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4 de febrero de 2020

La inocencia o ¿cómo salir del túnel de la adolescencia?

Ofrece una mirada interesante sobre esa delicada transición a la adolescencia.

Por: Redacciòn FM Fleming"Magazine"

La película de Lucía Alemany proyecta una tercera vía para pensar el ser femenino

La inocencia , es una extraordinaria película –nominada ya para varios premios Gaudí y Goya- que no debieran perderse todos y todas aquellas que se interesen por los avatares de las adolescencias. Opera prima de la joven directora Lucía Alemany y estreno también de la actriz de 17 años Carmen Arrufat, ofrece una mirada interesante sobre esa delicada transición, como llamó Victor Hugo, a la adolescencia.

Ambientada en un mundo rural, que Alemany conoce bien por ser el suyo, narra un ciclo breve, pero intenso, en la vida de algunos adolescentes. La protagonista, encarnada con mucho acierto por la joven Arrufat, realiza su propia investigación acerca de las salidas posibles, no solo de ese mundo cerrado sino sobre todo de su infancia y adolescencia. Se pregunta cómo hacerse mujer y tener un proyecto propio –el deseo con el que sueña todo niño/a-, hacerse mayor y realizar algo de ese presentimiento infantil.

Para ello recurre, en primer lugar y como hemos hecho todos, a la escena familiar para que le sirva de orientación. Allí encuentra a una madre resignada, olvidada de su deseo, ama de casa insegura y pendiente todo el tiempo del qué dirán. Difícil que le pueda transmitir algo de la feminidad cuando ella misma –papel bien representado por Laia Marull- ha clausurado sus preguntas sobre esa condición de mujer y se ha conformado con ser una madre ocupada y buena vecina.

La segunda opción es dirigirse al padre, un hombre rudo que muestra –en la excelente interpretación de Sergi López- la impotencia actual de los hombres hijos del patriarcado, divididos entre la desorientación que traen los nuevos tiempos, encarnados por los hijos, y el recurso al “aquí mando yo”, tan ineficaz que debe reafirmarse a gritos continuamente. Esta figura del padre quedará como una imagen borrosa en el retrovisor del coche donde se aleja la hija. El personaje de Arrufat encuentra en este padre una versión de la mujer como propiedad y objeto de satisfacción de la pareja, y con esa “herencia” acude a buscar a un joven cani del pueblo, auténtico subrogado paterno.

La suerte de la película, su valor agalmático, es que proyecta una tercera vía para pensar el ser femenino. Una mujer del pueblo, sin pareja pero con hija y dedicada a los “remedios naturales” con calificación social de bruja, o sea una verdadera encarnación de la alteridad que supone siempre lo femenino. Para los hombres que lo rechazan, pero también para las propias mujeres que deben acceder a ello.

Esta mujer no puede ofrecerle recetas mágicas -y así se lo anticipa- pero sí puede transmitirle el deseo de lo diferente y un criterio propio para no ceder en su deseo. Para no aplastarlo como la madre, en su resignación, o degradarlo como el padre en su objetalización.

Esta guía, junto a su propia invención –ese presentimiento de hacerse adulta y artista- le permiten a la joven protagonista encontrar una salida del laberinto en el que su cuerpo adolescente, acosado por un real sexual nuevo surgido en la pubertad, la atrapa y la angustia (les dejo el suspense de la trama para que la descubran).

Adolescencias de hoy
La inocencia habla de las adolescencias de hoy, de algunas porque sabemos que es imposible hacerlo de todas en su diversidad, y lo hace de manera clara y dirigida a padres, madres, educadores y –como señalaron actriz y directora en el prestreno- a los propios adolescentes.

Es una muy buena oportunidad de verla en familia y aprovechar para conversar sobre esos avatares. Para despertar incluso de un cierto adormecimiento –la trama lo provoca- y ocuparse, más que preocuparse, por las dificultades de encontrar la salida al túnel adolescente, tal como sugería Freud en su metáfora sobre la pubertad. No se la pierdan.



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