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SOCIEDAD

6 de octubre de 2020

Llego para quedarse la Pandemia y el COVID-19

¿Pero qué nos espera cuando acabe el confinamiento?

Las cosas no van a volver a la normalidad dentro de unas semanas, ni siquiera unos meses. Algunas, de hecho, nunca lo harán.

Resulta imposible saber cuánto tardaremos en disfrutar de otro fin de semana como el del 7 y 8 de marzo, el último antes del estado de alarma por el coronavirus. Las manifestaciones, los enjambres frente a los estadios de fútbol, los bares a rebosar… La escena de dos semanas atrás podría acabar tornando al sepia, convertida en el último instante de una forma de vida estrangulada por la pandemia del coronavirus. Algunas cosas no van a volver, de la misma manera que desde hace años es imposible subirse a un avión sin pasar por los controles de explosivos.

¿Pero qué nos espera cuando acabe el confinamiento? La duda es prácticamente imposible de resolver. Ni siquiera saben hacerlo quienes tendrán que definir las nuevas normas de convivencia para los próximos meses. En lo que sí están de acuerdo todas las personas consultadas (epidemiólogos, virólogos, políticos, economistas, expertos sanitarios, médicos, psicólogos...) es en una cosa:la batalla contra el CORONAVID-19 no finalizará cuando se levante el estado de alarma y salgamos de casa. No se celebrará abrazándonos en las calles como si fuese la liberación de París. Se parecerá más al final abierto de una película de ciencia ficción.

Con todo, los expertos dan por hecho que estas medidas no serán suficientes. Y creen que confinamientos, parciales o totales, tendrán que volver. “Son la solución más efectiva, por desgracia. No vamos a tener una vacuna en meses y la única arma que tenemos es reducir los contagios a través de cuarentenas y aislamientos”, asegura Macip. Nistal Villán también tiene claro que el virus seguirá en circulación. “Podemos llegar a controlarlo para que no sature nuestro sistema sanitario, pero no creo que lleguemos a erradicarlo tan pronto”, subraya. “A lo mejor no será tan drástico como ahora, pero es posible que veamos nuestros movimientos limitados. No se puede descartar que la población de algunas zonas tenga que volver a encerrarse”.

La clave, aseguran los epidemiólogos, estará en mantener la tasa de transmisión del virus (R) por debajo de 1 para hacerlo compatible con la infraestructura sanitaria disponible. Si es así, podríamos alcanzar una vida relativamente normal en los próximos meses. Pero si aumenta, el Estado deberá volver a implementar las medidas restrictivas que ya conocemos: desde prohibir eventos masivos o pedir a la gente que trabaje desde casa hasta el cierre de colegios, universidades o restaurantes y, por último, el confinamiento de la población.

“Dependiendo de cómo evolucionen los casos, tendremos que actuar en consonancia, haciendo más estrictas o menos las políticas de aislamiento social”, escribía hace unos días Tomas Pueyo en su artículo "Un baile entre la economía y la sanidad”.

¿18 meses entrando y saliendo?
Otros, como el grupo de investigadores liderados por el epidemiólogo Neil Ferguson, son más pesimistas. En un trabajo publicado hace unos días por el Imperial College, los expertos aseguraban que la ausencia de una inmunidad de grupo nos obligará a aplicar “un distanciamiento social intermitente” durante los aproximadamente 18 meses que tardemos en desarrollar una vacuna. Al fin y al cabo, cuanto más exitosa sea la estrategia de supresión del virus en la actualidad, afirman los investigadores, más potente será la posterior epidemia. “Las políticas de supresión (...) se iniciarán cuando el números de casos confirmados en los pacientes de la ICU exceda cierto umbral”, recalcan, puede que haya que aplicar medidas de contención durante las dos terceras partes del tiempo que pase hasta que se desarrolle una vacuna.

“Lo que la mayoría de nosotros no hemos entendido todavía, aunque lo haremos pronto, es que las cosas no van a volver a la normalidad dentro de unas semanas, ni siquiera unos meses. Algunas, de hecho, nunca lo harán”, escribía a finales de la semana pasada Gideon Lichfield, director de la 'MIT Technology Review'. En ese artículo, Lichfield fantasea con cines con butacas separadas por un metro de distancia, gimnasios donde se reservan las máquinas para no sudar hombro con hombro, compañías aéreas que te piden los datos de geolocalización antes de embarcar para asegurarse de que no has estado con ningún contagiado, edificios públicos y medios de transporte que leen tu temperatura corporal y tu historial médico o discotecas donde te obligan a ser inmune o estar vacunado antes de entrar...

La primera incertidumbre a despejar es saber qué ocurrirá con los contagios una vez que hayamos aplanado la curva. “El virus no desaparecerá por arte de magia. Hasta que no haya suficiente gente inmunizada para frenar el contagio rápido, el riesgo de un rebrote de la enfermedad seguirá existiendo”, asegura Salvador Macip, profesor de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya. Eso nos obligará a mantener activas muchas de las normas de distanciamiento social durante bastante tiempo. Para Estanislao Nistal Villán, virólogo y profesor de microbiología del CEU, el encierro podría durar cuatro o cinco semanas. “Cuando acabe”, incide, “lo normal es que la relajación de las medidas sea gradual. Habría que ver la conveniencia o no de abrir colegios, institutos y universidades, por ejemplo, como medida para tratar de reducir las trasmisiones en la comunidad”.

 



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