AGRO
12 de enero de 2018
El maní a través de la ciencia logra sanidad y rendimiento
Una alianza público-privada trabaja en investigaciones relacionadas con la mejora genética y sanitaria del maní. El objetivo es aumentar la productividad del cultivo.
El maní argentino cuenta con un ejército de respaldo, que trabaja día a día para abrirse camino en la innovación genética y en el combate de las enfermedades que lo afectan. Principalmente la del carbón, que tiene más que ocupados a los especialistas para evitar que se transforme en un problema sin retorno.
El maní es un cultivo que tiene todo lo que necesita para crecer y aumentar su importancia, especialmente para Córdoba, su principal productora con 98 por ciento del volumen nacional. Los últimos números invitan a ponerle todas las fichas a ganador.
Sus exportaciones aumentaron un 10 por ciento el último año: de 454 millones a 501 millones de dólares, según el Indec. Está entre los 10 productos que más crecieron.
La Bolsa de Cereales de Córdoba relevó un crecimiento del 3,6 por ciento en la actual superficie sembrada respecto del ciclo anterior, con un total de 340.500 hectáreas.
Estos datos se inscriben en una proyección para la próxima década de 53 por ciento más de producción. La Bolsa de Comercio de Rosario calculó que la producción nacional pasará de 1,14 millones a 1,75 millones de toneladas.
Interacción en red
En Córdoba, el sector público interactúa en forma dinámica con el privado para dar respaldo científico al crecimiento del cultivo.
En marzo de 2017 se creó la Red Científico-Tecnológica del Maní Argentino, coordinada desde el Ministerio de Ciencia y Tecnología; nuclea a las universidades nacionales con sede en Córdoba y a organismos del Inta, como Ipave y Ciap. También están el Ceprocor, el Conicet, la Fundación Maní Argentino, la Cámara Argentina del Maní y el Centro de Ingenieros Agrónomos de General Cabrera y Zona.
Actualmente existen más de 20 líneas de investigación con proyectos a mediano y largo plazo sobre mejoramiento genético y que buscan entender cómo actúan ciertas enfermedades. Sus contenidos priorizan las temáticas que más urgen al complejo manisero.
Martín Frigerio, coordinador de la Fundación Maní Argentino, detalló a Agrovoz los principales proyectos de investigación que hoy respaldan el promisorio futuro del maní en Argentina.
De un extenso listado se comenzó a delinear los grandes temas. Uno apunta a caracterizar las variedades de cultivos en Argentina que están “en el banco” de semilleros privados y en reparticiones del Inta. El objetivo es buscar información que aporte a las investigaciones actuales.
El sector también percibió que, si bien hay grandes empresas de biotecnología con fuerte presencia en el país, no todas muestran interés en el maní, en función de la superficie que se cultiva.
“Era necesario dar este impulso desde el sector, trabajando en conjunto con instituciones públicas y privadas. La vinculación dará su resultado en calidad, con el tiempo”, dice Frigerio.
A partir de esta sinergia público-privada, plazos de entre cinco a 10 años para los objetivos de mejoramiento genético están dentro de lo que se puede esperar como un resultado promisorio acorde a los tiempos de la industria.
Frigerio explicó que se busca principalmente identificar los factores de resistencia a enfermedades, estrés, sequía y salinidad. Además, indagar en la obtención de ciclos más cortos para lograr mayor margen de cultivo, aumentar rindes y bajar los recursos que necesita la planta para crecer. Todo esto, a partir de herramientas moleculares para establecer los mejoradores genéticos. En Argentina hay una o dos variedades comerciales, pero en Estados Unidos son cerca de 45. Eso permite mayor versatilidad. “Apuntamos a eso”, explicó el coordinador de la Fundación Maní Argentino.
En lo que nuestro país supera al del norte es en los desarrollos técnicos de las empresas dedicadas al procesamiento.
Este año se prevé desde la Cámara Argentina del Maní una campaña de difusión para dar a conocer los beneficios de su consumo y elevar la demanda interno.
En China se consumen ocho kilos por habitante por año y en Argentina no llega a los 300 gramos, comparó Frigerio.
Según indicó, hay varios estudios que dan cuenta de los beneficios de su consumo como antioxidante; también lo ubican como beneficioso para prevenir diabetes y riesgos cardiovasculares.
Lupa en enfermedades
Juan Paredes lleva cuatro años investigando el maní en el Instituto de Patología Vegetal (Ipave), dependiente del Inta, que conduce Alejandro Rago.
Junto con la viruela del maní, el carbón es la enfermedad más importante por su incidencia a nivel productivo, aunque con distintas particularidades.
Para la viruela hay estrategias de manejo y en años epidémicos se mantiene controlada. Pero para el carbón no todas son eficientes, admitió Paredes.
El carbón del maní es una enfermedad muy particular, por la dispersión y sobrevivencia de las esporas. Causa pérdidas de rendimiento, transformando el grano en una masa carbonosa. Está costando entender cómo se comporta el patógeno y se invierte mucho dinero en lograr ese objetivo.
En el Ipave hay varios grupos de investigación, pero uno trabaja especialmente en el control químico con fungicida, y se logran distintas eficiencias. No en todos los casos funciona igual y por eso se investigan distintos momentos de aplicación.
“Tratamos de definir el paquete tecnológico que el productor puede aplicar. Todos los años se da un paso más adelante en las estrategias y los avances son promisorios, pero no 100 por ciento efectivos en áreas de riesgo epidémico”, detalló el investigador.
La enfermedad está presente en todos los suelos productivos de la provincia, con diferentes grados de presión y se vincula con el historial del cultivo. Se estudia su mayor incidencia en proximidades de las plantas de procesamiento. El tema comenzó a mirarse con atención desde el exterior. A través de distintas publicaciones científicas en el país, los centros de referencia del exterior saben bien del problema.
Australia es uno de los países que pidió garantías. Sería preocupante si se exportaran semillas, pero por ahora no hay evidencias de que se traslade a través del maní blancheado.
Selección genética
Más allá de este problema sanitario, paralelamente se hacen trabajos de relevamiento de enfermedades virósicas en distintos lotes. Hay una serie de patógenos identificados y se evalúan aspectos epidemiológicos, insectos vectores, y el daño sobre el cultivo.
“Se están seleccionando cultivares con resistencia a distintos factores, con resultados promisorios”, señaló Sergio Lenardón, saliente director del Centro de Investigaciones Agropecuarias del Inta.
Si bien estas enfermedades tienen niveles de incidencia relativamente bajos, una premisa de los investigadores es tratar de ir detectando problemas a tiempo para tomar las medidas de prevención antes que lleguen a masificarse. Por la experiencia vivida en otros países, Lenardón dice que no hay que relajarse, y por eso se les hace un seguimiento y se mantiene el alerta.
El especialista asegura que las enfermedades virósicas no van a ser un factor limitante para el aumento proyectado en la producción de maní.
Si bien el cultivo tiene desafíos por superar y problemas que resolver, cuenta con un respaldo de organismos e instituciones que apuestan fuertemente a un mejoramiento; lo que alienta las buenas expectativas que brindan los pronósticos.
La superficie llegó a 340 mil hectáreas
Con el ciento por ciento sembrado en la provincia, la Bolsa de Cereales de Córdoba estimó en 340.500 hectáreas la superficie de maní; es 3,6 por ciento mayor que la del ciclo anterior.
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