ESPECTACULOS
8 de octubre de 2018
Rod Stewart estoy envejeciendo con gallardía
Rod Stewart la voz eterna estrella del rock.
Fue el hombre bala del rock y, desde hace 50 años, el éxito acompaña a su voz raspada y a su aspecto de 'dandy' gamberro.
Tres generaciones de seres humanos hemos puesto a Rod Stewart en nuestras vidas. Hemos coreado sus canciones para bares, bodas y navidades. Hemos contemplado la evolución de su vestuario sin salir de la estupefacción y hasta nos llegamos a acostumbrar a sus voluntariosos hábitos de apareamiento.
El viejo Rod, sí señor. Estrafalario, simpático. Horterilla, no pasa nada por decirlo. Entrañable. Uno de los nuestros.Y resulta que, sin que él pueda llegar a explicar bien cómo ha podido ocurrir, aquí está aún con todos nosotros, con el mismo peinado desde hace cinco décadas, con la sonrisa de golfo y la voz eterna de estropajo.
No puede ser más Rod Stewart este Rod que habla al otro lado del teléfono. «¡Estoy muy bien, gracias!», dice, jovial, y no tiene problema en hablar de su edad. No tiene problema en hablar de nada. «Tengo 73 años. Vivo con ello, lo acepto, tampoco hay nada que se pueda hacer, obviamente». Y cuando parece que va a citar el proverbio chino de que si tienes un problema que no tiene solución, ¿para qué te preocupas?, entonces emerge el hijo del fontanero de Londres convertido en karateca del boogie convertido en estrella de Las Vegas. «Pero me siento bien, tengo la suerte de seguir en forma, de poder trabajar, correr, jugar al fútbol, ir a nadar, de estar delgado.
Soy plenamente consciente de que algún día deberé retirarme, pero en este momento me siento en la cresta de la ola y disfruto cada segundo». Y añade, impostando el tono: «Estoy envejeciendo con gallardía, que no es algo que tuviera pensado hacer».A diferencia de lo que cantaba Neil Diamond en Sweet Caroline, los viejos tiempos no le parecen tan buenos a Rod Stewart.
El pasado no es lo suyo, sino, como ha quedado demostrado, disfrutar el momento. Afirma rotundo que su nuevo disco, Blood Red Roses, es el mejor que ha hecho nunca e insiste en mostrarse agradecido («Es algo adorable») por seguir teniendo aceptación entre el público. «Y disfruto mucho más grabando ahora que en los viejos tiempos, cuando me pasaba meses encerrado en un estudio sin ver la luz del sol», dice. «Ahora con los ordenadores y la tecnología es la hostia de fácil, y mucho más divertido».La gente suele decir que ya no hay estrellas del rock como las de antes, pero eso no es algo que le preocupe en absoluto.
«¿Qué significa hoy ser una estrella del rock? ¿Llevar el pelo largo, dar saltos? Ahora la música cuenta un millón de veces más que ninguna otra cosa, hay que olvidarse de la imagen y concentrarse en la factura musical», opina sin un átomo de nostalgia. «Piensa por ejemplo en Sam Smith, que es genial y no tiene ninguna imagen rompedora, o Adele, una gran chica.
O Ed Sheeran: no es Brad Pitt precisamente, pero su música es genial».Explica que escucha «nueva música a todas horas», «principalmente en la radio», y sorprende al hablar de rap. «Me gusta mucho, sobre todo gracias a las recomendaciones de mis hijos y de dos de mis nietos, dos zagales que tienen 12 y siete años.
Me encanta escuchar lo que les gusta a ellos, conocerlo, aunque no creo que sea bueno, la verdad», añade riendo con la risa Rod Stewart que no necesita patentar porque es inimitable.Con 50 años de carrera ya celebrados, Stewart ha tenido una larguísima vigencia artística, con una gran popularidad a lo largo de toda esa trayectoria.
Al contrario que muchos de sus contemporáneos del rock de los años 60 y 70, también ha sumado éxitos fenomenales en los años 80, 90 y en este siglo, y además ha gestionado su patrimonio con cuidado de poder despilfarrar en caprichitos sin arruinarse nunca (le persigue los talones como un mal detective una escocesa fama de tacaño).
Blood Red Roses es el tercer disco consecutivo en el que compone las canciones, tras dos décadas dedicadas a las versiones, en las que ha demostrado ser un coloso. «Todo cambió cuando me propusieron escribir mi autobiografía», que por supuesto fue un best seller, tras su edición en 2012. «Hablé con muchos amigos y familiares sobre el pasado. Me enfrenté de nuevo a muchos recuerdos, a experiencias que no recordaba, y me di cuenta de que, de algún modo, me quedaban algunas canciones por escribir.
Paul McCartney decía hoy en el periódico que ser compositor no tiene edad, y creo que es una buena cita», añade.Ahí están los años dementes de juventud, las habitaciones de hotel arrasadas, los chistes de taberna, la vida emborrachada, y luego los coches rápidos, los aviones privados, los pantalones ceñidos, los gallumbos de leopardo, las fiestas de cocaína, la gran vida setentera en Hollywood, los adulterios encadenados y, desde que perdió la virginidad con una mujer mucho más mayor que él, hecho que inspiró Maggie May, las bellas mujeres rubias siempre más jóvenes que él colgando del brazo. Pudo parece un dandy bufonesco, un personaje de cómic, pero nunca dejó de grabar, de tocar y de sumar a su causa himnos gloriosos.«Mi vida es un libro abierto, no he escondido nada en los armarios», dice. «La gente lo sabe todo sobre mí, sabe las cosas que he hecho, mis errores también, y me gusta que sea así. Eso me permite escribir y hablar sin miedo a nada, con toda la sinceridad de la que soy capaz».Su comportamiento libertino y algunas famosas letras machistas hacen que sea interesante conocer su opinión sobre el movimiento #MeToo, que ahora cumple precisamente un año. «El #MeToo está muy bien, lo respaldo al 100%, lo único que lamento es que no se hubiese adoptado hace 25 años para evitar que hubiera habido monstruos como este Weinstein», sentencia. Y añade: «Me gusta mucho hablar de política y de los temas de actualidad». Pasamos al Brexit: «En este país se ha confundido a la gente, se la ha engañado, y se han hecho cosas que van en contra de los fundamentos de la democracia. Yo creo que debería haber otro referéndum y que la gente vote conociendo los hechos».Porque para este Rod setentero, «lo más importante» son las noticias. «Me pongo la CNN, que es anti Trump; me pongo Fox, que es pro Trump; y la NBC, que está entre medias». Así que terminamos hablando del presidente de EEUU. «Bueno, no puedo hablar con objetividad sobre Donald Trump porque es amigo mío», revela con cautela. «Vive a media milla de mi casa en la playa, en Palm Beach (Florida). Siempre me ha tratado muy, muy bien, así que debo tener cuidado con lo que digo». Y por fin dice lo que piensa. «Yo le defino como no presidenciable. Creo que debería dejar de tuitear y quizá de contar medias verdades. También hay que decir que el país está yendo extremadamente bien, aunque con Obama también. Durante los últimos cinco o seis años».Es Rod Stewart. Fue ninguneado como un sucedáneo de The Rolling Stones y The Who, desdeñado como un maestro del secador de pelo y las metáforas vulgares. Pero tiene 73 años y sigue bailando el boogie.
Su disco nº30 en cinco décadas
Están en su nuevo disco todos los Rod Stewart que cualquiera puede esperar. El de las baladas con textura de raso. El del funk-soul vacilón. El del rock para corear en el pub y el de las canciones celtas con melodía entrañable. Por haber queda sitio hasta para introducir electrónica de pimpam pum. En el aspecto lírico, Blood Red Roses ofrece también un variado muestrario: la reciente muerte de su mejor amigo desde hacía 55 años, Ewan Dawson, la confrontación de un marino con una ballena enorme o, más increíble aún, el mensaje de alerta a la juventud sobre el peligro que suponen las drogas, son algunos de los temas que el oyente encuentra en este disco que tiende más a la moralidad que a lo canallesco.
Como siempre, es la voz el hilo que une esta nueva serie de canciones, una voz que se mantiene en un tono más que decente pese a su edad. «Ahora es muy diferente que cuando tenía 20 años, cuando simplemente salía y me ponía a cantar», dice. «Trabajo mucho en cuidar la voz. Descanso, caliento una hora antes de cantar, hago ejercicios suaves de recuperación y bebo muchísima agua. Gracias a todo eso, ahora la tengo mucho mejor que hace 25 años, ya no la pierdo nunca como pasaba entonces, cuando hacía las cosas sin cabeza», sentencia.
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