los agentes. Ahora estaba trabajando en una firma privada King & Spalding y entre sus últimos litigios figura la defensa del gobernador de Nueva Jersey, el republicano Chris Christie.
Trump, fiel a su estilo, hizo público el nombramiento en su cuenta personal de Twitter. Ni siquiera en la oficial. Le definió como “un hombre de credenciales impecables” y agotados los 140 caracteres no dio más datos pese a la transcendencia del cargo. Encargado de las investigaciones federales, para blindarle de presiones, el puesto tiene una vigencia de 10 años. Antes de Comey sólo un director del FBI había sido destituido. Ocurrió con Bill Clinton y por un asunto de manejo de fondos públicos para fines personales.
La decisión de designar a Wray justo en las vísperas de la declaración de Comey no es ajena al intento de recuperar la credibilidad en un terreno en el que el presidente no ha hecho más que perder batallas. La trama rusa, la supuesta coordinación entre el equipo de campaña de Trump y el Kremlin para desprestigiar a Hillary Clinton, se ha vuelto un escándalo imparable. El propio fiscal general, Jeff Sessions, se ha tenido que recusar del caso y el consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, fue destituido a los 24 días de ocupar el cargo por haber ocultado el contenido de sus conversaciones con el embajador ruso en Washington.
En este horizonte, el despido de Comey a principios de mayo no hizo sino agigantar la crisis. Lejos de calmar las aguas, trajo consigo el nombramiento de un fiscal especial,el exdirector del FBI Robert Mueller, investido de poderes extraordinarios y cuyas pesquisas determinarán el futuro de la presidencia.
Pero la mayor fisura para Trump procede ahora mismo de Comey. Tras su destitución, el presidente denostó su trabajo y le llamó "fanfarrón". La reacción del despedido fue fulminante. Primero filtró que el presidente le había presionado para que cerrara el caso y luego, cuando le citó el poderoso Comité de Inteligencia del Senado, pidió que su comparecencia fuera pública.
Mañana, a partir de las 10.00 (hora de Washington) será interrogado durante tres horas por los senadores. Su despido, las presiones y los supuestos intentos presidenciales de obstruir la investigación de la trama rusa centrarán la vista.
Pocas veces la expectativa fue mayor en una comparecencia en el Senado. Hay medios que la han calificado como las más importante de los últimos 20 años. El propio Trump, que odia a Comey, no ha podido eludirla y con cara amarga le ha deseado “suerte”.
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