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SALUD EMOCIONAL

8 de octubre de 2018

El cerebro y el corazón codirector de las decisiones

De hecho, ya Aristóteles daba prioridad al corazón antes que al cerebro.Foto:Crédito

Por: Redacciòn FM Fleming"Magazine"

La mente y el corazón actúan de manera sinfónica e influyen en las percepciones y decisiones.

Es algo que empieza a ser analizado por la biología profunda y que nos traslada a una nueva percepción de lo que somos en verdad.

La mente no funciona separadamente del cuerpo, y del mismo modo nuestro cerebro no funciona independientemente de nuestro corazón. Ambos órganos entonan una sinfonía que influye en nuestras percepciones y decisiones, y en el modo en que conectamos con los demás.

Cerebro y corazón: los codirectores de nuestro organismo

La mente y el corazón actua de manera sinfónica e influyen en las percepciones y decisiones

Amamos, estudiamos, reímos, nos frustramos y tomamos decisiones convencidos de que cada uno de estos actos son controlados por el cerebro.

Sin embargo, las emociones que subyacen detrás de estas vivencias tienen a menudo como codirector de orquesta también al corazón.

Con su lenguaje de latidos, el corazón no solo envía mensajes al cerebro, cuando sus neuronas detectan que necesitamos equilibrarnos, sino que pone en marcha sus propios recursos para volver a la situación de equilibrio, y hasta puede hacerlo de un modo autónomo, sin que nuestro cerebro intervenga.

Entre ambos órganos se establece un camino de ida y vuelta en el que diseñan nuestras percepciones sin que seamos plenamente conscientes, pero desde donde experimentamos nuestro ser tanto como las emociones y sensaciones de los demás.

El cerebro cardiaco

El corazón nos mantiene conectados con neuronas que aprenden, sienten, recuerdan y toman decisiones funcionales sin el pleno consentimiento del cerebro, ya que su campo electromagnético es 5.000 veces más intenso que el del cerebro.

Según las investigaciones científicas, su energía se extiende hasta cuatro metros alrededor de nuestro cuerpo, por lo que sentirse aislado de los demás es una ilusión de la mente.

Y es que el cerebro controla y cuida nuestra supervivencia, atento a la adaptación al medio y a lo que ocurre en nuestro interior, pero el corazón realiza acciones que afectan a nuestras percepciones.

El corazón es un "cerebro cardiaco", tal como lo denominó el doctor J. Andrew Armour en 1991, pues con su sistema nervioso intrínseco, ubicado alrededor de la superficie del ventrículo derecho, y dotado con 40.000 neuronas, neurotransmisores, proteínas y células de apoyo, puede actuar como el cerebro.

La unidad cuerpo-mente

Podemos perfeccionar la vivencia de la unidad cuerpo-mente, natural en la cultura oriental, porque no se trata de una unidad estática.

El gran filósofo japonés Yuasa Yasuo introdujo el concepto de "unidad cuerpo-mente lograda" y propuso un entrenamiento psicofísico continuo como vía de acceso consciente a esa unidad, a partir de una mejor conexión con los sentidos y con los estados mentales de relajación y percepción de totalidad.

La sensación de unidad no es raro que vaya acompañada de una profunda percepción de fortaleza interior. La experiencia del "estado de unidad", de la unidad que nace de dentro, y que parte de la vivencia de estar –solo estar, sin barreras ni juicio alguno– activa actitudes como el perdón o la reconciliación.

Es el estado de "paz interior" o "estar en el centro" que, en un amplio sentido del término, es una experiencia mística. La experiencia es mayor cuando el corazón transfiere información fisiológica, psicológica y social entre los individuos, porque desde el punto de vista evolutivo es esta conexión lo que nos ha permitido llegar hasta aquí como especie.

Dice John Cacioppo, creador de la neurociencia social: "Los humanos crecemos, aprendemos y nos desarrollamos en grupo, y la ciencia ha demostrado que tenemos emociones que no existen en otras especies, o que las tienen, pero están apenas desarrolladas. Una es la empatía, una forma de receptividad mutua en la que los demás influyen y moldean nuestro estado de ánimo y nuestra biología".

Estar en la piel de los demás

Estamos de verdad en la piel de los demás porque, según Daniel Stern, profesor adjunto del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Cornell, "nuestro sistema nervioso percibe el sistema nervioso de los demás y siente lo que los demás sienten". Cuando ello ocurre resonamos con su experiencia y ellos también con nosotros.

De hecho, ya Aristóteles daba prioridad al corazón antes que al cerebro, y en la Edad Media se creía que cada persona tenía tres almas: una en el hígado, otra en el corazón y la tercera era el alma racional.

Pero han tenido que pasar más de once siglos para que supiéramos que los seres humanos estamos provistos de recursos para poner en marcha y mantener la unidad interior y el cuidado de la especie.



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fabian agustisas

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