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POLITICA

5 de octubre de 2014

Capitanich habría acordado con Cristina su salida del Gobierno

Se aceleran los tiempos para el relevo en la Jefatura de Gabinete. Cambiarán nombres pero no el rumbo. En la lista están Julián Domínguez, Aníbal Fernández y Alicia Kirchner.

Jorge Capitanich ya acordó con la Presidenta su salida del Gobierno. El jefe de Gabinete dejaría su cargo a fines de este mes como fecha tope, aseguran a Clarín fuentes de la Casa Rosada. De ser así, haber fijado un horizonte a las especulaciones sobre su salida es buena noticia para Capitanich: significa que tendrá la comprensión de Cristina para el paso que debe dar, en defensa de su amenazado capital político en el Chaco.

Raro que Cristina deje ir a un ministro, y sobre todo al jefe de todos ellos. Llegado el caso ella los echa, que es otra cosa.

“De acá te vas preso o muerto”, le respondió alguna vez al agobiado Julio De Vido, el mismo que acompañó fielmente a los Kirchner desde el primer día, cuando Néstor llegó a la intendencia de Río Gallegos. No suele haber piedad ni clemencia, ni siquiera para quienes logran ascender al Olimpo kirchnerista.

De licencia como gobernador, Capitanich sufre la acción disolvente del vice que dejó a cargo. Juan Bacileff Ivanoff, que así se llama, además de hacerle algunas trapacerías menores le está apurando las elecciones para el año próximo y lo baña en denuncias, entre ellas la de utilizar el avión de la provincia para atender menesteres amorosos.

¿Algo de este culebrón chaqueño habrá enternecido a Cristina?

Porque antes de concederle la salida a Capitanich, le había enfriado el trato de manera ostentosa. Eso no hizo mella en el entusiasmo verbal del jefe de Gabinete, que siguió superándose a sí mismo en la defensa de la Presidenta y del Gobierno. Veremos si todo termina tan plácidamente como se anuncia hoy.

Como la rueda del poder nunca deja de girar, el centro del interés ahora es quién podría ocupar la Jefatura de Gabinete. Y si tendrá el poder real que la Presidenta jamás le otorgó a Capitanich.

Está claro que podrán cambiar los nombres, pero no cambiará el rumbo decidido por Cristina para atravesar el tramo final de su mandato.

Pero habrá que dilucidar, cuando llegue el momento, si el recambio expresará crudamente el avance de La Cámpora o si, en cambio, seguirá siendo una figura del peronismo quien ocupe ese puesto, cuestión de no romper los puentes con la fuerza política que tendrá que poner el cuerpo en la elección que viene. Porque el cristinismo puro demostró hasta acá tener mucho peso en el Estado y lo que dependa de sus recursos generosos, pero muy poca capacidad de representación electoral.

Sigue sonando Julián Domínguez como aspirante central a la Jefatura de Gabinete, sostenido por su cercanía con La Cámpora y la confiabilidad que sembró en el núcleo del poder. Allegados al jefe de la Cámara de Diputados aseguran que tomó nota de los tropiezos de Capitanich. Se trata de no disputar poder en vano y de graduar la exposición pública.

“Julián jamás hablaría todas las mañanas; una vez por semana o dos, a lo sumo”, dicen. El hombre ya se está haciendo a la idea de que le puede tocar el premio.

Otro que también desparrama optimismo, créase o no, es Aníbal Fernández. Recuperado el trato con la Presidenta, que lo había ninguneado un poco cuando lo sacó del Gobierno en el comienzo de su segundo mandato, el senador de Quilmes trabajó pacientemente para su propia reconstrucción y se siente listo para volver al cargo que ya ocupó. Las segundas líneas de la Casa Rosada dicen estar encantadas con la posibilidad.

“Con él se trabajaba mejor”, dice un funcionario del área presidencial. Difícil que Cristina tome en cuenta esas opiniones. Pero Aníbal esta ahí, peronista pura sangre, un profesional de la política dispuesto a hacer lo que sea conveniente en cada momento.

Igual que Julián, en el fondo de su alma Aníbal confía en que si le cantan su número en la ruleta, el verdadero premio será la posibilidad de construir una precandidatura presidencial competitiva. Sin sueños no se puede vivir.

Un tercer nombre que gira es el de Alicia Kirchner. Su ascenso a la Jefatura de Gabinete sería, en todo caso, un elegante empujón hacia arriba desde Desarrollo Social. Los dirigentes de La Cámpora quieren ese ministerio: maneja mucha plata y reparte mucha ayuda.

Le critican a la gestión de Alicia (hermana, cuñada y tía en la familia presidencial) cierta pesadez burocrática. Cuentan que cuando le fueron a plantear el tema a Cristina, con los infinitos cuidados del caso, la Presidenta les dijo: “Ni me hablen de eso, Alicia maneja millones y millones de pesos desde hace años y nunca tuvo un problema”. Esa prolijidad para hacer circular el dinero parece ser un valor muy alto, quizás más que la eficacia.

Pero los de La Cámpora, en su carácter de guardianes perfectos de Cristina, seguro insistirán en poner bajo su control directo los recursos del ministerio ideal para hacer campaña. Si la jugada les sale bien quizás Mariano Recalde se baje de Aerolíneas Argentinas para ocuparse de esa misión.

Recalde, y hasta el mismo Axel Kicillof habían sonado como eventuales reemplazantes de Capitanich. Eso expresa dos fenómenos en paralelo: el creciente poder de La Cámpora, cuya conducción integra Recalde; y la posibilidad de crecimiento sin techo del ministro de Economí a, que no es de La Cámpora pero parece.

La brusca remoción de Juan Carlos Fábrega del Banco Central, ejecutada en persona por la Presidenta, y la llegada a ese puesto de Alejandro Vanoli, muestran que Kicillof no necesita ser jefe de Gabinete para actuar como el ministro más poderoso.

Su sintonía perfecta con la Presidenta se expresa en el rumbo elegido por el Gobierno para afrontar las amenazas de la economía.

Se equivocaron en los diagnósticos y usaron herramientas poco efectivas. Los problemas siguen y crecen. Pero ellos prometen más de lo mismo.

El brillo actual de Kicillof ha conseguido opacar incluso a Carlos Zannini, el secretario de Legal y Técnica que siempre integró la mesa chica del poder kirchnerista. Aunque, es justo decirlo, Zannini sufre una maniobra de pinzas.

Lo aprieta por un lado Kicillof y con más sigilo avanza por el otro costado Eduardo De Pedro, ascendente jefe de La Cámpora, muy escuchado por Cristina y su operador hacia el interior del Gobierno.

Ese sutil desplazamiento se habría evidenciado, a ojos de demasiada gente, durante la reciente gira de Cristina por Roma y Nueva York. Un funcionario que integró la comitiva aseguró a Clarín que fue “muy notable” el modo en que De Pedro y el jefe territorial de La Cámpora, Andrés Larroque, ocuparon todo el espacio alrededor de Cristina.

De Pedro y Larroque tuvieron alto protagonismo en el encuentro que el Papa concedió a Cristina y sus acompañantes. La foto de la remera de La Cámpora entregada a Francisco, notable concesión del Pontífice a sus visitantes, es ya un ícono de la conversión cristinista respecto del Papa. Y expresa la decisión de usar cuanto elemento tengan a su alcance para tratar de retener todo el poder posible, todo el tiempo posible. La columna camporista en la peregrinación a Luján de este fin de semana es la confirmación por sobreactuación de todo ello.

Las casualidades no existen en política. De regreso de Roma los camporistas, y también Kicillof, empezaron a mostrarse cerca de Daniel Scioli, el candidato oficialista más competitivo y de quien el oficialismo duro más desconfía.

La conducta camporista puede obedecer a dos razones.

Una razón es simple necesidad, que como se sabe tiene cara de hereje. Quizás el cristinismo precise de Scioli, al final del camino, para sacar las castañas del fuego electoral. Así que mejor no azotar demasiado a quien pronto se puede necesitar fresco y pimpante.

Otra razón sería casi un milagro, si es como cuentan quienes dicen saber qué pasó en el almuerzo de hace dos sábados en Santa Marta. La Presidenta habría salido de allí convencida de que Scioli tiene el favor del Pontífice.

Y a ella la cercanía del Papa le puede servir como un traje antiflama mientras acentúa su rumbo incendiario.

¿Habrá sido realmente así? Quién sabe. Los caminos del Señor son insondables.



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