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2 de febrero de 2015

Fiesta de la consagración a Dios

Hoy, fiesta de la Presentación del Señor, día de la Candelaria, y día de la Jornada mundial de la vida consagrada, pretendo saludar a todos los consagrados y consagradas que viven y trabajan en esta Iglesia particular de Salta. ¡Gracias por lo que son y por lo que ofrecen a esta arquidiócesis! Mario Cargnello Arzobispo de Salta

El 30 de noviembre de 2014 iniciamos el Año de la Vida Consagrada convocado por el Papa Francisco. El mismo se extenderá hasta el 2 de febrero de 2016. Queremos agradecer el Don del Espíritu que recrea la historia renovándola con los carismas y servicios que con abundancia se derraman en los tiempos y en la geografía del mundo a través de hombres y mujeres que se entregaron totalmente para seguir a Jesucristo haciendo del Evangelio su vida y haciendo vida el Evangelio.

 

            Desde San Antonio Abad, a quien hemos celebrado el pasado 17 de enero, allá por el siglo III de nuestra era cristiana, la vida consagrada ha mostrado una riqueza enorme que brota de corazones cristianos y se hace canto a la Gloria de Dios y compromiso en el servicio a los hermanos.

 

            Monasterios que expresan la primacía de Dios, servicios a la salud física, psíquica y espiritual, servicios educativos, inserción en medio de los más pobres, colaboración con las Iglesias particulares, avanzadas misioneras, servicios a los necesitados, voz profética en medio del mundo... la lista se acrecienta en la medida en que las necesidades humanas provocan una respuesta generosa mostrando la inagotable riqueza del amor de Cristo que se refleja como un diamante que brilla en cada  de sus múltiples caras.

 

            El Papa propuso a la Iglesia un triple objetivo para este año de la vida consagrada: 1. Mirar el pasado con gratitud; 2. Vivir el presente con pasión; 3. Abrazar el futuro con esperanza.

 

            Hoy, fiesta de la Presentación del Señor, día de la Candelaria, y día de la Jornada mundial de la vida consagrada, pretendo saludar a todos los consagrados y consagradas que viven y trabajan en esta Iglesia particular de Salta. ¡Gracias por lo que son y por lo que ofrecen a esta arquidiócesis!

 

            Me detengo en el primer objetivo para agradecer con ustedes y con toda la comunidad de Salta su rica historia carismática y de servicio en toda la Iglesia y en la historia de esta arquidiócesis.

 

            La vida consagrada está con nosotros desde la fundación misma de Salta, allá en 1582. Franciscanos, jesuitas y mercedarios anduvieron por estas tierras desde entonces acompañando la vida eclesial y social de las comunidades. Comunidades las hay que ya no están, como los betlehemitas, los mercedarios o los carmelitas. Otras comunidades se fueron incorporando con el pasar del tiempo, como los lateranenses, los salesianos, los redentoristas, los hijos de la Inmaculada Concepción, los agustinos y los josefinos de Murialdo. Hay fundaciones mas nuevas, como los legionarios de Cristo, de presencia reciente en nuestra arquidiócesis.

 

            La mujer resplandece en la vida consagrada con una fuerza de caridad y de cercanía cordial que nos impresiona y fascina. En la arquidiócesis son 22 las congregaciones femeninas de vida consagrada. Carmelitas, basilianas y esclavas del Santísimo Sacramento testimonian la vitalidad de la vida contemplativa; cinco congregaciones de espiritualidad franciscana sirven en colegios y en los barrios en Salta, en Rosario de Lerma y en Joaquín V. González; las hermanas del Huerto, las Pastorcitas, las hijas de María Auxiliadora, las hijas de Santa Ana, las catequistas de Cristo Rey, las fieles compañeras de Jesús, las dominicas siervas del Señor, las hermanas del Divino Redentor, y las hermanas de la Divina Providencia están viviendo su consagración en colegios, barrios y servicios caritativos en la ciudad de Salta, en Metán, en Rosario de la Frontera y en Lajitas. Dos congregaciones viven la espiritualidad del Sagrado Corazón: las esclavas y las apóstoles, una en Salta y la otra en Campo Santo y las hermanas de Jesús Verbo y Víctima despliegan su tarea y su carisma en nuestra querida Puna salteña.

 

            Con gozo agrego la presencia de tres institutos nacidos en nuestra Iglesia particular: las hermanas de la Inmaculada Concepción, las discípulas de Jesús de San Juan Bautista y el instituto masculino de los discípulos de Jesús de San Juan Bautista.

 

            El corazón cristiano agradece al Señor la presencia de las Hermanas de la Providencia que trabajan en la Parroquia de San José en nuestra ciudad y las laicas consagradas de Nuestra Señora de Fátima, ambas son fundaciones salteñas.

 

            Invito a cada comunidad o congregación a que nos ayuden a recorrer la historia para alabar a Dios y darle gracias por todos sus dones. Hoy, con toda la Iglesia de Salta, les decimos: gracias.

 

            Al saludar a todos los hijos de esta Iglesia particular me permito invitarlos a tomar conciencia del regalo de tantos consagrados y consagradas que han fraguado nuestra historia: “¿Qué sería de la Iglesia sin san Benito y san Basilio, san Agustín y san Bernardo, san Francisco y santo Domingo, sin san Ignacio de Loyola y santa Teresa de Ávila, santa Ángela de Mérici y san Vicente de Paul? La lista sería casi infinita, hasta San Juan Bosco, la beta Teresa de Calcuta. El beato Pablo VI decía: ‘Sin este signo concreto, la caridad que anima la Iglesia entera correría el riesgo de enfriarse, la paradoja salvífica del Evangelio de perder garra, la sal de la fe de disolverse en un mundo de secularización’” (FRANCISCO, Carta apostólica con ocasión del inicio del Año de la vida consagrada, III,2).



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