CULTO
5 de noviembre de 2017
Los obispos eligen al nuevo jefe de la Iglesia argentina
Será el sucesor de Arancedo, quien ya cumplió dos períodos y no puede reelegir. Suenan Poli y Ojea.
Bergoglistas o muy bergoglistas. Esa parece ser la disyuntiva en las elecciones en la conducción del Episcopado que celebrará esta semana el centenar de obispos del país, que sesionará entre mañana y el sábado en Pilar. Traducido en nombres: el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, por la primera corriente; y el obispo de San Isidro y titular de Cáritas, monseñor Oscar Ojea, por la segunda, son los grandes candidatos a la presidencia del máximo organismo eclesiástico.
Poli, en principio, cosecharía la mayor cantidad de votos, en una elección clave con vistas al futuro del vínculo de la Iglesia argentina con el Papa y con el Gobierno, lanzado a una etapa de diálogo en busca de consensos para una serie de reformas que tienen como principal objetivo disminuir la extendida pobreza.
El Papa Francisco saluda al cardenal Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires en plaza San Pedro el mes pasado.
El actual presidente del Episcopado y arzobispo de Santa Fe, monseñor José María Arancedo, no puede ser reelecto por haber cumplido el máximo de dos períodos (además, superó la edad límite de 75 años y sería inminente la designación de su sucesor en la arquidiócesis santafesina).
La posibilidad de que Poli -de 70 años- sea elegido como su reemplazante está abonada por el peso específico de su ubicación en la pirámide de la Iglesia: es arzobispo de la arquidiócesis porteña, la principal del país, y cardenal primado. Además de haber sido designado allí por Jorge Bergoglio a poco de ser elegido pontífice (convirtiéndolo en su sucesor), los obispos argentinos suelen ser muy respetuosos de las jerarquías. Pero no está dicha la última palabra.
La nueva conducción debería tener una continuidad con cambios. Siempre cada gestión nueva tiene que tener su impronta, pero dentro de una continuidad, sin rupturas porquelas rupturas en la Iglesia no son buenas ni creativas”, declaró Arancedo días atrás.
¿La “continuidad con cambios” sería Poli, quien hasta ahora era vicepresidente primero. ¿Qué continuaría y qué cambiaría con él? Arancedo se vio desbordado por el “huracán” que significó para la Iglesia argentina el pontificado de Francisco, no exento de gestos fuertes que, en materia política en relación a su país, suscitaron encendidas polémicas. Pero que carecieron -dicen en Roma- de esclarecedoras explicaciones por parte de la cúpula eclesiástica nacional. Y que quedaron atrapados en la tan mentada grieta.
El titular de Cáritas Argentina, monseñor Oscar Ojea, candidato a dirigir la Iglesia argentina.
En cuanto al vínculo con el Gobierno, la relación de Arancedo fue óptima. La semana pasada –tras asistir junto a Poli al lanzamiento presidencial de los consensos básicos-, el titular del Episcopado dijo que esa iniciativa es “una buena idea”. E hizo una consideración no menor respecto al meneado viaje del Papa al país: que el clima de diálogo y búsqueda de consensos en el que está empeñado el Gobierno tras las elecciones “puede colaborar” para destrabarlo. Acaso haya sido relevante lo que sobre ese y otros temas habló Poli con Francisco en su reciente visita al Vaticano.
Por lo demás, los arzobispos de Rosario, Eduardo Martín; de Corrientes, Andrés Stanovnik, y de San Juan, Jorge Lozano, se mencionan como candidatos para las dos vicepresidencias. Y los obispos de Lomas de Zamora, Jorge Lugones, y de La Rioja, Marcelo Colombo, para la presidencia de la siempre políticamente estratégica comisión de Pastoral Social en reemplazo de Lozano, que no puede ser reelecto. Un total de 89 obispos menores de 75 años están en condiciones de votar en la casa de retiros espirituales el Cenáculo.
Fuente:Sergio Rubì
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