DEPORTE
4 de julio de 2019
Rafael Nadal celebra su victoria ante Nick Kyrgios
Rafael Nadal celebra su elaborada victoria ante Nick Kyrgios, en la tercera ronda de Wimbledon.Foto:Adrian Dennis / AFP
Nadal necesita cuatro sets y mucho oficio para superar al volcánico Nick Kyrgios: 6-3, 3-6, 7-6 (5) y 7-6 (3), en 3h03m; en tercera ronda le espera Jo-Wilfried Tsonga
Todo lo que tenía que ser un duelo sensacional en Wimbledon, un combate entre dos espíritus opuestos, ha ido cobrando forma conforme pasaban los minutos.
Lo hemos visto nada más comenzar el encuentro, en los dos primeros juegos. En un santiamén, Rafael Nadal se ha apuntado ocho de los diez primeros puntos. Se ha colocado 2-0, rompiendo el servicio de Nick Kyrgios, y el australiano ha entendido que esto iba muy en serio.
A Nadal, en una pista, no se le vacila. Vuela Nada, abran paso.
Un ratito más, y ahora 3-0. Y el temible Kyrgios, ese volcán imprevisible que a veces empieza a servir por abajo, o lanza dejadas insuperables, o se encabrita consigo mismo, con el rival o con la silla del juez, no aparece por ningún lado.
¿Dónde está el show?
Los encopetados organizadores del All England Lawn Tennis Club, ¿le habrán tirado de las orejas al díscolo aussie?
Nadal, en un momento de su encuentro ante Kyrgios (Hannah Mckay / Reuters)
La historia parece ir en esa línea, con un monstruo apaciguado, semidormido, y un Nadal navegando cómodo, con viento de cola. Pero entonces, con 5-2 en contra, el monstruo aparece. Kyrgios pone caras raras cuando Nadal se retrasa en un descanso.
–Ponle un warning –le dice al juez.
Y luego pone a prueba al balear: un saque por abajo, y el juego para el aussie. 5-3.
Esta es la hora de los valientes. Kyrgios intenta asaltar la fortaleza mental de Nadal. Enredar el partido. Ha entendido algo: o lo logra, o se le va.
De entrada, el balear responde con firmeza. Conserva el servicio y se lleva la primera manga en 29 minutos: 6-3.
Sí, vuela Nadal.
O no.
La cosa se retuerce en el segundo set. Kyrgios se ha puesto en modo jugón. Empieza a mover al balear, propone dejadas y saques magistrales. Resta de maravilla. Se lleva casi todos los puntos. Ahora es él quien se pone 3-0 arriba. Una sombra recorre la mente de los expertos. Nos remite al 2014. Hasta ahora, era el único encuentro que habían disputado Kyrgios y Nadal en Wimbledon. Se lo había llevado el australiano.
Otro saquecito por abajo y Kyrgios se va hasta 4-1. Nadal le pone mala cara. No le gusta lo que hace Kyrgios. No le gusta el australiano.
–Creo que debe respetar más a los demás jugadores, a los jueces e incluso a sí mismo –ha dicho Nadal en alguna ocasión.
–No me tomaría una cerveza con Nadal –dice Kyrgios.
No se llevan bien.
El encuentro entra en una fase confusa. Cuando Kyrgios parece avanzar hacia el set, se gripa. Sirve fatal, se equivoca dos veces en la red, desperdicia el servicio y pierde la ventaja y el oremus. Ya se está peleando con el juez.
–Ponle un warning a Nadal–sigue protestando.
Nadal ni le mira.
Nick Kyrgios discute con el juez de silla, Damien Dumusois, durante su encuentro ante Rafael Nadal en Wimbledon (Daniel Leal-olivas / AFP)
Nadal no quiere entrar en esa deriva. Mantiene el tempo. Pretende sacar de quicio al australiano. Pero todo se ha enredado. Y en el enredo, Kyrgios galopa. Le devuelve la rotura, saca de maravilla y se apunta la segunda manga: 3-6. Hay partido.
Con el marcador completamente igualado, ¿qué viene ahora?
Vamos a ver.
Reaparece Nadal, que sigue sin mirar a Kyrgios. Gana el saque en blanco. Kyrgios no se amilana. Se lleva el suyo. Hay intercambio de banderines. Llegan instantes decisivos. Si se rompe alguno, se le pondrá la cosa cuesta arriba. Kyrgios ríe y gesticula. Quiere jugar en un charco. Nadal no se lo permite.
Ni le mira.
–A veces es duro ver según qué cosas en la pista, cosas que no me gustan. Pero yo debía estar concentrado en lo mío –dice Nadal más tarde.
Cada uno avanza a su manera. Kyrgios propone el desorden, la bulla. Se pone a corretear en la línea de fondo mientras espera a que Nadal sirva. Cuando falla, se da raquetazos en la cabeza. A veces parece un genio. A veces, un friki. Nadal quiere calma. No pisa las líneas cuando se va al banquillo, coloca sus botellines en diagonal, no se precipita al servir, no permite que el australiano se le siente encima. A su manera, también tiene su punto, también parece un friki.
Hay arranques de euforia en ambos bandos, de aquí al final ya nadie va a ceder el servicio, y así llegan al tiebreak. Aquí, al fin, manda Nadal. Al fin y al cabo, es más sólido en el resto. Y más estable desde el fondo de la pista: 7-5.
Nadal se lleva la manga. Parece haber deshecho el enredo. Salta sobre la hierba. Y Kyrgios baja los hombros.
Nadal celebra un punto en la cuarta manga de su encuentro ante Kyrgios, en Wimbledon (Facundo Arrizabalaga / EFE)
Lo que se le pide al australiano es excesivo. Necesita llegar a los cinco sets para tumbar a Nadal. El talento no le da para tanto, o eso se cree. Ni el talento, ni el instinto, ni la paciencia.
O eso se cree.
Pero no se desmonta: Kyrgios sigue sirviendo de maravilla, llegará a los 29 aces, por diez del balear. Se lleva un buen petate de puntos gratis.
Impertérrito, Nadal continúa domando al monstruo. O cuanto menos, manteniéndolo a raya. Defiende el saque, presiona a Kyrgios, que no puede permitirse un fallo. Por el momento, no los comete. El australiano toma velocidad de crucero, va a dos aces por juego. Es inevitable. De nuevo alcanzan el tiebreak. Y de nuevo impera el orden, la eficiencia de Nadal. Absurdamente, Kyrgios lanza una volea a la red. Y falla en un revés paralelo. Y se marcha.
Nadal ha deshecho un enredo y avanza a la tercera ronda, donde le espera Jo-Wilfried Tsonga, tan volcánico como Kyrgios. Aunque un pelín más tranquilo.
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