Celebramos en la Argentina el Día del padre. A lo largo de las últimas décadas, el rol de la paternidad ha cambiado, les dio a los hombres la oportunidad de conectarse desde un lugar más amplio. No desde el riguroso mandamiento implícito de otros tiempos, algo así como "serás el proveedor y la ley en la familia o no serás nada", sino desde una nueva perspectiva de presencia más amorosa.

En nuestras carreras profesionales, los títulos los otorgan los catedráticos o los jurados académicos. Y quien más horas empeñe en la investigación o el estudio, más títulos alcanzará. Pero ante los hijos, el título de padre se logra con las horas de sueño; las horas con ellos en el parque; haciendo los deberes juntos; llevándolos a la visita con el pediatra; levantándoles el ánimo cuando están tristes; ayudándolos tras una mala nota; felicitándolos tras un merecido sobresaliente; haciéndoles saber y creer que pueden conseguir lo que se propongan; y apoyándolos cuando perdieron más que cuando ganaron. Esas horas -esas vivencias- son las que definirán la personalidad de los que están creciendo.

Los adultos a veces hacemos estupideces, sin ser conscientes del daño que podemos causar. No es lo mismo tener hijos que ser padres. No es lo mismo. Ni siquiera parecido. Y es esta diferencia la que tenemos que entender, porque una vez comprendida e interiorizada por padres, educadores y hasta por los medios de comunicación y audiovisuales (series, películas, programas de televisión) habremos evitado que muchos niños crezcan solos y atormentados.

En el tercer mundo, los niños mueren de hambre y en el primer mundo se les muere el alma por falta de afectividad y contención. Pues queremos encontrar ese segundo mundo que nadie nos ha dicho dónde está, donde reside el sentido común. Ése en el que se busca el equilibrio responsable entre traer hijos al mundo y amarlos con madurez y sin medida; aunque sea difícil.

Los niños no vienen a este mundo para cumplir nuestros sueños; estamos obligados a intentar que ellos cumplan los suyos. Ser padre es cuestión de calidad humana, de calidez emocional, de responsabilidad. Decía Carmen Serrano: "El título de padre, para quien se lo gane y se lo merezca".