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22 de febrero de 2020

Carnaval: Qué es y el origen de la fiesta popular

Comparsa Salteña.Foto:Archivo

El origen de su celebración parece probable que esté en las fiestas paganas, como las que se realizaban en honor a Baco, el dios romano del caos, la fiesta y el vino.

El Carnaval es una celebración popular que tiene lugar inmediatamente antes de la cuaresma cristiana (que se inicia con el Miércoles de Ceniza), y que tiene fecha variable (entre febrero y marzo según el año). El carnaval combina elementos tales como disfraces, grupos que cantan coplasdesfiles y fiestas en la calle.

A pesar de las diferencias de celebración en todo el mundo, su característica común es la de ser un período de permisividad y cierto descontrol. En sus inicios, probablemente con un cierto sentido del pudor propio de la religión, el Carnaval era un desfile en que los participantes vestían disfraces y usaban máscaras. Sin embargo, la costumbre fue transformando la celebración hasta su forma actual.

El origen del Carnaval

El origen de su celebración parece probable que esté en las fiestas paganas, como las que se realizaban en honor a Baco, el dios romano del caos, la fiesta y el vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor del toro Apis en Egipto.

Según algunos historiadores, los orígenes de esta festividad se remontarían a la Sumeria y el Egipto antiguos, hace más de 5.000 años, con celebraciones muy parecidas en la época del Imperio romano, desde donde se expandió la costumbre por Europa, siendo llevado a América por los navegantes españoles y portugueses a partir de fines del siglo XV.

El carnaval, aunque la Iglesia cristiana no lo admite como celebración de tono religioso, está asociado con los países de tradición católica, y en menor medida con los cristianos ortodoxos orientales; las culturas protestantes tienen tradiciones modificadas, como el carnaval danés.

Los orígenes de esta fiesta se encuentran en los antiguos ritos que se celebraban en honor al invierno. Hoy en día se trata de un colorido espectáculo en el que la gente se echa a la calle para mostrar sus mejores disfraces.

El Carnaval en el mundo

En el mundo es una antigua celebración festiva documentada desde la Edad Media y con una rica personalidad propia a partir del Renacimiento que ha quedado recogida en la literatura española y otras artes localizadas en los diferentes pueblos que componen cada Nación.

EL CARNAVAL EN SALTA

El Carnaval es la fiesta de la alegría y del desenfreno; es la fiesta por antonomasia, pues con denominación diversa y características distintas aparece en todas las épocas y culturas del mundo. De alguna forma, el carnaval puede representar cierta alteración del orden que organiza la sociedad durante el año; donde las jerarquías y los roles se confunden. Y en nuestra tierra la fiesta toma características propias que la identifican. Esta cultura tan particular es depositaria de la memoria colectiva de los pueblos.

Patrimonio Inmaterial

El carnaval como fiesta popular y patrimonio inmaterial, encarna formas de vida vivas de la comunidad en las que se dan y generan un sentimiento vivo de continuidad. Es raíz esencial de identidad profundamente vinculada al pasado, pero también al presente.

Es la unión de transmisión cultural y de comunicación intergeneracional: las culturas y sus diversas formas de expresión están en continua evolución.

La noción de patrimonio cultural, como desde hace tiempo rescata en diversos programas y documentos la Unesco, se ha ampliado significativamente desde los Monumentos a los Bienes Culturales, desde los Objetos a las Ideas, de lo Material a lo Intangible, desde los Histórico-Artístico a las formas de vida relevantes y significativas culturalmente. Actualmente se considera el valor simbólico de los distintos referentes y elementos patrimoniales, el patrimonio como expresión de la identidad, y ésta como la asunción de la tradición y una continuidad generacional particular: la herencia cultural.

En muchos lugares el carnaval se emparenta con los ritos precolombinos y propiciatorios de las cosechas o las deidades de la tierra que se realizaban mucho antes que se denominara como tal a esta fiesta.

El “jugar con agua” en carnaval alude a una intención purificadora, tal como ocurre en ceremonias bautismales y de exorcismo, donde el líquido elemento cobra poderes de desencantamiento o prodigios mágicos.

Los bagualeros y bagualeras, que siempre son actores del carnaval en las carpas y fondas, llevan a cabo un importante trabajo de recuperación y revalorización de la música que realizan.

Son cantores que, acompañados por un instrumento de percusión llamado caja, cantan bagualas, término que proviene de bagual, el potro no domado. Esta particular modalidad del canto, de texto de origen español y música americana, es la de mayor vigor y vigencia entre los pueblos del Noroeste Argentino. El carnaval vive en las carpas, en la danza, las máscaras, el disfraz y en el juego con agua, harina o pintura.

El Corso

En nuestra ciudad durante los corsos, el carnaval rememora las tradiciones europeas con aquellos desfiles de «carros ornamentados y grupos de comparsas».

En la actualidad tenemos comparsas de indios, carrozas, conjuntos artísticos, murgas artísticas –que evocan el carnaval de Brasil o el carnaval centroamericano con su propio estilo- y humorísticas –las agrupaciones de caretones hechos con engrudo, alambre, papel y pintura-, conjuntos diversos, disfraces individuales, caporales, tinkus, tobas –el sustrato y los protagonistas del carnaval boliviano que año a año crece en Salta -, entre otras agrupaciones.

En la ciudad de Salta los corsos nacieron como desfiles aristocráticos concentrados en su primer circuito que fue la Plaza 9 de Julio. Esta fiesta popular, como desfile urbano y elemento necesario de cultura, sufrirá cambios en su evolución, con la llegada de nuevos circuitos carnestolendos y nuevas formas sociales –por ejemplo los corsos de calle Urquiza y Florida-.

El crecimiento de la ciudad también le dará un empuje a esta fiesta popular con el advenimiento de corsos barriales, como por ejemplo el corso de Plaza Alvarado.

En otro momento histórico el corso fue organizado de manera oficial por la Municipalidad de la ciudad de Salta, teniendo como circuito la recordada Avenida Belgrano.

Pero también el corso salteño contó con otros escenarios como la calle Virrey Toledo y la cancha de Gimnasia y Tiro; y más acá en el tiempo, la Avenida Ibazeta, la calle Orán y la calle paralela al Estadio Mundialista de Salta, entre otras.

A partir de 1987 el corso dejó de ser organizado por la comuna y pasó a manos privadas, con la conducción de algunos de los referentes de las agrupaciones que participan en el carnaval. El corso siguió teniendo como circuito la Avenida Belgrano hasta el año 1995. A partir del año 1996 se adoptó como circuito una avenida del barrio 20 de Febrero. A partir de la etapa de los corsos en la calle Ibazeta, la administración de la Asociación de Agrupaciones Carnestolendas es cuestionada por irregularidades en la organización de los corsos. Por eso en el año 2001 hubo dos corsos; en 2002 y 2003 tres corsos y de 2009 a 2013 se realizaron dos desfiles.

La Comparsa Salteña

“Las Comparsas de Indios”, de larga actuación en nuestro carnaval, constituyen la característica distintiva de nuestro corso con respecto a otras fiestas en el resto de las provincias argentinas.

Según algunas investigaciones las primeras comparsas que aparecieron en nuestra capital fueron dos. “Los Indios Pampas”, que debutaron en el año 1925 en el corso de calle La Florida, comparsa de la que se desconoce el nombre de su cacique y de sus integrantes e incluso el barrio que representaban.

Recién cuatro años después, en 1929, se encuentran datos de una comparsa: “Los Pieles Rojas”; que representaba al Ingenio San Isidro de Campo Santo.

Según el libro “Nuevos Capítulos Folklóricos” del arqueólogo, periodista y poeta sanjuanino, Adán Quiroga -cuya edición data del año 1958-, hasta el año 1874 en El Valle Calchaqui, y en el actual departamento de Cachi, solía existir una comparsa, “Los Cachis”, oriundos del municipio homónimo.

En la ciudad de Salta, la comparsa de “Puente Alsina”, la comparsa de “Villa Cristina” y la comparsa del “Matadero” animaron los corsos en las décadas del 40, 50 y 60. En esa época se cumplía el ritual de los encuentros rabiosos y amistosos.

A fines de la década de 1960 hace su aparición en el carnaval capitalino una comparsa oriunda de la localidad de Metán, llamada “Los Cumbranos” que revoluciona la estructura de la comparsa insertando un baile que hacían sus integrantes cajeros y que sorprendieron tanto al público como al resto de las comparsas participantes en el desfile. Después de la llegada de los Cumbranos, todas las comparsas de Salta introdujeron el baile de los cajeros.

En 1962, nacen “Los Tonkas” de Villa Belgrano, una comparsa que recién en la década de 1970 lograría darle otro impulso al corso de la ciudad de Salta. Con mayor cantidad de integrantes y una singular puesta en escena, lograron imponer un estilo junto a otras dos grandes comparsas como “Los Teucos” de Villa San Antonio y “Los Toykas” de Villa Lavalle. También merece una mención la comparsa de la “Plaza Gurruchaga” que contó con muchos nombres como los “Toltekas” o los “Quetzales”. Estas comparsas otorgaron el sello inolvidable al carnaval en la décadas de 1970 y 1980.

A partir de 1987 se inicia una nueva etapa en las fiestas carnestolendas de Salta. La Municipalidad al no querer organizar más el desfile, le otorga el permiso para hacerlo a una comisión formada por los mismos directores de murgas y comparsas. Comienza la etapa de los corsos privados que cuenta con la ausencia de las comparsas “Los Teucos” y “Los Tonkas”, lo que permite el surgimiento de las agrupaciones Los Siancas, de Villa Cristina o Los Incas de Villa Las Chartas, entre otras, que estaban compitiendo en segunda categoría.

Se destacan en la actualidad una importante cantidad de comparsas, muchas de ellas nuevas, pero que junto a las más antiguas, desde su imaginación, que se refleja en sus artes plásticas, en su canto, en su baile, en su imagen, es sinónimo de nuestra América profunda hablando desde su hibridez y desde su continuo movimiento.

La comparsa como el carnaval y la cultura misma, está relacionada con la memoria colectiva, los mecanismos de socialización, la creatividad estética y las artes populares, la tradición, la capacidad simbólica de representar la identidad social como de generar autoestima, afectos y sentimientos compartidos y, esencialmente, la transmisión de valores culturales intangibles.

El “Pujllay” y el entierro del carnaval

Según la creencia, el “Pujllay” habita en las profundidades de la tierra, reina en las tinieblas, es el que controla las fuerzas naturales que origina la “madre tierra o pachamama”, que todo lo da y todo lo produce.

Cuentan que hay que liberarlo una vez al año durante algunos días, nada mejor que el carnaval, y para cumplir con este rito se recurre al “Desentierro” para que comience la fiesta, y al “Entierro”, cuando todo termina, esos son los momentos antagónicos, el comienzo con alegría y risa y el final con llanto.

Se cava una fosa donde se recuesta al “Pujllay” -muñeco que simboliza al carnaval- se canta, se grita, se llora, al mismo tiempo que se echan frutas y todos los obsequios recibidos para garantizar que ha de duplicarlos en el próximo aniversario de alegría. Luego cesan los llantos.

Se trata de retrasarlo con mil pretextos, pero el domingo siguiente al miércoles de ceniza se lo hace por fin. Se hace generalmente en las afueras de los poblados, en un suelo sombreado por algarrobos o en un Martes de carnaval en un corso del Valle de Lerma, como es el caso del ritual que viene haciendo desde hace décadas el municipio de Rosario de Lerma con el última día de corso, “Encuentro de Brujos” y “Entierro del Carnaval” y “Quema del Pujllay” en la misma avenida donde desfilan las agrupaciones.

Para la ocasión el Pujllay antes que comience el corso desfila con los brujos de las comparsas en una cama de albahaca con una caja bagualera en la mano. Luego, al final de la fiesta, el carnaval que fue levantado desde un pozo como representación del desentierro, a través de la figura del Pujllay, es quemado y enterrado hasta el próximo año, cuando vuelva a celebrarse el rito. 

 

 



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