El descenso no da tregua. Cuando más falta hace a un equipo puntuar y aprovechar el pinchazo de sus rivales directos, peor mazazo es el que se lleva. Y esto es lo que le ha pasado al Valladolid.

Cabe decir que el equipo de Sergio pecó de conformismo, quizás por el miedo, el respeto al complicado estadio que visitaba o por la presión a la que se está viendo sometido en esa agónica lucha por la permanencia.

Pero si alguien mereció sumar los tres puntos, al menos por el nivel mostrado en el segundo tiempo, ese fue el Leganés, que afrontaba la jornada con más tranquilidad y con la certeza de la influencia de Butarque, donde ha sumado más del doble de puntos que fuera.

No obstante, en la primera parte se vio a otro Valladolid, con el mismo plan defensivo, pero con descaro en ataque. Pese a ello, las imprecisiones y la falta de puntería de Sergi Guardiola le impidieron adelantarse en el electrónico.

Lo mismo en el otro área, pero con Michael Santos. Ninguno de los dos tuvo su día y no sacaron jugo de los fantásticos envíos de Juanfran y Waldo, que debutó con los vallisoletanos y fue de lo más destacado de los primeros 45 minutos.

Tras el paso por vestuarios, el colegiado se vio metido en un lío por un penalti inexistente de Joaquín, que regresaba a la titularidad. El VAR le sacó de dudas y evitó que la injusticia se apoderara del choque.

El equipo pucelano, que contó con gran apoyo de su hinchada, no apareció en ningún por el área de Cuéllar. Ni con la entrada de Keko, que pareció aglutinar más juego por la banda derecha. El Valladolid no funcionaba.

Los jugadores de Sergio rezaban por el punto cosechado a domicilio. Y esa idea durante todo el tramo final fue determinante para que el Leganés se lo empezara a creer de verdad. Todo ello, con el empuje de Butarque. 

Los cambios de Pellegrino apenas influyeron, sería mediante una conexión inicial como llegaría el mazazo vallisoletano. Juanfran encontró desequilibrio, la puso al área y Carrillo, que entró con todo, envió al fondo de las mallas.

Butarque amarró un triunfo que le permite rozar con la yema de los dedos la permanencia. Una derrota que deja por los suelos a los de Sergio González, que realizaron un buen trabajo, pero que pagaron el exceso conformismo.