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REFLEXIONES

17 de junio de 2017

Matar a Güemes: Misión cumplida

A Martín Miguel de Güemes lo asesinaron argentinos traidores al pueblo y a la patria, que lo emboscarán en cercanías de la ciudad en junio de 1821, provocándole la muerte.

La Revolución Tucumana del 11 de Noviembre de 1819 contra el gobernador Feliciano de la Mota Botello, motivo que ascendiera el gobierno de Tucumán don Abraham González. Pero el 19 de mayo de 1820 era elegido gobernador Dn. Bernabé Aráoz, quien el 6 de Septiembre del mismo año fue proclamado Presidente Supremo de la República de Tucumán.

Ya se ha visto que desde su destitución como gobernador de Tucumán, en l817, por el Director Pueyrredón, a pedido de Belgrano, Aráoz debe de haber sentido animadversión por Güemes. Sin embargo, el gobernador de Salta llego a decirle en una carta del 19 de agosto de 1820, lo siguiente: "En una palabra me debe a mi la vida y otras cosas mas que las ignora..." A partir del momento que Aráoz gobernó nuevamente Tucumán, esa enemistad tuvo un rol decisivo. En la precitada nota, Güemes agrego: Usted sostiene aún a los godos contra mi autoridad y a  mis enemigos les permite tiren y vayan contra mi públicamente. Mis insinuaciones oficiales las mira usted con desprecio y en fin todo, usted se vuelve una pura tramoya para desconceptuarme: en la guerra negándome los auxilios, retardándome las comunicaciones, buscando pretextos privados para demorar la organización de mi ejercito, acogiéndose a las determinaciones de su congreso, atender el grave mal que va a sufrir la Nación con la falta a la combinación con el Gral. San Martín".

Esa postura de Aráoz fue acentuándose día tras día. Y cuando el gobernador Felipe Ibarra solicito a Güemes ayuda en contra de Aráoz, quien atacaba Santiago del Estero e impedía el envió de la ayuda para el Ejercito de Observación, el Gobernador de Salta ordenó que sus fuerzas regresaran de Humahuaca y marchara sobre Tucumán. Contó para obrar así con el consentimiento de la Asamblea Electoral y del Cabildo de Salta.

Enterado el Gral. Olañeta de lo que ocurría entre Güemes y Aráoz, decidió invadir nuevamente la provincia. El gobernador sustituto, don José Ignacio Gorriti, resolvió partir al encuentro de las avanzadas enemigas, que habían ocupado la ciudad de Jujuy. El 29 de abril Gorriti vencía y tomaba prisioneros a todos los integrantes de la vanguardia realista, incluso su jefe el coronel Guillermo Marquiegue. Frente a este contraste el Gral. Olañeta retrocedió hasta su Cuartel General en Tupiza.

Por su parte Güemes, se dirigió nuevamente a tomar el mando de su fuerza, que se encontraba en Rosario de la Frontera, hasta donde había retrocedido después de la derrota que sufriera Heredia en Tucumán. Encontrándose en este punto, el coronel Jorge Enrique Vidt, jefe de su vanguardia, venció a las tropas tucumanas, y se establecía en la Cañada de los Nogales, a 10 Km. de Tucumán.-

Se aprestaba Güemes a avanzar con el grueso de su fuerza, cuando se le informó que había tenido en la capital salteña la Revolución del Comercio. El 24 de Mayo de 1821 los revolucionarios en su mayoría comerciantes y cabildantes habían aprovechado la ausencia de Güemes para apoderarse del gobierno y deponerlo. Designaron Gobernador al coronel Saturnino Saravia.

Güemes marchó de inmediato, con algunos de sus hombres hacia Salta, adonde arribo el 31 de Mayo de 1821. Se impuso sin luchar, por cuanto las milicias que apoyaron a los revolucionarios, en cuanto vieron al prócer, pasaron a ingresar sus huestes. Los rebeldes cerraron sus comercios y huyeron a Tucumán, excepto don Mariano Benítez, quien se dirigió hacia el Potrero de Linares de propiedad de su suegro; este le dio un baqueano, quien lo guió hacia el campamento realista.

En estas circunstancias Güemes fue informado que de otra vez Olañeta invadía la provincia. Recurrió entonces a las divisiones que estaban en Rosario de la Frontera y que iban a avanzar sobre Tucumán y se dedicó a preparar la defensa de la provincia. El Gral. Antonio Olañeta sin disputa el más calificado adversario realista de Güemes, había decidido avanzar por la Quebrada de Humahuaca y luego retroceder para dar la impresión de que se retiraba. Simultaneamente dispuso que el teniente José María Valdéz “El Barbarucho”, con 400 hombres, avanzara por la desértica ruta del Despoblado.

MATAR A GÜEMES: MISIÓN CUMPLIDA

El general español Olañeta dispone que su lugarteniente, el “Barbarucho”, que acampaba en Yavi con 400 hombres, marche hacia el sur en maniobra oculta y sigilosa, con el propósito de alcanzar en el menor tiempo posible la ciudad de Salta, sorprender a los patriotas y cumplir con el 0bjetivo principal: asesinar a Martín Güemes, verdadera pesadilla goda. Entre las medidas que adopta para encubrir esta operación, Olañeta levanta su propio campamento de Mojos sin dejar ninguna tropa, fingiendo retirarse en forma ostensible hacia Oruro, pero con la idea de retornar velozmente, en cuanto esta marcha hubiese engañado a los patriotas, para apoyar la "operación comando" del coronel Valdez, el “Barbarucho”.

Todo se ejecuta según lo previsto y en su marcha hacia el sur, Valdez, en lugar de avanzar por la Quebrada, lo hace sin ser advertido por "el Despoblado" (actual ruta nacional N° 40, que parte de la localidad de Abra Pampa, sigue por San Antonio de los Cobres para alcanzar el valle de Lerma al oeste de Salta), que como su nombre lo indica es desolado y deshabitado, también áspero y lleno de dificultades por la falta de agua y víveres.

El “Barbarucho” era un español que, como Olañeta, de comerciante que había sido en el tráfico de mulas y mercaderías con el Perú, había pasado a ser un bravo oficial en el Ejército del Rey, para sostener la autoridad española contra la Revolución.

Según era fama, se había hecho experto en contrabando, practicándolo ventajosamente por los senderos extraviados de las serranías que corren por el poniente de las ciudades de Salta y Jujuy. Este ejercicio lo había convertido en un baqueano experto, ladino y audaz, condiciones venidas a pelo para llevar a buen puerto la riesgosa y, desde todo punto de vista, trascendental "operación comando" que se le había confiado.

“Tan brusco era, tan fogoso y tan bárbaro, que muchas veces, después de cometidas sus torpezas, se arrepentía de ellas; y se lo oía exclamar entonces, con la misma dura franqueza que correspondía a sus ímpetus mal educados: '¡Qué barbarucho soy!', quedándole así para siempre como apodo esta calificación apropiadísima, que él mismo se la daba” .

Valdéz, ayudado por indios baqueanos y algunos salteños enemistados con el jefe gaucho, cruza la altoplanicie de “el Despoblado” y se embosca, el 7 de junio de 1821, en la serranía de los Yacones (20 km al NO aproximadamente de Salta) con unos 400 hombres de infantería. Luego, al oscurecer, desciende sin ser advertido al valle pare alcanzar a la medianoche el campo de la Cruz, sin tropezar con guardias ya que ese flanco es considerado inaccesible.

Allí divide sus fuerzas en partidas a cargo de buenos conocedores de la ciudad y ordena que las mismas se dirijan a rodear la manzana de la casa de Güemes, lo que se realiza sin mayores tropiezos.

Uno de los colaboradores del jefe patriota, que ha estado reunido en su casa y atraviesa la plaza, se topa con una de has patrullas del “Barbarucho2, y es muerto de un disparo. Güemes escucha la detonación y sale solo a la oscuridad cerrada de la noche, convencido de que se trata de algún disturbio aislado, provocado por la anarquía del campo patriota, sin imaginar que los realistas se habían desplegado ya por toda la ciudad.

Al darse cuenta de lo que realmente sucedía, se lamenta de haberse aventurado sin escolta y pretende huir a la carrera por una Calle lateral, pero cae en una encerrona y es herido.

Batiéndose con su proverbial bravura logra subir a un caballo y se dirige al río Arias, donde es transportado en camilla hasta la hacienda de la Cruz, para desde allí continuar su fuga hasta  El Chamical, donde fallece, pese a los cuidados de su médico, el 17 de junio de 1821.

Durante la agonía de Güemes, dos comisiones realistas intentaron comprar su espada. Salta había sido invadida nuevamente y para mostrar su poder el invasor intentó pactar con el héroe. Primero le ofreció atención médica, comprometiéndose a no realizar ningún movimiento de tropas mientras el jefe gaucho se encontrara impedido. La segunda vez, Olañeta le ofreció títulos y honores a cambio de su retiro.

Cnel. Jorge Enrique Vidt

En una última lección de integridad, incorruptibilidad y coraje, Martín Güemes pidió a su segundo en el mando –Coronel Jorge Widt- que le jurara que la lucha continuaría aunque él muriera, mientras hubiera un salteño dispuesto a dar la vida por la libertad. La entereza del general y el juramento del francés –que se encontraba al servicio de la Patria- avergonzaron a los realistas.

Valdez, el “Barbarucho”, el 8 de junio, con su habitual audacia y temeridad, luego del exitoso atentado contra Güemes, había resuelto ocuparla ciudad ante el desconcierto y la sorpresa de los desprevenidos patriotas. Son apresados los principales jefes, unos 35 oficiales, así como armas y pertrechos. Algunos serán pasados por las armas y otros canjeados más tarde por prisioneros españoles capturados por Gorriti, en Yala. 

Fuente: Partes extraidas del Libro: El Grito Sagrado del historiador Mario `Pacho´ O' Donnel



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